Cuenta la leyenda que en 1536 el célebre gastrónomo renacentista Bartolomeo Scappi, cocinero personal de los Papas Pío IV y Pío V, preparó un banquete ... colosal, compuesto por 800 platos, para agasajar a Carlos V tras un prolongado asedio al Vaticano.
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Hoy, la actualidad se parece a ese banquete caótico y excesivo. Un menú infinito en el que los sabores trágicos, cómicos y absurdos se encadenan en pequeñas raciones sin orden ni sentido. En medios y redes, la muerte convive con la risa, la belleza con la rabia, la sabiduría con el mal gusto, la inspiración con la violencia.
Se suceden un minuto desgarrador desde Gaza, un reto viral gracioso, una influencer que llora por su ruptura, una receta de croquetas, un terremoto y 1000 vidas en 140 caracteres, un perro con gafas de sol bailando sobre sus patas traseras, todo tipo de excesos de ricos y la salida de tono del último político. No hay jerarquía emocional. Solo una secuencia frenética de estímulos y emociones fragmentados, que sustituyen a los anteriores antes de que estos acaben.
A estas alturas de Julio estoy empachado. Mi mente es esa larga mesa de Bartolomeo Scappi, en la que se amontonan platos sin probar, estímulos sin tiempo ni espacio para asimilar. No hay digestión, ni recuerdo, ni conciencia. Tan solo una saturación emocional disfrazada de actualidad. Y cuando estoy así, la atención se dispersa, la empatía se fragmenta y hasta lo más grave se trivializa. Llega agosto, qué mejor momento para una dieta detox.
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