Primeras misas sin sorpresas y con los límites ya previstos
No hubo cambios para la apertura a los fieles de los centros de culto, que en el caso de los templos católicos acogieron las primeras misas con mascarilla y aforo reducido
Los lugares de culto se abrieron ayer al público sin más restricciones que las inicialmente previstas; es decir, conforme al BOE y en ... base a la orden del Ministerio de Sanidad publicada en el Boletín Oficial del Estado del pasado sábado, día 9. Por lo tanto, el culto entró plenamente en fase 1 incluso en Euskadi, a diferencia de los establecimientos culturales -«bibliotecas, museos, locales y establecimientos en los que se desarrollen actos y espectáculos culturales»- que, frente a lo que proponía el BOE se han quedado varados en la Fase 0 -es decir, cerrados-, como consecuencia de la aplicación del decreto del lehendakari que restringe algunas de las previsiones del Gobierno español.
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Cuando menos en lo que respecta a los templos católicos de Gipuzkoa, los trabajos de limpieza, desinfección y acondicionamiento que se habían realizado durante los últimos días en las más de 200 parroquias del territorio, así como en otras muchas iglesias abiertas al culto, se vieron recompensados con la celebración de las primeras misas públicas después de las semanas de confinamiento.
Normas
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Ocupación. En la fase 1 se puede ocupar el 30% del aforo.
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Mascarilla. No es obligatoria, pero sí 'altamente recomendable'. También hay que mantener las distancias establecidas tanto en los asientos como en la entrada, la salida y al ir a comulgar.
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Higiene. Las superficies y los objetos se desinfectarán antes y después de cada uso.
Durante ese tiempo también ha habido algunas celebraciones, pero han sido a puerta cerrada y en grupos muy reducidos, integrados en la práctica totalidad de los casos por personas estrechamente vinculadas a la parroquia. Desde ayer, sin embargo, y mientras dure la Fase I en la que aparentemente se encuentra la CAV, las misas se celebrarán con normalidad salvo en lo que se refiere al aforo, a las medidas de distancia e higiene y a aspectos como la ausencia de coros y materiales impresos y la suspensión del saludo de la paz y la colecta itinerante.
«Con profunda sed»
No es muy probable que la misa de nueve de un lunes lluvioso se encuentre entre las más concurridas de la semana, ni tan siquiera siendo la primera después de casi dos meses sin poder acudir a la iglesia. A la que celebró ayer a esa hora en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián el coadjutor José Ignacio Romero asistieron una veintena larga de fieles.
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La cifra, obviamente, queda lejos del número de personas que puede acoger el templo una vez aplicada la reducción de aforo que sólo permite la asistencia del 30% de la capacidad total. Tal como constaba en las puertas de acceso, donde también había carteles recordando las medidas de higiene y seguridad que hay que adoptar en estas circunstancias, en la Fase 1 no pueden entrar en la catedral más de 258 personas.
Las que se acercaron ayer al templo lo hicieron con tiempo, de manera escalonada y, tal como se recomendaba en la puerta principal, por la trasera o la lateral. De hecho, quien se acercaba al Buen Pastor por la puerta principal no veía a voluntarios con mascarilla distribuyendo gel hidroalcohólico e indicándoles dónde sentarse, sino a trabajadores con casco vinculados a las obras de restauración de la torre.
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En realidad, dado el número de asistentes tampoco había necesidad de voluntarios que ofrecieran gel o acomodaran a los fieles. En su lugar, en todas las entradas había gel en régimen de autoservicio, y en los bancos, que en función de su longitud admiten dos o tres ocupantes, están claramente marcados los lugares en los que sentarse. Los asistentes, que mostraron preferencia por las primeras filas, se distribuyeron en el templo de manera espontánea y respetando las distancias de seguridad.
No fue unánime, pero sí mayoritario, el uso de mascarilla. El propio sacerdote se dirigió al presbiterio portando una, que se quitó mientras oficiaba la misa y volvió a ponerse para dar la comunión. Antes, en la homilía de una celebración que discurrió de manera ordinaria, en la que los únicos elementos inhabituales fueron las mascarillas y la omisión del «démonos fraternalmente la paz» y de la colecta, se había referido a la «profunda sed» con la que sus feligreses se reencontraban de forma presencial con la celebración que gira en torno a la Eucaristía.
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En el momento de la comunión, el más destacado y también el más delicado por la proximidad física que conlleva, se pudo comprobar que el distanciamiento y la mascarilla plantean más problemas teóricos que prácticos. De hecho, en la práctica no se advirtió ninguna complicación.
Finalizada la misa, muchos de los asistentes se quedaron en el templo porque, como confesaba un feligrés que varios días a la semana asiste a esa misa antes de ir a trabajar, «aunque hayamos seguido la misa en la tele hemos echado muchísimo de menos estos momentos de recogimiento».
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