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Gipuzkoa alcanza la cifra de emigrantes más alta de la historia

11.555 personas salieron del territorio en busca de nuevas oportunidades tras la pandemia, el triple que hace treinta años, cuando solo se fueron 4.700 guipuzcoanos

Viernes, 17 de febrero 2023

Gipuzkoa bate récords y alcanza la cifra de emigrantes más alta de la historia. Cada vez son más las secuelas de la pandemia y esta, ... en parte, es otra de ellas. El coronavirus ha tenido una influencia directa en los movimientos migratorios, lo que ha llevado a Gipuzkoa a registrar cifras récord de emigración. 11.555 personas salieron del territorio en busca de nuevas oportunidades en 2021 -últimos datos disponibles-, casi el triple que hace treinta años, cuando solo se fueron 4.700. Son cifras del instituto vasco de estadística Eustat, que empezó a recoger estos datos en 1988 y desde entonces no habían detectado un número tan alto de salidas del territorio.

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Hace años que los expertos perciben una tendencia al alza en cuanto a partidas, pero la crisis sanitaria ha propiciado un acelerón. Sin ir más lejos, desde 2019, año en el que estalló la pandemia, el número de emigrantes en Gipuzkoa ha subido un 6,5% La mayoría de quienes recientemente se han marchado son hombres, 6.347, frente a 5.208 mujeres. A pesar del parón de 2020, cuando se cerraron las fronteras y se limitó el libre movimiento entre comunidades e incluso municipios, la emigración ha aumentado notablemente en los últimos años.

Los motivos son varios, pero principalmente se clasifican en dos: la falta de oportunidades laborales con las que se encuentran los jóvenes en Gipuzkoa tras graduarse y las dificultades en el empleo que trajo el coronavirus y que hizo que centenares de inmigrantes que residían en el territorio volvieran a sus países. El municipio que más personas ha perdido, así, es San Sebastián, al tratarse del que mayor población tiene. 3.514 donostiarras se fueron de su ciudad en 2021. Le sigue Irun, con 1.743 emigrantes; y Errenteria, que se aleja de los dos primeros con 527 salidas. Por contra, en las localidades más pequeñas y, al mismo tiempo, más envejecidas, apenas ha habido emigración. Solo una persona se fue de Altzaga en 2021, al igual que de Beizama. Pueblos como Elduain o Gaztelu ni siquiera registraron ningún emigrante.

La gran mayoría de quienes se van de su ciudad son, así, personas son jóvenes, que se marchan a otros países en busca de nuevas y, sobre todo, mejores oportunidades laborales. Las causas, matiza Miren Saratxaga, directora de Juventud, «hay que contextualizarlas en relación a una tendencia global a la movilidad, y no como una huida de Euskadi». A pesar de la «tendencia constante» que observan en la emigración desde el Gobierno Vasco, «la tasa de retorno de las personas de 18 a 34 años se sitúa en el 50%», esto es, la mitad de los que se van, vuelven al cabo del tiempo. «Las personas que marchan al extranjero se dan un período de prueba, pero si las circunstancias favorecen la estabilidad personal, familiar y ocupacional es menos probable que vuelvan», explican.

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¿Pero, qué hay que hacer para retener el talento de los jóvenes? «En un mercado de trabajo global, existen dificultades para atraer el talento de otros países y retener todo nuestro talento al mismo tiempo», admite Saratxaga. «Si las empresas vascas luchan por internacionalizarse es lógico que algunas trabajadoras cualificadas también lo hagan», reflexiona.

Retorno de extranjeros

Además de los jóvenes, hay otro grupo abultado de inmigrantes que han regresado a su hogar. Quienes más han emigrado son los rumanos. «Antes de la pandemia Rumanía era, en el caso de Gipuzkoa y Euskadi, uno de los orígenes más importantes», explica Oier Ochoa de Aspuru, investigador del observatorio vasco de inmigración Ikuspegi. A partir de la crisis sanitaria, sin embargo, «el número de personas rumanas se ha reducido, bien porque han decidido volver a su país o se han mudado a alguna otra comunidad autónoma». A 1 de enero de 2020 habían en el territorio 5.058 personas de origen rumano, frente a loas 4.928 del 1 de enero de 2022, según datos del instituto nacional de estadística INE. En el caso de Portugal también se percibe «una ligera diferencia» entre el número de portugueses empadronados en Gipuzkoa en 2020, que eran 3.256, y en 2022, cuando bajaron a 3.154.

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Todas estas salidas las relacionan desde Ikuspegi con «la situación económica y laboral. Los nichos laborales de la población de origen extranjero son el comercio, la hostelería y el trabajo del hogar y cuidados», que suelen ser «trabajos precarios en los que, con la pandemia, las condiciones han ido a peor. Incluso hubo casos de vulnerabilidad de derechos», señala Ochoa de Aspuru. Se vieron, por ejemplo, «casos de mujeres cuidadoras que fueron despedidas porque la familia tenía miedo de que pudieran meter el virus en casa», a lo que se suma la irregularidad sobrevenida. Esto es, «personas de fuera de la Unión Europea que anteriormente tuvieran los papeles en regla y tras perder el trabajo por la pandemia pasaran a una situación de irregularidad». Con ello, pierden el permiso de residencia, lo que puede «condicionar en cierta medida» su decisión de abandonar Gipuzkoa, en este caso.

