Los arquitectos que se olvidan de la colada
Y... ¿dónde se cuelga la ropa?». La pregunta se la hacen hoy muchos osados que buscan alquilar o comprar una vivienda. También se la formulaban ... hace cincuenta años, en un comentario que publicó DV en su página dos con tal título: 'Y... ¿dónde se cuelga la ropa?'.
Criticaban en 1974 que algunos arquitectos se olvidaban de que los ocupantes de sus viviendas tendrían la necesidad de tender la colada. Leamos...
1974 < style >
Criticaban que arquitectos y promotores se olvidaran de ofrecer espacios adecuados para tender la colada en las nuevas construcciones. Algunas zonas decían, «parecen paisajes arrancados de un escenadio de Vittorio de Sica»
«Recibimos un día una atenta carta de un ama de casa, que después de un elogio del piso y del edificio donde vive, termina diciendo: 'Y... ¿dónde cuelgo la ropa?'. La pregunta nos la hemos repetido una y cien veces cuando recorremos la ciudad y extendemos la vista por muchas bambalinas que hieren los ojos y al sentido del buen gusto».
«La nueva arquitectura, el estilo funcional, se ha olvidado de la colada. Y cada vecino ha clavado sus hierros, ha extendido unas cuerdas y ha colgado la ropa de cada día, exponiendo así sus existencias de trapitos de mayor o menor calidad, en un mosaico de colores que hace más escandaloso el hecho y acusa mucho más fuerte aún a los promotores y redactores de unos proyectos donde no pudieron dar solución, por las razones que fueren, al impresionante problema de la ropa tendida».
Tanto como impresionante no sabemos si es, que no nos molesta tanto ver ropa tendida como el hecho de que las viviendas no dispongan de espacios cómodos para colgarla. Antes parece que les irritaba más la parte estética. Seguimos leyendo el artículo del 3-IV-1974...
«El turista que atraviesa nuestros pueblos y parte de nuestra capital se ve sorprendido por estas colgaduras que causan la consiguiente curiosidad por el contrasentido de ser advertidas en edificios de reciente construcción, en los que el patio 'va por fuera', cara al público, que puede repasar las colecciones de piezas reflejada en los sainetes de los Quintero y Muñoz Seca, o en las chulaponas zarzuelas (...)».
Apuntaban que «los numerosos vecinos que se ven obligados a sacar la colada al balcón no van a tener a mano el remedio técnico, que no lo tuvo el arquitecto en su justo momento». Y consideraban que «las ropas al balcón vienen a ser como un panfleto contra el funcionalismo de una arquitectura sin alma y sin el menor sentido de la estética en cuanto a los elementos que en un hogar se requieren (...)».
«Los propios urbanistas, los arquitectos, los que fueren, son los primeros que olvidan las Ordenanzas Municipales. Y son tantos los que cuelgan sus trapos de día, que no existe Policía Municipal que ante el generalizado y ya típico mal, se atreva a indicar que la colada desaparezca, de donde obligados por el genio de un estilo actual, se ven obligados a alinearlos, cara a cuantos pasan y observan el detalle, que en diversas zonas urbanas parecen paisajes arrancados de un escenario de Vittorio de Sica».
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