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Freudenthal considera que hay que cambiar la mentalidad de una sociedad patriarcal. Fernando Gómez

«Ningún condenado por maltrato se identifica como agresor»

Jorge Freudenthal | Responsable del programa Gakoa de rehabilitación de maltratadores ·

El terapeuta considera fundamental tratar psicológicamente a los maltratadores para intentar atajar la violencia de género

Arantxa Aldaz

San Sebastián

Domingo, 25 de noviembre 2018, 08:06

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«Es imposible reducir la violencia de género si no atajamos a uno de los agentes principales que es el hombre», sostiene Jorge Freudenthal, responsable del programa de rehabilitación de maltratadores Gakoa, dependiente del Gobierno Vasco. Los casos atendidos son derivados desde Justicia, de ahí que solo una minoría, que no supera el 2%, acudan de forma voluntaria. «Nuestro trabajo es que asuman su responsabilidad», porque «ninguno se identifica como agresor». Esa labor terapéutica reduce las posibilidades de que reincidan en el delito, como acaba de demostrar un informe de evaluación del programa. No quiere convencer a nadie, menos aún a las víctimas. «No tengo ninguna autoridad ética, ni moral ni profesional, para hacer entender a cualquier víctima que estos programas funcionan. Ya han pasado por suficiente infierno como para que venga un psicólogo a contarles nada».

– Un maltratador nunca cambia, ¿o sí?

– Me consta que sí. Es una pregunta habitual. Las dos frases que me suele decir la gente cuando saben a qué me dedico es 'qué duro' y luego 'si se curan'. Es duro, sí, pero no se curan porque no están enfermos.

– No son enfermos mentales.

– Para nada. En todo caso, la sociedad es la que está enferma y la enfermedad se llama patriarcado y machismo. Pero las personas con las que trabajo no están más enfermas que la sociedad en general en lo que respecta a incidencia de trastornos de personalidad o de cualquier otro tipo.

– ¿Qué lleva entonces a un maltratador a maltratar?

– El objetivo de cualquier tipo de violencia, sea de género, filioparental, paternofilial, institucional... es el control y el dominio. Lo que le lleva a una persona a maltratar a su pareja es el control y el dominio de la situación, y sentirse seguro de esta forma.

– Una evaluación del Instituto Vasco de Criminología ha constatado que los maltratadores con condenas menores de dos años que hacen terapia son menos reincidentes. ¿Esos cambios perduran en el tiempo? ¿Mantienen el contacto con esos hombres a largo plazo?

– A largo plazo ya no podemos, por una cuestión del trabajo, de recursos y del día a día. De aquí a cinco o diez años, imagino que podremos hacer un estudio para ver si las personas que han sido estudiadas ahora han tenido una reincidencia policial. La idea general es que esa tendencia es duradera en el tiempo.

– ¿Un maltratador pide ayuda de forma voluntaria o va a terapia solo para eludir el paso por prisión?

– Las personas con la que trabajamos en Gakoa tienen todas condenas por violencia de género. Hay personas que acuden de forma voluntaria, pero en nuestro caso es un porcentaje pequeño, que no pasa del 2%. El resto son personas condenadas a penas menores a dos años derivadas desde Justicia.

– ¿Acuden a terapia solo para evitar la cárcel?

– Es una motivación importante, desde luego. Pero no vienen por eso. A cualquier persona que tenga una condena menor de dos años se le puede aplicar una medida alternativa si no tiene antecedentes, por un delito de tráfico, toxicomanías, robos... La medida alternativa suele ser una sustitución –con trabajos en beneficio a la comunidad– o una suspensión de la condena, la mayoría de la gente en Gakoa. Para eso, hay tres condiciones:que cumplan un programa psicoeducativo terapéutico en materia de violencia de género, que es lo que hacemos en Gakoa;que respeten la orden de alejamiento durante la suspensión, que suele ser de dos años;y que no cometan más delitos. Si no cumplen alguna de las condiciones, se les puede revocar la suspensión y cumplir la pena íntegra en prisión. Ese derecho a una pena alternativa está recogido en el Código Penal para todos los ciudadanos. No es que te cambien la condena por terapia, es algo más complejo que tiene que ver con el objetivo de la reinserción, partiendo de la base de que las personas con las que trabajamos en Gakoa están perfectamente insertadas en la sociedad. Tenemos personas de todos los niveles económicos, sociales y culturales.

– ¿Toman conciencia de lo que han hecho?

– Algunos más y otros menos. Hay personas que lo aprovechan y se dan cuenta del beneficio para ellos, y otras personas que les cuesta más y otras con las que no conseguimos alcanzar los objetivos. No tenemos varitas mágicas.

– Aquellas personas que sí toman conciencia, ¿cómo explican por qué agreden a su pareja o expareja?

