La vida después de la vacuna
Reencuentros ·
Tres mujeres relatan a DV cómo afrontan su vida una vez inmunizadas, con «mayor tranquilidad» y pudiendo retomar las reuniones familiares, hasta ahora limitadas por el miedo al contagio de los más mayoresPublicidad
Estas tres mujeres coinciden y explican a su manera que en la práctica, su vida después de recibir la vacuna no ha dado ningún ... giro de 180 grados, sino que se trata de pequeños cambios, más sutiles, pero que a ciertas edades adquieren un valor casi mayor. Se refieren concretamente a la «tranquilidad» que sienten ahora a la hora de salir de casa para hacer recados, pasear o volver a reencontrarse con sus familiares de una manera menos encorsetada, aunque siendo conscientes de que ciertas medidas deben seguir manteniéndose. Este cambio está siendo para ellas la chispa que les hacía falta para seguir viviendo de una forma más plena.
A mediados de febrero llegó el esperado anuncio del inicio de la vacunación en Euskadi a personas que hubieran superado los cien años, y desde entonces se ha ido rebajando la franja edad. Los mayores de 80 han sido considerados los más vulnerables, con el porcentaje de letalidad más elevado, y en estos momentos el País Vasco cuenta con casi el 100% de este colectivo ya inoculado con la primera dosis, mientras que la pauta completa la ha recibido ya el 62% hasta 89 años y casi la totalidad de los mayores de 90, por lo que se acercan a la inmunización total, aunque en el futuro igual tengan que ponerse alguna otra de recuerdo.
María Luisa Orbegozo | 85 años
«He tenido mucho que celebrar, la vacuna y mi cumpleaños»
María Luisa Orbegozo vivió la semana pasada con cierto cúmulo de acontecimientos. El domingo 18 le pusieron la segunda dosis de la vacuna, y el 21 fue su cumpleaños. Cumplió 85 primaveras, y desde el inicio tuvo claro que tanto lo uno como lo otro había que celebrarlo. Esperaron a este pasado domingo, y los ocho que son en su familia se juntaron a comer en una terraza y en dos mesas separadas. «Con el postre me sacaron las velas y me cantaron. Me emocioné mucho. No hay nada como la familia», subraya la mujer. El año pasado le coincidió en pleno confinamiento domiciliario, pero su familia se encargó de acercarle «una tarta y una comida especial, flores... Fue una fiesta diferente, pero de emocionar», recuerda. Por eso, la celebración de este año, tenía aún más sentido, teniendo en cuenta el año pandémico que llevamos, y que reconoce que le «ha hecho mella», porque vive sola. «Pasé dos meses y seis días encerrada y sola en mi casa, y se me hizo muy duro. La gente mayor estamos envejeciendo sin el cariño de la familia», dice aún sin ocultar la tristeza.
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Esta mujer, vecina de la Parte Vieja donostiarra, recuerda aquellos meses del inicio de la pandemia. «Entre los hijos y la sobrina, que vive cerca, me dejaban la comida en la puerta». Y «cada dos días, a las siete de la mañana, aprovechaba e iba a sacar la basura al puerto para coger algo de aire, pero me sentía como un bicho raro».
«La gente mayor estamos envejeciendo sin el cariño de la familia, y poder juntarnos de nuevo para mí ya es media vida»
maría luisa orbegozo | san sebastián
Por ello, vacunarse es para María Luisa sinónimo de poder seguir viviendo. «Me da tranquilidad», reitera. «Hace unas semanas vino mi hijo pequeño con mi nieto. Estuvimos comiendo en casa, con distancia, pero eso para mí ya es media vida. Poder vernos más veces y sin el miedo a contagiarme». Porque las noticias sobre contagios, fallecimientos y que ponían a su colectivo en el centro de la diana para el coronavirus, también pasan factura. «Algún día ya he soñado que me había contagiado de covid, y me angustiaba pensando en que no iba a poder ver a mis hijos, y que mi hija que vive en Nueva York, y que está tan lejos, no iba a poder venir. ¡Menuda alegría al despertarme y darme cuenta de que era un sueño!», exclama.
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Por todo lo que ha supuesto para ella este año, la actitud con la que fue a recibir la segunda pauta fue de «muchas ganas». «Es un pinchacito, igual que la de la gripe, que al día siguiente se te pone un poco duro el sitio en el que pinchan, pero nada más», comenta quitándole hierro. «Siempre repito lo mismo a todo el mundo. No hay que tener miedo a la vacuna», anima.
Desde el primer pinchazo ya recuperó además el buen hábito de volver a la piscina, «que me gusta mucho y suelo ir a Zuaisti de lunes a viernes, solo que ahora me he dado un golpe en la costilla y no puedo ir, así que me dedico a andar». Pero insiste, que entre todas las posibilidades que le brinda la vacuna, para ella la más importante es «poder estar con la familia». «Este año a mis nietos les he visto cuatro o cinco veces y tengo ganas de poder estar con todos».
