Una nueva decepción para Nagore
Una joven con anorexia nerviosa debe ser tratada en Albacete al no disponer Euskadi de una unidad específica para abordar trastornos alimenticios
Que nuestra hija pueda recibir aquí, cerca de casa, el tratamiento que necesita». En esa frase se resume la lucha que José y Marijo mantienen ... desde hace más de año y medio para que Nagore, de 17 años, sea tratada de la «anorexia nerviosa» que le fue diagnosticada hace casi dos años. «Desde entonces no hemos parado de tener problemas con su tratamiento», afirman.
El pasado mes de enero este periódico sacó a la luz la historia de esta familia, que decidió hacer pública su lucha por conseguir que en Euskadi se cree una unidad específica para el tratamiento de trastornos alimentarios, que Osakidetza no tiene. «El mayor problema al que nos enfrentamos es el desconocimiento», revelan los padres. «Cada vez que contamos nuestra historia la gente no nos cree al principio. Todo el mundo da por sentado que en Euskadi se ofrecen todos los servicios. Después llega la sorpresa», añaden.
Sus intentos han sido baldíos. Lamentan que el Gobierno Vasco, ante el que presentaron «una petición ciudadana», ya les ha ofrecido una respuesta formal en la que rechaza su idea. Alega que «ya existen comedores terapéuticos y unidades de psiquiatría infanto-juvenil para tratar este tipo de trastornos». José y Marijo no tienen más que palabras de agradecimiento para los profesionales de esas áreas que han tratado de ayudar a su hija, pero insisten en que el servicio que ofrece el servicio vasco de salud en este ámbito es «insuficiente».
«Son los propios profesionales que han atendido a nuestra hija quienes nos han comentado que necesita una unidad especializada en trastornos de la conducta alimentaria (TCA) que le ofrezca un tratamiento integral. Incluso tenemos un informe del Hospital Donostia que así lo refleja».
«Sin evidencias científicas»
Esas recomendaciones no han sido suficientes para que Osakidetza valore la posibilidad de crear esa unidad. «Nos dicen que no disponen de evidencias científicas que avalen estos tratamientos intensivos, pero que se comprometen a evaluar estas necesidades». A esa decepción se suma otra. «El Gobierno Vasco ha quitado toda la ayuda pública para poder ingresarla en un centro privado», denuncian antes de calificar la postura del departamento vasco de Salud como «decepcionante» y «contradictoria» con los servicios públicos.
Por eso han acudido al portal de internet Osoigo, en busca de 500 firmas que animen a los partidos políticos con representación en el Parlamento Vasco a abordar esta cuestión en la Cámara de Vitoria. «Por ahora nadie se ha puesto en contacto con nosotros, ningún partido político, así que queremos reclamarles que presionen al Gobierno Vasco y solucionen esta situación, impulsando la creación en Osakidetza de una unidad de tratamiento de trastornos de la conducta alimentaria».
«Como padre, solo quiero lo mejor para mi hija. Que vuelva a ser una niña activa, que disfrute con la música coreana, haciendo vídeos y viéndose con sus amigas. Para esto es necesario que se pueda tratar su enfermedad y no que lo tenga que hacer en un centro a 700 kilómetros de su casa», detallan en su escrito.
Ante la falta de una unidad especializada en TCA en Euskadi, han tenido que pedir una derivación a otra comunidad, proceso que no ha sido nada fácil y que les exige un esfuerzo económico importante. Primero preguntaron por una clínica privada de Barcelona; luego en Santander, donde la clínica estaba llena; y en Santiago, Valencia y Madrid. No cuajó ninguna, ya que la mayoría no aceptan a pacientes de otras comunidades. Finalmente, su hija ha ingresado en un hospital de Albacete, a 700 kilómetros de su casa.
«Es un centro en el que hay varias chicas de su edad. La mayoría salen a sus casas para pasar los fines de semana con sus familias y de este modo pueden comprobar cómo van evolucionando», explican. Una especie de 'desescalada' para que la vuelta a la normalidad sea paulatina y, en caso de que haya recaídas, sea más fácil reconducir la situación. Un proceso que en el caso de José y Marijo les exige recorrer 700 kilómetros. Por eso reclaman que Euskadi tenga una unidad que facilite el proceso de su hija y ayude a otros muchos jóvenes que están o puedan estar en la misma situación. «Siempre decimos que tenemos un gran servicio médico, y puede que en otros casos sea así, pero en este nos estamos quedando atrás», zanjan.
El caso de Nagore fue diagnosticado en plena pandemia. «Era una persona que estaba muy acostumbrada a estar muy activa: hacía deporte, tocaba un instrumento, realizaba varias actividades extraescolares que la motivaban y tenía un nuevo círculo de amigas con las que se encontraba feliz», relatan sus padres. Pero en marzo de 2020, con la llegada de la pandemia, todo cambió de golpe. «Ha habido una especie de tormenta perfecta», lamentan.
Las restricciones impidieron que siguiera con las extraescolares, la obligaron a refugiarse en su cuarto, y con los cierres perimetrales no pudo mantener el contacto físico con sus amigas. «Solo a través de las redes sociales», recuerdan. «Todo esto acabó derivando en un trastorno alimentario».
Hasta 5.000 euros al mes
La voz de alarma saltó con dos llamadas de su entorno. Fue entonces cuando pidieron cita para psiquiatría a través del médico de familia, pero debido a la situación sanitaria «la lista de espera era de cuatro meses». Viendo cómo estaba su hija no podían esperar, por lo que acudieron a urgencias. Allí la ingresaron en el ala de psiquiatría infanto-juvenil y comenzó «el ir y venir de ingresos». «Los médicos nos dijeron que Nagore necesitaba una atención especializada, pero que en Euskadi no existía, que tendríamos que derivarla a un hospital de otra comunidad autónoma».
La travesía por el desierto fue complicada por el elevado precio de las clínicas privadas, de hasta «4.000 o 5.000 euros mensuales», y la falta de ayudas. «Tras la transferencia de la competencia el seguro escolar no cubre estos tratamientos como sí lo hace en otras comunidades».
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