«Mi tío me confesó que salió vivo de Mauthausen de milagro»
Los 80 guipuzcoanos que fueron deportados a los campos de concentración nazis han recibido hoy por primera vez un homenaje en su territorio de origen de manos de la Diputación
Entre dos meses y medio año. Eso es lo que solían durar los prisioneros que eran internados en el campo de concentración de Mauthausen ... antes de doblar la rodilla abandonarse a la muerte. El donostiarra Ignacio Garmendia, de 31 años, aguantó vivo tres meses mientras que Juan Redondo, también de San Sebastián, murió con 53 al cabo de cinco meses en el presidio austriaco. Garmendia y Redondo son dos de los cerca de 80 guipuzcoanos que pasaron por los campos de concentración nazis, una realidad poco conocida que ha empezado ahora a salir a la luz gracias a los trabajos de investigación de algunos historiadores. Los deportados de Gipuzkoa serán los protagonistas hoy de un homenaje que les rendirá la Diputación, el primer reconocimiento institucional que reciben en su tierra de origen cuando se cumplen 76 años de la liberación de los campos nazis.
«Mi tío José María Aguirre, que vivía en Irun, me confesó que salió vivo de Mauthausen de milagro», recuerda Etxahun Galparsoro, un joven historiador donostiarra que se ha convertido en uno de los principales pilares de la memoria de los vascos que pasaron por los campos de concentración del III Reich. El interés de Galparsoro por lo que ocurrió en los centros de exterminio tiene mucho que ver con sus lazos familiares. «Por casualidades de la vida hasta tres de mis tío-abuelos llegaron a estar internos en los campos, así que es un tema que me ha acompañado desde niño. Uno de ellos, Marcelino Bilbao, solía pasar las vacaciones con nosotros en Donostia y hablaba con frecuencia de los horrores que había vivido en Mauthausen. Era de Alonsotegi, luchó con los republicanos de la CNT en la Guerra Civil y cuando tuvo que huir al exilio en Francia fue capturado por los nazis y deportado a Mauthausen«.
Los campos de exterminio fueron los protagonistas de los primeros trabajos de Galparsoro cuando inició sus estudios de Historia. «Me di cuenta de que había un gran vacío en lo que se refería a los vascos que habían pasado por ellos, así que poco a poco me fui metiendo en el tema con la ayuda de los testimonios de mis tíos«. El laborioso trabajo de investigación del historiador donostiarra cristalizó en el libro 'Bilbao en Mauthausen', publicado el año pasado, el primero que se hace eco del paso de los deportados vascos por los campos del nacionalsocialismo alemán. La obra, que se ha convertido en una referencia indispensable para quien quiera conocer los detalles de una realidad de la que hasta ahora se sabía muy poco, retrata los horrores de los presidios nazis a partir de las vivencias de Marcelino Bilbao.
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Galparsoro tiró de la investigación que lleva a cabo para preparar su tesis doctoral para dar forma al que hasta ahora es el trabajo más completo sobre los vascos que pasaron por los campos alemanes. La tarea, realizada en colaboración con el doctor en historia Josu Chueca para Gogora, el instituto del Gobierno Vasco llamado a preservar la memoria histórica, puso cifras y nombres a aquella realidad: un total de 253 vascos, 80 de ellos originarios de Gipuzkoa, pasaron por los campos nazis. «En la primera etapa, la que va de 1940 a 1941, fueron deportados los vascos que se habían exiliado y que se habían enrolado en el ejército francés«, detalla Galparsoro.
«Cuando los alemanes invaden Francia le preguntan a Serrano Suñer, entonces ministro de Exteriores, a ver qué hacen con los españoles que estaban allí y él les responde aquello de que 'fuera de España no había españoles'. Entonces los nazis los hacen prisioneros y los llevan a Mauthausen, que en aquellos años era el campo de concentración más duro que había«. Solo una tercera parte de los 26 guipuzcoanos que fueron llevados al presidio austriaco en aquella primera etapa logró sobrevivir. «Todavía no había empezado el exterminio de los judíos en las cámaras de gas, pero el traslado a Mauthausen era una pena de muerte segura. Los internos tenían que trabajar en una cantera tirando de pico y pala en unas condiciones terribles, con temperaturas de 20 bajo cero en invierno y en una total ausencia de higiene. El ciclo de exterminio duraba entre dos y seis meses, eran pocos los que llegaban a sobrevivir más tiempo«.
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A partir de 1942 las condiciones fueron menos severas. «En la segunda fase, que dura desde 1942 hasta el fin de la guerra en 1945, fueron deportados a los campos nazis 54 guipuzcoanos, muchos de ellos apresados por colaborar con la Resistencia francesa. Algunos son vecinos de Irun y de Donostia que habían encontrado trabajo al otro lado de la frontera y que solían colaborar con las redes de franceses que luchaban contra los alemanes con la ayuda de los aliados. A muchos les llevan a Buchenwald y Dachau, donde las posibilidades de supervivencia son algo mayores porque a Hitler se le había empezado a complicar la guerra y había decidido que tenía que sacar rendimiento de los prisioneros«. Muchos de aquellos deportados fueron capturados por un siniestro policía francés, Pierre Napoleón Poinsot, que dirigía desde Burdeos un equipo conocido por sus métodos sanguinarios que se convirtió en uno de los principales soportes del régimen nazi en la Francia ocupada.
Galparsoro ha tenido oportunidad de recopilar testimonios de algunos de aquellos deportados. Es el caso de Eugenio Halli, vizcaíno afincado en Irun que fue trasladado a Buchenwald en 1944. «Tuve acceso a un escrito suyo en el que contaba cómo hacían pasar a los muertos por vivos llevando los cadáveres a las colas donde se servían los ranchos para así conseguir otra ración de comida. Es un testimonio espeluznante en el que narra cómo se comían las suelas de los zapatos o habla de los órganos que extraían a los prisioneros o de las inyecciones que les metían en los experimentos médicos. También menciona a la mujer del comandante de Buchenwald, que coleccionaba trozos de piel tatuada. Ordenaba matar a los prisioneros tatuados y hacía que les cortasen la piel para añadirla a su siniestra colección«.
Casi todos los deportados que sobrevivieron, 49 de ellos guipuzcoanos, se establecieron en Francia tras la derrota de los nazis. Eso explica en parte que su historia haya pasado desapercibida hasta ahora. «La mayoría de ellos fueron perdiendo vínculos con el País Vasco, incluso hay algunas familias que han descubierto ahora que tuvieron un allegado en un campo de concentración. Por ejemplo, los sobrinos de Pascual Ascasibar, vecino de Elgeta, conocieron la noticia de que su tío había pasado por el campo de Neuengamme por boca de la historiadora Ana García«. El desconocimiento de esos episodios, continúa el historiador donostiarra, tiene que ver también con el franquismo, poco interesado en sacar a la luz sus vínculos con la Alemania nazi tras el triunfo de los aliados. »Digamos que hubo una confluencia de circunstancias que hicieron que la historia de los deportados vascos haya sido ignorada durante muchas décadas«, resume Galparsoro.
El homenaje que la Diputación les tributará hoy, el primero que se les hará en su tierra de origen, busca resarcir ese olvido y recuperar la memoria de un tiempo atroz para que las nuevas generaciones sean conscientes de su existencia. Al acto, que tendrá lugar cuando se han cumplido ya 76 años de la liberación de los campos de exterminio tras la derrota el nazismo, está previsto que acudan familiares de algunos de los deportados.
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