Ocurrió por casualidad, hace más de veinte años. En una taberna destartalada de la isla escuchamos a unos pescadores jubilados comentar sus capturas del día. Hablaban de un paraje solitario, cerca de un hotel abandonado en los años 70 en una zona salvaje que nunca se urbanizó. asamos unos días explorando los senderos de piedras que bordean la costa y, finalmente, divisamos unas ruinas. Pero fue al acercarnos cuando descubrimos el auténtico tesoro.
A los pies del acantilado, las olas habían erosionado la roca volcánica hasta excavar una hilera de piscinas naturales. Pozos profundos, platos lisos, inmensas lagunas ... saladas donde zambullirse y bañeras individuales que abarcan todos los tonos del océano. Durante años, los que lo conocíamos, mantuvimos en secreto un rincón tan solitario que, algunas veces, despertaba cierto temor pasar tantas horas sin ver a nadie. Después, llegó Instagram y el geoetiquetado, que permite ubicar exactamente el lugar donde se ha tomado una foto.
És sólo un pequeño ejemplo de cómo nuestro uso de las redes sociales está transformando el turismo. En el informe mundial de consumidores Stackla, un 52 % de los viajeros afirma que ha planeado visitar un destino basándose en una imagen que vieron en el perfil de amigos o conocidos. El 60% afirmó que el contenido de los usuarios influye más en la elección de sus vacaciones que cualquier campaña. Hoy, si buscas las piscinas naturales en google hay más de cien mil resultados.
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