Itsas Balfegó sostiene que el proyecto beneficiará a los túnidos

El proyecto también sostiene que «el paso de la captura de cebo vivo al arte de cerco va a evitar las capturas de cebo vivo y las consiguientes emisiones que deben realizarse a tal fin. El arte de cerco es un arte más eficiente en términos de consumo de combustible, con lo cual la realización de las capturas deberá implicar una reducción en las emisiones por parte de la flota de pesca».

Por el contrario, las organizaciones ecologistas aseguran que la presión pesquera se trasladará a los «peces forrajeros» que se encuentran en la base de la cadena alimentaria, con lo que se corre el riesgo de «perturbar todo el ecosistema marino».

Además, los detractores de este sistema señalan que los atunes sacrificados son exportados a países consumidores, principalmente Japón, lejos de donde se producen, con lo que el transporte está contribuyendo a la emisión de gases de efecto invernadero.

Según Itsas Balfegó, la alimentación de los atunes rojos en las jaulas a partir de pescado fresco congelado «procedente de puertos de proximidad, permitirá evitar la alimentación a partir de harinas de pescado o alimentación compuesta.

La alimentación de los atunes es a base de sardina, alatxa, jurel, caballa, estornino, y algunas especies de cefalópodos. Debido a que el principal objetivo es el de aumentar la cantidad de grasa en el músculo, la mayor parte de la alimentación está basada en carnada muy rica en grasa, fundamentalmente caballa. Esta es una de las principales objeciones que se realizan a este cultivo, la presión que se ejerce sobre estas especies pelágicas.