Tres Bugatti encabezan la salida del Gran Premio de San Sebastián de 1929. El número 2 estaba pilotado por Georges Philippe, que era hijo del multimillonario Rotschild.. FOTOS ARCHIVO RACVN

Cuando los bólidos enfilaban la N-I

Aniversario. ·

Se cumplen 100 años del circuito de Lasarte, que hizo de las carreras de coches el más multitudinario espectáculo que se recuerde en Gipuzkoa

Borja Olaizola

San Sebastián

Jueves, 18 de mayo 2023, 02:00

Hubo un tiempo en que San Sebastián fue la capital mundial del deporte del motor. El circuito de Lasarte congregaba durante el verano a los ... mejores pilotos y escuderías del momento en jornadas que despertaban una expectación sin precedentes entre la población local. Las carreras de coches, concebidas inicialmente como un atractivo turístico más, terminaron siendo el espectáculo preferido del público de la época. La última de las once ediciones del gran premio de San Sebastián reunió en 1935 a 150.000 espectadores, cifra que duplica la de habitantes que tenía entonces la capital donostiarra y que aún hoy constituye un récord de asistencia a una competición en Gipuzkoa.

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La última de las once ediciones de la prueba, la de 1935, congregó a 150.000 espectadores en torno al circuito

El circuito de Lasarte nació en los felices veinte del siglo pasado. Ayudada por la bonanza económica de la época, San Sebastián vivía una profunda transformación con la inauguración de proyectos como el Paseo Nuevo o el casino del Gran Kursaal. Convertida en capital estival del país gracias a la presencia de la familia real, las autoridades locales buscaban fórmulas para atraer nuevos visitantes. La organización en 1922 de una feria de muestras tuvo tan buena acogida que la corporación decidió repetir la experiencia un año más tarde dedicando un espacio específico al automóvil.

El coche era entonces el símbolo por excelencia de la modernidad, así que el alcalde, Felipe Azcona, decidió añadir un atractivo adicional a la feria: la celebración de una semana automovilista con pruebas de motos y coches. «El alcalde era consciente de que las carreras se habían convertido en el acontecimiento de moda en Europa y estaba convencido de que iban a atraer a miles de aficionados del otro lado de la frontera», recapitula Angel Elberdin, autor del libro 'Circuito de Lasarte. Memorias de una pasión'.

El público abarrotando el circuito en 1934.

La elección del trazado

No era fácil poner en pie un gran premio de la nada, así que los promotores invitaron a San Sebastián a Charles Faroux, de la revista 'L'Automovile', que controlaba todos los entresijos del entonces incipiente deporte del motor. Faroux visitó la ciudad y recorrió todas las carreteras que había a su alrededor hasta que dibujó un anillo de 17,8 kilómetros que tenía el punto de partida en el caserío Txartel de Lasarte, situado donde hoy se alza el hotel del mismo nombre. El trazado avanzaba hacia Andoain por lo que hoy es la A-I (la antigua N-I) y de allí giraba a la izquierda en dirección a Urnieta para seguir hasta Hernani. Tras atravesar la localidad, desembocaba en Galarreta y se internaba en Lasarte después de salvar Rekalde hasta llegar de nuevo a Txartel.

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Definido ya el circuito y levantadas las tribunas para acoger a los espectadores, el segundo desafío era atraer a los principales pilotos y escuderías del momento. Faroux fue una vez más providencial y movió todas sus influencias para que en la parrilla de salida de San Sebastián se diese cita a la flor y la nata del automovilismo. «Las carreras eran una forma de vender coches y España era un mercado muy apetecido por los principales fabricantes, que no dudaron en trasladar a Lasarte a sus mejores equipos», apunta Elberdin.

Trazado del circuito original de Lasarte, que tenía una longitud de 17,8 kilómetros.

La primera edición del Gran Premio de San Sebastián, que contemplaba carreras tanto de coches como de motos, tuvo tanto éxito que eclipsó por completo la feria de muestras de la que había surgido. La organización, sin embargo, tuvo que hacer frente a un problema: la ausencia de fondos para retribuir los premios en metálico de los vencedores. Los perjudicados elevaron una queja a la AIACR, asociación francesa que controlaba el deporte del motor, que amenazó con vetar cualquier prueba internacional que se celebrase en España. Fue finalmente el Ayuntamiento de San Sebastián el que saldó la deuda y abrió de esa forma la puerta a una nueva edición del gran premio.

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«Todo el mundo hablaba de las carreras de coches, que eran algo nuevo, y la gente acudía en masa a Lasarte a ver cómo eran»

El incidente está en el origen de la creación del Real Automóvil Club de Guipúzcoa, embrión de lo que hoy es el Real Automóvil Club Vasco Navarro. El club, integrado por un nutrido grupo de donostiarras aficionados al automovilismo, asumió a partir de entonces la tarea de organizar la prueba bajo la presidencia de Manuel Rezola. La experiencia de la nueva organización, más familiarizada con el mundo del motor, se dejó notar en la segunda edición, que se celebró en septiembre con un éxito aún mayor que la anterior. Prueba del buen sabor de boca que había dejado la carrera es que pocos meses después la asociación AIACR adjudicó a San Sebastián el Gran Premio de Europa de 1926, la cumbre de las carreras automovilísticas de la época, que se celebraba cada año en un país distinto.

La piloto Jeanine Jennky participó en la edición de 1928. RACVN

El nombre de San Sebastián quedó asociado a partir de entonces al de circuitos como Monza, Lyon o Spa Francorchamps. El trazado de Lasarte fue mejorado con la incorporación de una variante para que los bólidos no atravesasen el centro de Hernani. También se instalaron 25 teléfonos a lo largo del recorrido y aparatos telegráficos para comunicar directamente con Burdeos, Madrid y Bilbao. Todo un alarde tecnológico que consolidó el prestigio internacional de un gran premio que se había ganado el fervor incondicional del público. «Las carreras de coches eran algo nuevo, se oía hablar de ellas a todas horas y la única forma de satisfacer esa curiosidad era ir al circuito, de forma que cada edición tenía más espectadores», indica Elberdin. La prueba de 1926, añade, congregó a 120.000 espectadores.

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Alfonso XIII visita el circuito de Lasarte en 1923

Canto del cisne

El circuito lasartearra volvió a acoger a los más destacados pilotos y coches de la época durante los siguientes cuatro años a pesar de la crisis de 1929, que golpeó con contundencia al mundo del automovilismo. La proclamación de la II República en 1931 trastocó los planes de la organización, que dependía de las ayudas de las instituciones para llevar adelante el gran premio. Los nuevos gobernantes, que no tenían entre sus prioridades la promoción del turismo, desoyeron las peticiones que les llegaban desde las autoridades donostiarras. Las gestiones realizadas por el Automóvil Club ante Indalecio Prieto, entonces ministro de Obras Públicas, dieron finalmente resultado y el circuito de Lasarte revivió en 1933 con la presencia de las escuderías oficiales de Bugatti, Alfa Romeo y Maserati.

Pesaje de los coches en el puerto de San Sebastian en 1924.

El poderío de la industria del motor alemana puso fin en 1934 y 1935 a la hegemonía de las marcas francesas e italianas, que habían dominado hasta entonces la prueba. Mercedes y Auto Unión, que luego derivaría en Audi, controlaron con sus revolucionarios bólidos el circuito de San Sebastián, convertido ya en un irresistible imán para la población de la época. Las máquinas diseñadas por ingenieros como Ferdinand Porsche, 'padre' del popular Volkswagen 'Escarabajo' y de la marca de deportivos que lleva su apellido, volaron sobre el asfalto lasartearra y batieron todos los récords con velocidades punta de hasta 238 kilómetros hora en la recta de tribunas.

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La edición de 1935 fue el canto del cisne del gran premio de San Sebastián. Se calcula que nada menos que 150.000 espectadores se acercaron al circuito a presenciar la carrera. «Sirva como referencia que aquel domingo se movilizaron 59 trenes y se vendieron 21.819 billetes entre Vitoria e Irun», argumenta Elberdin. El rotundo éxito acalló todas las críticas que habían suscitado las subvenciones públicas a la carrera y también abrió el camino al proyecto de un circuito permanente.

Cartel de la carrera de 1935.

La sublevación de 1936 y la posterior Guerra Civil, sin embargo, pusieron fin al sueño de resucitar Lasarte y todas las tentativas posteriores en esa dirección terminaron fracasando. Con la perspectiva que da el paso del tiempo, resulta inevitable la sensación de haber echado al cubo de la basura el enorme esfuerzo que realizaron los creadores de la carrera, sobre todo si se tiene en cuenta que el gran premio de Lasarte nació el mismo año que Le Mans, que este año tiene previsto celebrar por todo lo alto el centenario de sus celebérrimas 24 horas.

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