Saturación en los juzgados de Donostia: casi 1.000 juicios al mes
Más de 1.000 personas al día acceden a este edificio, que cuenta con 30 juzgados, 15 salas de vistas, calabozos y un archivo que custodia desde material robado hasta las pruebas de un posible asesinato
La entrada lateral del Palacio de Justicia de Donostia no conduce a nada bueno. 'Juzgado de Guardia', reza un letrero azul. Pegado a este, el ' ... Servicio de clínica forense' (peor aún). Estas puertas se abren cada poco tiempo. Tras atravesar un control de acceso y alcanzar la sala de espera, un tipo con cara de tener un día de perros charla con el que parece ser su abogado. Al rato, volverá a su celda a la espera de lo que dictamine el juez. Para ello, atravesará un largo y estrecho pasillo hasta llegar a los calabozos.
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Desde esta galería subterránea, DV visita por primera vez las entrañas de los juzgados de San Sebastián, ubicados en el barrio de Egia. El juez decano de San Sebastián, Santiago Romero, es quien nos introduce en las dependencias de este edificio, un recorrido por cada engranaje de esta inmensa maquinaria judicial: desde las oficinas del Registro Civil hasta las 15 salas de vistas repartidas por todo el edificio, donde se celebran una media de casi 1.000 juicios al mes hasta alcanzar los 11.440 el año pasado. La «saturación» de los juzgados no es una situación nueva, debido a la sobrecarga de trabajo por la falta de personal pero también provocada por el aumento de la ligitiosidad, con un 20% más de casos en un año. «No damos abasto», reclama Romero. «Hoy se espera que lleguen 15 detenidos, más dos menores que tienen juicio. Vienen del centro de menores de Ibaiondo y de Bizkaia», comenta uno de los agentes de la Ertzaintza encargado de custodiar a un hombre que aguarda en una de las seis celdas. El espacio se completa con una ducha, un baño de chicos y otro de chicas «a la vieja usanza».
Las cifras
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30 juzgados alberga el Palacio de Justicia, entre ellos un juzgado de Menores y otro de Violencia sobre la Mujer.
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3.756 es el número de juicios que se han celebrado a lo largo de 2025. El año pasado fueron un total de 11.440.
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30 jueces trabajan en el Palacio de Justicia de Donostia, donde también se encuentra la Fiscalía (30 fiscales).
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1.000 personas, entre trabajadores (385) y ciudadanía, entran a diario en el edificio, en la plaza Teresa de Calcuta, 1.
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130% Los juzgados de lo Penal de Donostia soportan cargas de trabajo del 130%, con un 10% más de entrada de casos.
Son las 10.30 horas de un lunes y la mitad de las celdas ya están ocupadas. «Donde veas zapatillas en la puerta, es que hay gente. Dejan el calzado fuera porque como lleva hebillas y cordones pueden hacer cualquier cosa. Son detalles...», explica.
En los calabozos el trasiego es constante. En estas estancias permanecen tanto las personas que pasan a disposición judicial (deben prestar declaración ante el juez, quien evaluará los hechos y tomará una decisión sobre su situación legal), como aquellas trasladadas desde prisión y tienen que acudir a un juicio. «A primera hora no había nadie pero han ido llegando. Aquí es raro que no pase alguien a lo largo del día, hay veces que esto está a tope, sobre todo los fines de semana», añade este agente.
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Detenidos
El periodo de tiempo en este lugar puede parecer corto –pasan una media de 3 horas y hasta 8 en los casos más graves, como los de violencia de género– pero se echa en falta el reloj cuando se pierde la noción del tiempo. En estos cubículos se vive una angustiosa cuenta atrás. La habitación es rectangular, el triple de larga que de ancha, y con un único banco de cemento que realiza las funciones de cama o asiento. Los detenidos tan solo pueden salir de la celda para ir al baño y «si coinciden las horas de las comidas se les trae algo para que coman. Pero aquí no se quedan a dormir, porque a la noche esto se cierra. Si se alarga la detención, se vuelve al calabozo de comisaría».
Son dos agentes, normalmente, los que custodian a los detenidos. Por un cristal translúcido asoma la cara de un joven de camista azul. De momento, «la cosa está tranquila» pero «hay veces, como el otro día, que los gritos y los golpes se escuchaban hasta en la sala donde se estaba celerando un juicio. Fue un robo que acabó en homicidio. Le tenían bien pillado e ingresó en prisión. Claro, no se lo esperaba y montó una...», cuenta este ertzaina, más que acostumbrado a lidiar con este tipo de situaciones. «El otro día tuvimos 22 detenidos, vienen desde Donostia, Hernani, Lasarte-Oria, Andoain y Orio. Muchos son reincidentes».
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«Los fines de semana» es cuando aumenta el número de detenidos en los calabozos
Salimos de los calabozos y tras dejar atrás los despachos del juez y el fiscal –donde se toma declaración a los detenidos– y la oficina de seguridad que controla todo el edificio las 24 horas, pasamos a una pequeña sala con luz muy tenue. Parece el escenario de una serie policiaca pero miles de personas se enfrentan cada año a una rueda de reconocimiento, una prueba que se lleva a cabo para identificar al presunto autor de un delito. Romero explica el procedimiento. «El acusado lleva un número y a su lado, otras 4 ó 5 personas teóricamente parecidas a él (que la policía ha buscado por la calle) miran de frente al espejo situado en una de las paredes mientras que, al otro lado, la víctima – acompañada del juez, el fiscal, el letrado de la administración de justicia (LAJ) y el abogado del detenido–, señala el número que cree que es. Después se levanta un acta para recogerlo todo».
