De palabra, quizá. De obra, tal vez, pero, ¿ de pensamiento? De todas las letanías que memoricé de niño nunca encajó en mi cabeza que uno ... pudiera pecar por el mero hecho de pensar. En aquellos años de hegemonía la Iglesia intentó inculcarnos que existe una fuerza sobrenatural capaz de detectar en nuestro cerebro un pensamiento impuro y castigarnos por albergarlo entre sus pliegues.
Publicidad
Desde el primer día en que comenzamos a hacernos preguntas, los poderes legales, éticos, escolares, espirituales o familiares que nos rodean muestran un interés manifiesto por regular y uniformizar nuestro pensamiento. No existe un territorio más extenso que la mente y es golosa la ambición de ostentar el cargo de policía del pensamiento. Poder decidir donde se ubica la frontera que separa los pensamientos virtuosos de los sucios y castigar el vicio de pensar.
Todo lo que nos rodea existe porque alguien lo ha imaginado. La sociedad progresa al ritmo de las nuevas ideas y éstas se reproducen en mentes libres capaces de imaginar, desear y soñar. Los nostálgicos recuerdan la vida como fue, los conservadores quieren asentarse en un presente que no evoluciona pero sólo los que se sienten libres para pensar pueden imaginar el futuro.
La conquista más valiosa de nuestros tiempos es la libertad para pensar diferente. La mayor herencia que puedo legar en vida es demostrar a mis hijas que pueden hacer volar sus pensamientos tan lejos como quieran sin temer el castigo o la vergüenza de haber pecado.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión