Primeras escapadas bajo control
El fin de las restricciones de movilidad anima a salir a segundas residencias y a hacer planes a corto plazo pero manteniendo la prudencia
La llegada del final del estado de alarma y la posibilidad de moverse desde hoy libremente dentro y fuera de Euskadi ha hecho que ... muchos guipuzcoanos planeen su futuro más cercano lejos de su residencia habitual. Visitar a familiares, acudir a la segunda vivienda o realizar viajes a corto plazo son algunos de los anhelos que se pueden empezar a cumplir, con cautela. La preocupación por la situación sanitaria en los próximos días se mantiene. El virus sigue circulando.
Familia Iriarte Suberviola | Visita a Navarra
«Vamos a verlos, nada de abrazos y menos besos»
La familia Iriarte Suberviola va a pasar el día a Morentin (Navarra), allí podrán ver a los abuelos y los tíos. «Ninguno de ellos vive en el pueblo, sino en Pamplona, pero nos parece más seguro porque es la única manera de no juntarnos en ningún sitio cerrado. Si fuésemos a Pamplona no nos quedaría más remedio que juntarnos en un piso e ir a comer a un restaurante», cuenta Ana Suberviola. Tienen todo organizado, si el tiempo lo permite para estar con la familia pero cumpliendo las medidas de seguridad. «Nuestra intención es salir pronto, está a una hora y media de distancia y si queremos aprovechar el día tenemos que madrugar, pero con tres hijos salir de casa a la hora que te propones no sale siempre bien», explica. En Morentin se reunirán para dar un paseo por los caminos de alrededor del municipio. «El plan es hacer todo en exterior, paseo por la mañana, todos con mascarillas, luego cada uno en su casa para no estar en un sitio cerrado y por la tarde otra vueltita y de nuevo para San Sebastián», relata Ana. «Además tenemos claro que ni abrazos ni besos, solo quiero ver a mi familia. No va a ser fácil porque tenemos ganas de achucharnos, nos hace falta ese contacto pero con estar nos conformamos», añade.
«Las personas que tienen su círculo familiar ensu municipio no sabenlo que es tener que esperar tanto para verte»
Desde el pasado 26 de diciembre no se han podido reunir, «hacemos videollamadas, pero no es lo mismo, quienes tienen su círculo familiar dentro del mismo municipio no saben lo que es no poder verte, tenemos necesidad», explica. Antes de la pandemia sus padres venían un par de veces desde Pamplona para estar con los nietos, «es duro no tenerlos cerca, claro que asumimos que es la situación que nos ha tocado vivir, pero mañana -por hoy- tan solo quiero verlos de cerca, son mayores, hemos cumplido con todas las restricciones, desde marzo de 2019 nos vemos, nos tenemos cerca a cuentagotas», relata.
Ana tiene claro que no van a hacer «nada distinto de lo que hubiéramos hecho si viviésemos en la misma ciudad. Los padres de Eneko viven en Donostia, con ellos estamos siempre en exteriores, no nos hemos ido a comer nunca juntos desde que empezó la pandemia, los niños saben que no se pueden abrazar ni besar, cumplimos», concluye. Llevan toda la semana pendientes de las noticias y colgados del teléfono en una conversación que se repite: «¿Qué dicen por ahí?», para concluir «a ver si este domingo» podían verse. El viernes en cuanto escucharon que se abría el cierre perimetral tenían claro el plan: «Ir a ver a los abuelos».
José Luis y Marisa | Los nietos y la huerta
«Sufro de pensar cómo estará la huerta»
Areso es la próxima parada de este matrimonio donostiarra, irán mañana porque hoy ya habían quedado. Allí está su hijo mayor con su familia y «también está la huerta», dice José Luis Remírez entre sonrisas. «Sobre todo tenemos ganas de ver a los nietos, lo primero son ellos, pero la huerta también la echo de menos, a ver cómo me la encuentro, estoy sufriendo por ella estos meses», aclara cómplice mirando a su mujer que le entiende «perfectamente».
En la localidad navarra tienen su pequeño paraíso. «Mis hijos tienen una casa rural», pero no han podido acercarse desde Navidad, y aunque José Luis le ha ido dando instrucciones a su hijo por teléfono de cómo cuidar la tierra, «no es lo mismo, cuando llegue espero que me haya dado la vuelta a la tierra, y me tengo que poner con los tomates, acelgas, pimientos y guindillas». A Marisa Bermejo le empiezan ya a pesar los meses de pandemia, «los nietos se van haciendo mayores». Ahora podrán ir a la comunión de la pequeña. «Le hace mucha ilusión y a nosotros más», asegura.
Mariam Carrizo | Salidas aplazadas
«Me moveré cuando tenga mi segunda vacuna»
Mañana mismo -por hoy- me voy a Oiartzun, donde vive mi hermana y llevo días sin verla, no es un viaje muy largo», bromea Mariam Carrizo. Esta donostiarra tiene muchos planes en mente y entre ellos está viajar a Ibiza donde tiene a buena parte de su familia. «Llevo dos años sin ir, no es un viaje barato y en medio me ha pillado toda la pandemia, allí está otro hermano y muchos seres queridos. Ahora voy a coger el calendario y ver cuándo ir».
También tiene una hija en Hendaia con la que ahora podrá empezar a quedar, «no hemos querido tener mucho contacto hasta que no tuviese al menos la primera dosis, y luego no podía salir de la ciudad», relata. Mariam asegura que no va a cambiar nada de lo que ya viene haciendo «salvo poder viajar». En San Sebastián queda con sus amigas y hacen planes para viajes futuros. «Nos quedó pendiente Valladolid donde tenemos amistades», relata. Es una asidua al Rocío, pero «esperaré a mi segunda dosis y a ver cómo estamos».
