Mi pareja, mis dos hijas y sus dos hijos. Cerrar los ojos y sentirme en paz. Saberme querido por los que quiero. Pasear sólo y ... que me guíe el azar. Dormir bien. Un amigo con quien siempre puedo contar. Una casa en la que me siento en casa. Una cama dura, sábanas limpias, un sofá cómodo, una toalla pesada y suave, una ducha de techo con mucho caudal. Una biblioteca con libros pendientes de leer. Otra biblioteca con libros para mirar.
Septiembre y Octubre. Mantener despierta la curiosidad. Cocinar para la gente que quiero. Abrir un buen vino mientras cocino. Arreglar el mundo, nuestro mundo, tumbados en la cama antes de levantarnos el domingo. Ver florecer una glicinia en abril, una buganvilla en julio y alguna otra trepadora perfumada. Irnos a la cama a la vez. Un ramo de flores en el salón, preferiblemente de Lilium blancos. Ver películas en pantalla grande. Ser consciente de mi suerte. Ver llover. Música de fondo.
Ver crecer a mis hijas. Un par de proyectos que llevar adelante. Aprender algo nuevo cada día. Conocer personas con una historia que contar. Almacenar cosas viejas. Vivir en una relación primeriza aunque ya hayan pasado dos décadas. Una playa con olas. Tres o cuatro restaurantes y un par de bares. Lanzarote. Trabajar con gente con la que parece que no trabajo. La risa floja. Apreciar los detalles. Comer en la terraza. Sal y mucha pimienta.
A falta de algún olvido, estos son los ingredientes de mi vida. Todo lo demás es guarnición.
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