«Los años de maltrato psicológico fueron peores que las patadas»
Una eibarresa de 49 años relata su «infierno»: con 9 años su padre comenzó a violarla y también sufrió malos tratos por parte de su actual expareja
40 años después, la herida aún no se ha cerrado. Lo que a esta mujer le pasó se escribe en apenas una página, pero ... ocupa casi una vida entera. Su padre comenzó a violarla a los 9 años, un «infierno» que continuó de adulta cuando conoció a su expareja actual, que también le maltrataba. Hoy ha vuelto a ser madre y ha rehecho su vida junto a un hombre «bueno» pero aquello «aún duele, por más que quiera olvidarlo», indica. Pide mantener el anonimato para «proteger» sobre todo a su hijo mayor. «Él no sabe nada de esto. No es su guerra», afirma convencida.
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Su historia resume una infancia devastada y una vida adulta acompañada de continuos abusos físicos y maltrato psicológico. «En mi casa siempre hubo violencia de mi padre hacia mi madre y mis hermanas. Con 9 años mi padre empezó a violarme, hasta los 18. Fue horrible. Estuve con una psicóloga porque tenía que cerrar ese capítulo. Intentas sobrevivir. Te hace sentir culpable. Mi madre lo sabía pero miraba para otro lado. A los diez años empecé a trabajar de interina en una casa, casi como una esclava hasta que me cansé de esa vida y me marché. Conocí a una chica que traía mujeres a España y empecé a trabajar de prostituta en un club en Álava. No sabía en qué condiciones venía. Gracias a Dios ya no existe ese local. Estuve 2 años y cuando pagué la deuda me fui. Entonces conocí a mi expareja actual», relata esta eibarresa de 49 años, de origen sudamericano y padres campesinos.
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Intenta poner orden a un desgarrador relato que cuenta de forma casi telegráfica. Explica cómo tras ese portazo a años de violencia le siguió otro oscuro capítulo: el día en el que su agresor y padre de su primer hijo le puso la mano encima. «Aunque los años de maltrato psicológico fueron peores que las patadas», recalca. Entonces no existía el teléfono de atención a las víctimas de maltrato. «En 2001 me fui a vivir con él y busqué trabajo de interina en Eibar. Hasta entonces mi vida era normal: tenía una pareja, era una chica soñadora y tres años después me quedé embarazada. Al tiempo, empecé a recibir llamadas anónimas diciéndome que mi marido me ponía los cuernos. Él me decía que la gente me quería hacer daño, que me quería mucho». Resultó no ser así «y mi vida comenzó a ser un infierno», cuenta esta mujer, que reconoce lo «ciega» que estaba entonces. «He sufrido mucho, me decía cosas muy feas. Me insultaba, me llamaba gorda, me decía que tendría que volver a prostituirme si mi hijo quería comer... Todo eso te va hundiendo, te hace sentir muy abajo. El día que nació mi hijo me dejó sola en el hospital, me dijo que no quería saber nada de mí. Fue unos minutos a ver al niño y se marchó de casa con todo el dinero que teníamos en la cuenta conjunta».
Enseguida comenzó a culparse y a preguntarse por qué el hombre «amable y tranquilo» del que quedó encandilada podía tratarle así. «Mi madre me decía: 'qué habrás hecho para que él esté así contigo'». Una frase lapidaria que la hundió aún más, pero fue el primer golpe el que le hizo abrir los ojos y decir «hasta aquí. Quedamos un día en el portal porque me tenía que pasar la pensión. Yo estaba en la escalera con mi hijo de 8 meses en brazos y de pronto me dio una patada. Me dijo que me iba a cortar la lengua. Puse una denuncia y pedí ayuda».
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Dice que Mari Jose Lasa, técnico de Igualdad en el Ayuntamiento de Eibar, es su «ángel de la guarda. Me ayudó con la información, con un trabajo de albañilería para poder mantener a mi hijo y me saqué el graduado escolar». Mientras, el juicio no fue como esperaba y su agresor fue absuelto, «aunque sé que ha estado en la cárcel por malos tratos hacia la otra chica. A mí me dijeron que no había evidencias claras de violencia. ¿Cómo voy a creer en la justicia? Tuve una mala jueza», lamenta.
Hoy esta mujer ha rehecho su vida. Lo otro «es pasado y ahora estoy bien. Tengo a mi lado alguien maravilloso que es mi alma gemela. Pensaba que ya no iba a encontrar a nadie», afirma esta mujer madre de mellizos. «El mayor, ya adolescente, no sabe nada de esta historia y no le quiero involucrar. El padre pregunta por él, tienen contacto por teléfono, algo que me da cien patadas pero yo no quiero que mi hijo me eche en cara que no le he dejado conocer a su padre. Debe descubrirlo él», asume.
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En casa, esta mujer trata de que sus hijos crezcan en «igualdad para crear una sociedad mejor».
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