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Antonina Guante | 100 años
«Ahora estoy tranquila y he podido recuperar los paseos»
Cuando se anunció hace dos meses que empezaría la vacunación de los centenarios en Euskadi, coincidió que unas semanas atrás, en Deba, dos señoras cumplieron un siglo de vida: la burgalesa afincada en la localidad desde hace ocho años, Antonina Guante, y la itziartarra Juliana Beristain. Según cuenta el corresponsal Ander Salegi, Antonina esperaba aquella llamada de Osakidetza «con muchas ganas».
A esta mujer, que goza de buena salud y buena memoria, le gusta dedicar su tiempo libre a ver la televisión y pasear por las calles de Deba, pero la pandemia, entre restricciones y el temor inevitable al contagio a ciertas edades, le privó de esos paseos matinales tan reconfortantes por el casco urbano de la localidad, una rutina que recuperó en cuanto supo que la vacuna ya le había hecho efecto.
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«A la segunda vacuna fui más tranquila que a la primera y con muchas ganas. He añorado mucho a mis nietos y biznietos»
antonina guante | deba
Antonina llegó al Hospital de Eibar acompañada de su hijo y su nuera. Llegaron antes de tiempo, y siguiendo el protocolo habitual, tras administrarles la vacuna, tuvo que esperar los 20 minutos de rigor para ver si le producía alguna reacción. Todo había ido como la seda, y tras facilitarle una serie de recomendaciones por si sentía alguna molestia leve, la centenaria pudo volver a su casa. «No me dolió nada», comentaba la mujer. Transcurrieron los 21 días y regresó para que le administrasen la segunda dosis. «Esa vez fui más tranquila. He tenido menos nervios que con la primera», reconoce. «Ninguna de las dos veces he tenido ningún efecto secundario, ni dolor ni nada. Todo bien», resume la mujer.
En el momento en el que supo que ya le había hecho efecto la fórmula inoculada, ha comenzado a hacer una vida más normalizada. Si algo ha agradecido es poder recuperar las visitas de sus nietos y biznietos, a quienes ya puede ver con más asiduidad. «Lo añoraba mucho», confiesa la mujer, que en este último mes ha intentado recuperar con ellos el tiempo perdido.
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Además, «estos días que ha hecho un poco de frío no he salido mucho, pero cada mañana doy un paseo de 30 minutos». Hace dos semanas se desplazó a Bergara para ver por primera vez un taller de mecanizado. «Quedé asombrada de lo grande que era el lugar y del tamaño de las máquinas y su funcionamiento», comentaba Antonina.
Marimi Ugalde | 80 años
«Me siento orgullosa por ayudar a frenar el virus»
Marimi Ugalde ha sido durante 16 largos años alcaldesa de la localidad de Irura, en la que reside, y quizás por la deformación profesional que aún conserva, reconoce que incluso en pandemia le ha costado mantenerse alejada de reuniones vecinales o iniciativas locales, «pero siempre con las medidas de seguridad de distancia social y uso de mascarilla», apunta.
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«Reconozco que yo no he tenido mucho miedo, aunque sí respeto. No tengo edad para bromas. A fin de cuentas, Irura es un pueblo pequeño en el que no hay aglomeraciones en bares, cafeterías o determinadas calles, como sí pasa en ciudades más grandes», resume. Con el cierre del hogar del jubilado, sí confiesa que «me hizo mella, sobre todo al principio», pero se presenta como una persona que se «adapta fácil» a casi cualquier circunstancia y que ha sabido darle la vuelta.
«Al virus no le tengo miedo, pero sí respeto. Desde que me puse la vacuna, el abrazo con mis nietos #es más abierto y acogedor»
marimi ugalde | irura
Para esta mujer de 80 años, la vacuna es una inyección de «tranquilidad», pero sobre todo tiene para ella el componente de «responsabilidad social». «Yo nunca me he puesto la vacuna de la gripe, pero con esta he decidido ponérmela. No tanto por mí, sino por las personas que tengo al lado y para contribuir a que se inmunice la sociedad. Me siento orgullosa de estar contribuyendo a ello». El contacto familiar, al vivir en una localidad pequeña, lo han podido mantener, aunque ha sido algo más complicado con sus nietos que viven en Durango. «Con ellos nos hemos juntado en Semana Santa y Pascua», y sí reconoce que desde que le pusieron la primera dosis de la vacuna «el abrazo con mis nietos es más abierto y más acogedor».
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Marimi estima que Osakidetza le citará para recibir la segunda dosis uno de estos días. Aunque por mucha vacuna que se administre tiene asumido que a medio plazo «la mascarilla no nos la vamos a poder quitar. La parte positiva, es que este año en invierno ha habido menos gripe y menos catarro, así que algo bueno tenía que tener».
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