Volver de vacaciones y enfrentarte a disgustillos. Que los pantalones Capri vuelvan para otoño es la puntilla tras no haber conseguido otra vez pisar la ... costa amalfitana ni haber tonteado en un triste velero. Lo que no me va a afectar es la supresión de los dos apellidos a los árbitros de fútbol; mantendré los míos paterno y materno como nombre artístico-literario.
Ya está en otras páginas lo del país en llamas, tierras calcinadas y gestiones caóticas, a mí me toca desengrasar. Por ejemplo con un extraño suceso en la sección de rouges de labios de una conocida perfumería: una vez recorridas tres ciudades donde la citada franquicia se expande me reconocen abiertamente: «Ha habido una rotura de stock». Si, el número 1 de los rojos mate que no transfieren cuando besas se ha acabado y no dan a basto en la fabricación. Me ha impresionado lo de la rotura de stock, como si fueran coches o repuestos de tractores.
La vuelta a la rutina está siendo fuerte: he visto avisos en portales indicando que hay constancia de nidos de gaviotas en el tejado (y era una ciudad como las nuestras). Luego ya, a miles de kilómetros, Trump va a cumplir la mayor ilusión de su mandato, montar en la Casa Blanca un gigantesco salón de baile. No espero nada bueno de eso, no me digas por qué.
Mientras, tengo en preparación y pronto en edición un pequeño libro divulgativo para veraneantes confusos sobre bocarte, anchoa y boquerón. Por la paz.
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