Otro de los elementos que sirve para formar el convencimiento acerca de lo ocurrido en un caso son las piezas de convicción, que se encuentran en el archivo. Un almacén repleto de «miles» de expedientes y objetos perfectamente etiquetados con la descripción, el número de registro y el juzgado depositante, que son o fueron pruebas en alguna causa judicial y ahora están bajo custodia, hasta que se autorice su destrucción. (Desde 2015 hasta hoy se han registrado 14.200 depósitos de estas piezas). «Todo lo que se incauta –también material robado– se guarda aquí», afirma el juez decano, y lo hay de lo más variopinto: desde joyas, patinetes, bicicletas, electrodomésticos, matrículas falsificadas, colonias, dvd's, ropa, lingotes de oro falsos, botellas de vino, hasta flechas de un arco de plástico o una escoba de barrer. «Lo que más hay son armas blancas (de las armas de fuego se encarga la Guardia Civil) y herramientas: bates de béisbol, martillos, bastones, palas...», añade una trabajadora, encargada de dar una ubicación a cada objeto que entra.
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Están dispuestos en un laberinto de estanterías kilométricas y resulta prácticamente imposible obtener un cálculo sobre el número de cajas que ocupan los estantes. Se clasifican por años y por juzgados y si son provisionales o definitivos. «Cada cinco años se realiza el expurgo, esto es, todo aquello que nadie reclama se destruye porque hay que ir liberando espacio, está todo abarrotado», comenta Romero, que señala que «hay miles de objetos esperando el expurgo. La decisión sobre la destrucción le corresponde al juez, previa audiencia con las partes, si bien la mayoría ni responden». En cuanto a los objetos de valor «se suelen dar a asociaciones».
Entre la la ciudadanía hay mucho desconocimiento: «se cree que estamos con un mazo, como en las pelis»
Es hora de volver a la superficie. Por el trajín que se concentra a diario a la entrada de los juzgados, cabe presumir que aquí no hay tiempo para el aburrimiento. El mismo edificio concentra un total de 30 juzgados, por los que pasan una media de 1.000 personas al día entre trabajadores y ciudadanos y la casuística que entra por estas puertas es de lo más variopinta: desde tramitar un certificado de nacimiento en el Registro Civil, hasta la resolución de conflictos civiles o penales. El año pasado se celebraron 11.440 juicios y alcanzan ya los 3.756 en lo que vamos de año, por lo que es previsible que se supere la cifra de 2024 al cierre de este ejercicio.
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«Faltan manos», reclama el juez Santiago Romero. En este edificio trabajan un total de 385 funcionarios, 30 jueces, 33 letrados de la Administración de Justicia y 2 traductores de euskera y concentra todos los juzgados existentes en Donostia –salvo las tres secciones de la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, en la calle San Martín–. El número de asuntos que entran a diario abruman tanto como las columnas de folios y carpetas que se acumulan en los despachos. Son un total de 30 juzgados: de Primera Instancia (8); de lo contencioso-administrativo (3); de Instrucción (5); de lo Penal (5); lo Social (5), de lo mercantil (2); el juzgado de Menores y el juzgado de Violencia sobre la Mujer. El atasco de casos se ve reflejado en las estadísticas:el año pasado ingresaron en el territorio 79.692 casos, de los cuales fueron resueltos 67.391, es decir el 84,5%, mientras que otros 48.486 seguían en trámite al final del periodo analizado.
«Falta de privacidad»
En la primera planta se encuentra el Registro Civil, donde se tramitan expedientes de nacimiento, matrimonio, defunción y otros como cambio de nombre, sexo, apellidos o nacionalidad, tareas que llevan a cabo un total de 15 funcionarios. Además de la «sobrecarga de trabajo» en estas dependencias, la «falta de privacidad» es otra de las quejas por parte de sus trabajadores. «No hay salas reservadas para los expedientes que pueden ser más sensibles, como un cambio de sexo, por ejemplo. Son mostradores abiertos», critican. También acusan «retrasos en los expedientes de matrimonio».
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Cabe recordar que nueve de cada diez enlaces en Gipuzkoa son civiles y se celebran en la sala de bodas, con entrada desde la calle. Completan otras 14 salas de vistas para la celebración de los juicios, desde un conflicto con un vecino o socios de una empresa, accidentes de tráfico hasta las causas penales. Todo un mundo que la mayoría de los ciudadanos «desconoce». «No usamos un mazo, como en las películas y al estrado hay que subir con la toga, una prenda obligatoria tanto para jueces, fiscales como para abogados», añade Romero, que nos dirige hasta el Colegio de Abogados donde se encuentra la sala de togas. Las prendas están colgadas en un armario a disposición de los letrados. «Hubo una época en la que teníamos un convenio con instituciones penitenciarias y las togas las hacían ahí», rescata como anécdota Gerardo López, decano del Colegio. El edificio lo completan los colegios de Procuradores, Graduados Sociales y Fiscalía.
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