– Lo que ocurre es que cuando lo explican suele ser en las primeras fases de la terapia que es cuando hay mucho mecanismos de defensa. Puede haber una admisión, pero muchas veces también hay minimización, justificación o desplazamiento de la responsabilidad. Nuestro trabajo es precisamente desmontar todos esos mecanismos de defensa, para que asuma su responsabilidad. Puede haber muchos factores que puedan favorecer o ayudar, pero al final es uno el que tiene la responsabilidad de agredir o no agredir.

– ¿Cómo se ven a sí mismos cuando se descubren en esa realidad?

– En principio ninguno se siente identificado con este tipo de delitos. Además, son delitos con muy mala prensa. Estoy convencido de que habría gente que preferiría que le hubieran condenado por atracar un banco que por un delito de este tipo.

– ¿Así se lo expresan?

– Sí, nos lo dicen. Porque hay mucho rechazo.

– Pero ese rechazo social al maltratador es una respuesta contra el maltrato.

– Yo rechazo el maltrato, en cualquier de sus manifestaciones, no tanto al maltratador, porque trabajo con ellos. Habitualmente, las personas con las que trabajo no se quieren sentir identificados como agresores.

– Pero lo son.

– Esa es la parte de nuestro trabajo, que asuman su responsabilidad. A ninguno nos gusta hacer daño, a nadie le gusta la violencia. Todos estamos en contra.No conozco a nadie que haya venido al programa diciendo que está a favor de la violencia. A ninguno nos gusta vernos reflejados en valores que sean peyorativos, malos, o socialmente mal vistos.

– Cuando dice que todos estamos en contra de la violencia, ¿incluye también a los agresores?

– Es que los hombres con los que trabajamos no son vikingos ni están colgados de las lámparas. Tenemos a médicos, ingenieros, albañiles, obreros, peones, diseñadores, ertzainas y guardias civiles. En principio, la sociedad no está por realizar actos y conductas violentas, aunque luego las hay.

– ¿Excusa al maltratador de su comportamiento?

– Para nada. No lo excuso en absoluto. Los imperativos patriarcales que tenemos nos afectan a todos. Pero no todos reproducimos violencia. Es ya la capacidad de cada uno para elegir o renunciar a un tipo un otro de conducta. Está la educación que hemos recibido, los valores que tengamos, la seguridad que tengamos en nosotros mismos... Pero toda la responsabilidad de sus actos es de ellos.

– No es un discurso fácil. Se le presta atención al maltratador, cuando la víctima es la mujer.

– Es que no quiere decir que a la víctima no se le preste atención. La partida presupuestaria que va para trabajar con personas con delitos de violencia de género sale de diferente bolsa que la de las víctimas. No tengo ninguna autoridad ética, ni moral ni profesional, para hacer entender a cualquier víctima que estos programas funcionan. Ya han pasado por suficiente infierno como para que venga ningún psicólogo a contarles nada.

– Las víctimas tienen derecho a odiar al maltratador.

– Por supuesto, lo entiendo perfectamente. Pero es necesario trabajar con todos los factores que intervienen en la violencia de género. Que las mujeres trabajen para salir de relaciones abusivas, empoderándose de una forma sana. Y nuestro trabajo es el contrario, desempoderar al agresor para lograr relaciones más equitativas. No trabajar con el hombre sería no realizar el trabajo completo. Porque además la realidad es que van a seguir allí. Tengo clarísima la necesidad de trabajar con estos hombres. Primero porque hay un mandamiento judicial que recoge que hay que trabajar las medidas alternativas, y socialmente ganamos mucho. Es imposible mejorar la violencia de género si no atajamos a uno de los agentes principales que es el hombre.

– ¿Se sienten cuestionados por su trabajo?¿Y dentro de su profesión?

– Depende de la ideología y de la propia persona. Se ha mejorado mucho en muchas cosas, pero todavía no hay un respaldo amplio de toda la sociedad, que tampoco es que haga falta. Trabajamos y vamos a seguir trabajando de la mejor manera posible. Tenemos el respaldo de la comunidad científica, de gran parte de movimientos por la igualdad.Habrá gente que no lo comprenda, pero muchas veces es por desconocimiento o falta de formación.

– ¿La terapia psicológica es efectiva en maltratadores con condenas más graves?

– Entiendo que también. En prisión desde luego trabajan para ello. Es más complicado, hay otros factores, pero sí se puede mejorar. Hay personas con las que nosotros trabajamos que bien pudieran haber tenido una condena mayor por la gravedad de los delitos que luego se observan en la víctima aunque no hayan podido ser objetivables en el juicio.

– Un hombre asesina a su mujer. ¿Ese caso también puede rehabilitarse o hay casos incorregibles?

– Hay casos incorregibles, que a veces dependen de alguna psicopatología que puedan tener. Pero entiendo que en general hay muchos aspectos que son perfectamente corregibles.

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