En la comisaría de Policía las taquillas están protegidas con candado. Líderes comunistas celebran bodas aristocráticas y la iglesia se gasta, estos días, cinco millones ... en convencerte para que marques la X en la casilla de la renta. Los candidatos populistas no buscan consensos sino culpables y, entre los mejores discursos de esta campaña, más de uno están escritos por una Inteligencia Artificial. Pocos asocian ya ecología con austeridad y llamamos reciclaje a romper botellas, procesarlas y volver a fabricarlas. Vivimos tiempos extraños desde que las revoluciones, cuál no, probaron la manzana del consumismo.
Somos una sociedad cansada, apaleada por años de incertidumbre, que nos lamentamos al mismo tiempo que intentamos digerir nuestras paradojas. Nos quejamos del turismo pero dos tercios de nosotros viajamos por ocio el verano pasado. Lloramos el declive del comercio local y cada año compramos en Amazon un 10 por ciento más. Tecleamos nuestras quejas sobre la deriva de esta sociedad en un iPhone de mil euros y nos declaramos insatisfechos con un estilo de vida que, si escarbas un poco, no parece que nadie tenga demasiado interés en cambiar.
Nunca los humanos hemos sido tan individualistas, nunca hemos delegado tanto los deberes comunes en la administración. Sí, son tiempos extraños. Hoy, muchos no encontrarán diez minutos para acercarse a su colegio electoral. Por la noche, los mismos exigirán más compromiso a los que resulten elegidos para gobernar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión