«Su valentía contribuyó a cambiar la sociedad»
Romper tabúes ·
Ainara homenajea a su ama, Karmele Morán, madre soltera que vivió en la casa cuna de Fraisoro y cuya historia publicó DVAinara Aguirre Morán no pudo contener las lágrimas al leer el reportaje que publicó este periódico sobre la casa cuna de Fraisoro, en Zizurkil, que entre 1903 y 1985 acogió a 12.000 bebés abandonados y a 3.000 mujeres que se habían quedado embarazadas fuera del matrimonio en Gipuzkoa, toda una deshonra hasta no hace demasiado tiempo.
A Ainara le removió leer el testimonio de su madre y «pensar que cuando estaba pasando por aquel señalamiento, cuando la sociedad y su familia le marginaba y le daba la espalda, me llevaba dentro. Estoy muy orgullosa de ella, porque su valentía también contribuyó a cambiar la sociedad, y que hoy todo sea diferente», dice esta mujer que hoy está a punto de cumplir los 47 años y que también ha sido madre soltera, aunque en un contexto bien distinto.
El testimonio de Karmele Morán es uno de los recogidos en el libro 'Mujeres de barro, infancias de cristal' y por primera vez esta oriotarra se atrevió a poner nombre y apellido a su propia historia, y contar el estigma que durante tantos años le acompañó por decidir tener a su pequeña. A raíz de la publicación del reportaje, cuenta, «se me acercó una mujer y me dijo: 'Yo también estuve allí', y me pareció muy bonito haber ayudado a romper algún tabú».
Rondaba el año 1974 y Karmele, tras pasar los últimos tres meses de su embarazo en Fraisoro y dar a luz a Ainara regresó a casa de sus padres. «A mí me permitieron volver, pero a muchas otras les echaban de casa», recuerda. Empezó a trabajar en un restaurante donde conoció a un hombre que un año después se convirtió en su marido, con quien, posteriormente, tuvo otro hijo. «Al casarme era como si estuviera redimiéndome de mis pecados», dice soltando una pequeña risa, pero consciente de que sus palabras tienen mucho de verdad.
Claro que aquel enjuiciamiento social y familiar que padeció Karmele no se detenía en ella, sino que continuaba la linea descendiente. De hecho, Ainara recuerda su infancia de forma agridulce. «Nací siendo un disgusto, y aunque mi abuela me adore, a día de hoy me sigue recordando lo mal que lo pasaron cuando supieron que mi madre estaba embarazada».
Esta mujer, que lleva cinco años residiendo en Lanzarote, recuerda además los «desprecios» que tuvo que soportar de niña por parte de las mujeres de la familia de su padre adoptivo. «No me podían ni ver. Cuando íbamos al caserío, recibían a mi hermano con devoción, porque sí era de su sangre. Conmigo en cambio, eran mucho más secas y distantes», recuerda. «Aquello me afectaba muchísimo, porque de niña lo único que quieres es que te quieran y te acepten, nada más, y esos desplantes dolían».
Aquel hecho, unido a otros detalles, como un libro de familia que encontró teniendo 12 años en el que aparecía su ficha, pero con los apellidos de sus abuelos, le fueron dando pistas durante su infancia de una realidad que no se atrevía a desvelar. Al cabo de los años, las piezas del puzzle terminaron por encajar, y aunque «llevaba tiempo diciéndole a mi madre que se divorciara, y que en cierto modo me alegré al saber que aquel hombre no era mi padre biológico», fue inevitable para ella sentirse «engañada».
Una vida sin mentiras
En la familia Moran, la historia se repite, y hace 18 años que Ainara dio a luz a su hijo. «Estuve saliendo con un sudafricano, y al poco de dejarlo y regresar a Orio, supe que estaba embarazada. Tuve la suerte de poder decírselo a mi madre. Mi abuela al saber que iba a ser mulato sí que empezó con 'el qué dirán', pero desde el inicio le dejé claro que no me importaba, y nunca hemos tenido ningún problema. He viajado mucho y eso te abre muchísimo la mente».
En cuanto su hijo Johanes cumplió cierta edad, «le expliqué todo y le presenté a su padre. Yo he vivido muchas mentiras y no quería que él pasara por lo mismo».