La labor que convierte la oficialidad en normalidad
Política lingüística. ·
Miren Irigoien y Amagoia Lizaso traducen las sesiones de las Juntas Generales de Gipuzkoa, un arte de máxima concentración que permite que el euskera sea un idioma institucionalLa oficialidad del euskera en Europa está siendo sometida a debate –en Madrid y Bruselas–, algo muy superado en Gipuzkoa, donde se asume que los ... discursos euskaldunes adoptan plena validez y eficacia jurídica. Para que la normalidad sea la tónica dominante, sin embargo, son necesarios el conocimiento de unos, el respeto de otros y, como aportación imprescindible, el silente trabajo de la figura del traductor o traductora, garante de que la comunicación fluya.
En las Juntas Generales de Gipuzkoa trabaja un equipo de tres intérpretes y traductoras. Traducen in situ, desde su cabina, sesiones orales (comisiones, plenos, ponencias...) del euskera al castellano, así como textos escritos en las dos direcciones. Pero sobre todo traducen la oficialidad en normalidad. Hacen factible, sencillo y natural que el euskera sea un idioma institucional. Quien no lo entiende, solo tiene que ponerse un pinganillo. «Qué poco conoce la gente nuestro trabajo, parece que viene hecho por una máquina», ironiza la oiartzuarra Miren Irigoien. Su compañera, la andoaindarra Amagoia Lizaso, le da la vuelta a la moneda: «Lo mejor para nosotras es que no se enteren de que estamos».
Miren ejerce de traductora en las Juntas desde 1989 –venía de hacer lo propio en el Gobierno Vasco– y constata que «el trabajo ha cambiado una barbaridad. Cuando empecé aquí, apenas se utilizaba el euskera. Ahora, muchísimo y en todo tipo de reuniones y comisiones. Eso requiere mucho más tiempo en interpretación simultánea y más cansancio. Las horas, por contrato, son las mismas, pero mucho más intensas».
Se acuerda de que en los inicios «un juntero de Euskadiko Ezkerra empezó a recurrir al euskera, pero eran los menos. Ahora pasa al revés. La mayoría habla en euskera y tenemos muy pocos oyentes con el auricular esperando la traducción». Y cómo no acordarse de «una de las primeras veces que me puse en la cabina y el orador empezó a recitar 'Izarren hautsa egun batean bilakatu zen bizigai...' (poema de Xabier Lete).
Adentrándose en los entresijos del oficio, Miren subraya que «cambia mucho si el ponente lee o improvisa. He de decir que la mayoría lee. Cambia el lenguaje. Cuando los llevan escritos, los textos son más elaborados, con oraciones más complejas, a lo que hay que añadir la dificultad del orden gramatical del euskera, con el verbo al final a menudo».
La dificultad de lo técnico y lo numérico
Así las cosas, «lo que nos da mucho trabajo es pedir esos documentos para poder prepararlos de antemano. Muchas veces nos los dan la víspera a última hora, o el mismo día antes de la sesión parlamentaria. Solemos estar en vilo, preocupados por si nos habrán entendido, o si nuestro interlocutor habrá pasado el mensaje, o si va a venir algún ponente más... Todo ello es importante y, claro, según cuántas sesiones tienes para traducir...».
Sin duda, los días de Pleno son los más duros, por cantidad de temas y densidad de los mismos. Amagoia es tajante al respecto. «Esos días hago siesta. Automático. Son jornadas de tensión, incluso desde antes de entrar. Venimos muy pronto. Yo he solido llegar a las Juntas a las 6.15 horas de la mañana –el Pleno arranca a las 9.30– porque estoy sin material o me lo han mandado por la noche». Miren, por su parte, advierte de que «no me preguntes qué tal estoy los días de Pleno».
La oiartzuarra explica que «cuando se improvisa, puedes preparar el campo semántico, la temática, la terminología... Ahora bien, en un discurso puede haber expresiones muy precisas. Con el asunto de la incineradora, por ejemplo, que si furanos, metales pesados... Cuanto más técnico es al asunto, más difícil para nosotras. Afortunadamente, aquí normalmente tiene más peso lo político y no se entra en detalles que, por el contrario, sí tenemos que traducir en textos por escrito».
Por añadir dificultades, Amagoia sostiene que «los números nos complican la vida. Tienes que ir apuntándolos a mano para decirlos cuando toca, porque igual no los locutas al mismo tiempo que quien habla. Y no sabes cómo de parecidos son en euskera 'mila' y 'milioia'. Y cuando es 'mila milio', o 'hamazazpi mila milioi'. A veces andamos larri».
No obstante, según Miren, «hablar rápido no suele ser la mayor dificultad. Tomas aire y sabes que tú también tienes que ir rápido. Aceleras y punto. Es peor la mala vocalización o que uno mismo no sepa muy bien lo que dice, o cuando uno hace un paréntesis que cuesta cerrar y luego vuelve al hilo de lo que estaba diciendo».
En términos generales, Amagoia resume que «para el trabajo de cabina tienes que saber no mucho pero sí de todo. Debes estar continuamente informándote. Leer la prensa todos los días y estar al tanto de la actualidad, porque en cualquier momento un ponente puede hacer una mención. Hoy mismo (por el viernes), en un momento dado de la comisión de Cuidados y Políticas Sociales, una persona ha dicho: 'Atzo El Hierron gertatu zena'. Imagínate si no sabes de lo que habla. ¿Hierro? ¿Qué?». Tiene una anécdota al respecto. «Un día entrando a la cabina me saltó una alerta de DV en el móvil con la abdicación del rey. La primera pregunta a la portavoz foral preguntaba por ello. Imagínate que no tengo ni idea».
La intérprete explica que «no traducimos palabra a palabra. Tomamos la idea, el mensaje. La literalidad sería imposible en la improvisación. Por eso tienes que entender el tema. De ahí la importancia de la documentación. A veces los oradores no leen pero traen un guion. Eso nos ayuda mucho, a veces incluso más que el texto, porque sabemos qué ideas quiere subrayar. Puedes adelantarte incluso a sus palabras. Si no sabes de qué va a hablar, cuesta un par de segundos más interpretar qué ha querido decir».
Hasta en lo físico tiene lo suyo este trabajo, cuenta Amagoia. «Yo bebo agua cuando el ponente bebe. Lo que pasa es que hay una juntera que no bebe nada y habla mucho. Si hace calor...».
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