José Luis Larrañaga | Sin cambio de planes
«Temo los rebrotes, la situación sigue mal»
José Luis Larrañaga es de los que no va a variar nada de lo que viene haciendo en los últimos 14 meses. «Temo los rebrotes», dice. No ha tenido casos cercanos de coronavirus pero «da igual, lees cómo están las cosas, y cómo lo pasa la gente, no hace falta mucho más para saber que ahora no es el momento», explica. Sus escapadas antes de la pandemia eran a Burgos donde residen familiares. «No voy a ir por el momento, por mucho que abran tenemos que ser responsables y saber cada uno qué puede y qué no puede hacer», aclara.
Quedarse en casa no le ha costado mucho porque él mismo reconoce que es «muy casero», está acostumbrado a estar solo en su hogar, hace tiempo que su mujer falleció. «Veo que la gente se toma el fin del estado de alarma como si se tratase de una fiesta, da la sensación de que va a haber una desbandada, no lo entiendo», dice. Defiende a los hosteleros, «el problema no son ellos, es todo lo que puede venir detrás».
Kevin Ortiz | Aprovechar en la ciudad
«Lo primero hoy es ir a cenar con tranquilidad»
Su sobrina tiene dos años, tan solo la ha tenido en brazos el día que nació y cuando cumplió un año. «La he visto crecer por videoconferencia, vive en Málaga y no hemos podido viajar hasta allá por una cosa o por otra», cuenta este donostiarra de 20 años. Kevin Ortiz estudia derecho en la UPV y trabaja de dependiente, «mi mayor ilusión ahora es irme a cenar, será pronto, pero salir 'tranquilamente' sentado, sin el agobio de que cierran a las ocho», cuenta. Todavía no ha decidido con quién irá ni a dónde pero es su plan para hoy, «no lo tomo como una celebración, pero es una pequeña alegría», confiesa.
El Covid le ha frenado muchos planes que tenía, «de cosas que quería hacer, ahora tengo muchas ganas de salir pero sé que hay que ser prudente», aclara. Ahora mira el calendario para poder encajar tres días y escaparse a Málaga, «solo tendré que estar pendiente de si tengo vacaciones, no de si me dejan. No voy a hacer nada distinto, pero al menos veré a mi sobrina que si no va a pensar que solo soy un rostro en la pantalla», bromea.
Ignacio y María | Segunda casa en Francia
«Vivimos pendientes de dos normativas»
María Olasagasti es profesora en un instituto: «Todo el día con 60 chavales, que me digan dónde está el riesgo, si en el trabajo o en si me desplazo a mi segunda vivienda donde solo voy a ir a estar y pasear», dice medio indignada. Su segundo hogar está al otro lado de la frontera, «nos pasamos el día pendientes de las noticias de aquí y de allí, aunque alguna escapadilla hemos hecho para ver cómo está la vivienda», cuenta a media voz Ignacio Zuzuarregui. Acaban de tener otra nieta y no se van ya porque «estamos ocupados», se miran sonriéndose. «Pero si no es esta semana será la que viene».
Tienen que poner fecha a una escapada a Cenicero (La Rioja), «antes de que nos vuelvan a cerrar», bromean. Era el regalo que les hicieron sus hijos a finales de 2019, «el plan es maravilloso, vino y gastronomía, y todavía en el cajón». En su agenda de salidas, Madrid y Bilbao donde viven sus otros hijos «con quienes quieren compartir su vida y no solo llamadas».
Carmen Pérez | Rumbo a Murcia
«Murcia suena ahora a destino exótico»
Carmen Pérez tiene que llevar poca ropa a su casa de La Manga del Mar Menor, «tenemos de todo allí porque pasamos largas temporadas en lo que es nuestra casa». Lleva días pendiente de «las decisiones del lehendakari y del presidente murciano López Miras. Todo el rato escuchando la radio, pendiente de los avisos en el móvil para saber si podíamos viajar o no». El viernes cuando supo que se abría la movilidad tuvo claro que hoy se iba «a mi otro hogar». La vida que lleva en su segunda residencia con su marido es mucho más tranquila que su día a día en Donostia. «Tenemos menos contactos sociales porque conocemos menos gente, vivimos más enclaustrados que aquí porque la vivienda lo permite, tenemos una azotea con barbacoa, el tiempo es maravilloso, la playa cerca, los paseos...», describe, «vamos a estar de lujo». No han vuelto a La Manga desde octubre cuando «en un año normal pasamos de octubre a diciembre y de febrero a junio, nos quitamos los fríos y humedades del norte y los calores del verano murciano», relata. Volverán a Gipuzkoa a primeros de julio porque tienen ya cita para la segunda dosis de Astrazeneca, pero «si ponen de nuevo medidas restrictivas nos quedaremos allí. Vendré porque me toca la segunda dosis, y luego ya me quedo el verano en San Sebastián, que es el lugar ideal para pasar esa estación», explica.
«Es mi segundo hogary encima tengo menos contactos sociales, es el lugar donde más seguros estamos en pandemia»
Sus hijas están «felices» de que se sus padres se vayan porque saben que «estamos mucho más seguros, ellos fueron los primeros que nos animaron a marcharnos. Saben que en nuestra otra casa tenemos menos posibilidad de contacto social y eso también les da tranquilidad», explica. Carmen se ríe mientras termina de hacer su maleta: «Dices Murcia y ahora suena a plan exótico, quién nos lo iba a decir».
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