Sea como fuere, al menos en la actualidad el saldo migratorio es aún positivo. La población extranjera residente en Gipuzkoa supera ya las 61.800 personas. El 8,6% de la totalidad de los habitantes del territorio son inmigrantes y la mayoría tienen nacionalidad americana

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Belén Martín Atlanta (EE UU)

«Me fui a Atlanta en busca de oportunidades en el ámbito de la investigación»

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Belén Martín tiene 25 años. A pesar de ser de San Sebastián, ahora reside en Atlanta, Estados Unidos, donde aterrizó hace dos años y medio aproximadamente. ¿Pero, que llevó a esta joven donostiarra a tomar la decisión de cruzar el charco y afincarse lejos de su familia y amigos? «Me fui en busca de oportunidades. Quería dedicarme a la investigación en un área muy concreta, inteligencia artificial. En Gipuzkoa no se le da tanta importancia y no hay tantos recursos como en EE UU. Los medios que hay aquí en las grandes universidades, donde además hay muchos investigadores... Me llamaba mucho la atención trabajar con estos 'cracks'», reflexiona.

A Martín no le quedó otra. Si quería indagar en la investigación tenía que dejar atrás su querida Donostia. Y no lo dudó. Se fue a Atlanta a perseguir sus sueños. Cuando llegó, se encontró con un estilo de vida muy diferente. Tuvo que cambiar el 'chip'. «Por ejemplo, entre las cosas culturales que me llamaron la atención está que la gente planea todo de antemano. Si el viernes voy a tomar algo con mis compañeros del laboratorio ya me envían un mensaje el martes, que se queda guardado en el calendario como si fuera una reunión», dice. «Es impensable que el plan surja de manera imprevista el mismo día», bromea. Pero vivir en una gran ciudad tiene también «otras cosas buenas: museos gratis, muchos conciertos... Y, sobre todo, he conocido a mucha gente muy brillante y diversa». Su vida «ha cambiado muchísimo» desde que se fue de Donostia y, aunque tiene aspectos negativos, también tiene otros positivos. Martín en muy consciente de ello.

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Sentimientos encontrados

La decisión de salir de su ciudad no le resultó «muy complicada». Ella estaba dispuesta a hacer todo lo que estaba en sus manos para prosperar profesionalmente hablando, por lo que estaba «muy emocionada por el proyecto». No le importaba los retos a los que se pudiera enfrentan mientras que consiguiera profundizar en su sueño profesional. Sus hermanos habían hecho algo similar y tenía buenas referencias. Lo que «más miedo» le dieron fueron «las restricciones por Covid». Llegar a Atlanta y no poder salir de casa.

En estos momentos, está haciendo un doctorado en la universidad y, mientras tanto, se ha sacado un máster. Martín está aprovechando al máximo su estancia en el extranjero. En navidades volvió a Donostia, «la mejor ciudad del mundo», y la echa «mucho de menos. Si las oportunidades laborales de Estados Unidos existieran en San Sebastián no me habría movido de ahí. Eso sería lo ideal». Mientras que las condiciones laborales de Euskadi y España no le equiparen a las de otros países, Martín seguirá fuera. Eso sí, tiene la «intención de volver a Europa, aunque no sé si va a ser posible continuar con mi investigación en Donostia. Ojalá pudiera tener las dos cosas. A veces da la sensación de que tienes que elegir, entre lo profesional o lo vital», se resigna.

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«Si las oportunidades de Estados Unidos existieran en San Sebastián no me habría movido de casa. Eso hubiera sido lo ideal»

Es más, cree que si se hubiera quedado en Gipuzkoa «no hubiera aprendido tanto profesionalmente ni abierto tanto de mente». Probablemente, se hubiera quedado «sin conocer a gente experta como con la que trabajo ahora. Por eso, no me arrepiento de haberme ido», asegura la joven. Apenas han pasado cuatro meses desde que el donostiarra Javier Fernández llegó a Basilea, una ciudad ubicada a orillas de río Rin y conocida como la capital cultural de Suiza. Fue en este cantón de habla alemana donde a Fernández le surgió «una oportunidad laboral» en su sector.

Javier Fernández Basilea (Suiza)

«Algún día volveré a Donostia, pero a corto o medio plazo lo veo difícil»

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Apenas han pasado cuatro meses desde que el donostiarra Javier Fernández llegó a Basilea, una ciudad ubicada a orillas del río Rin y conocida como la capital cultural de Suiza. Fue en este cantón de habla alemana donde a Fernández le surgió «una oportunidad laboral» en su sector. «Dejar tu casa siempre es difícil. Allí tengo a mi familia y a mis amigos más cercanos, con los que he estado desde pequeño. Por eso, me resultó complicado irme, pero a la vez me motivaba afrontar esta experiencia de vivir en otra ciudad», reflexiona este joven de 32 años.

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Fernández ya sabía lo que era vivir en otro país. Es más, «siempre» le ha atraído la idea de estar una temporada en el extranjero y «tras realizar un semestre de Erasmus en Alemania», con su pareja se planteó «volver algún día al país durante una larga temporada para mejorar el idioma». Al final, «curiosamente», no fue Alemania el lugar elegido. Las circunstancias laborales le llevaron a Suiza.

En estos primeros meses su vida «ha cambiado mucho». Al mudarse lejos, explica, «pasas de tener un grupo de amigos con los que quedas a menudo a tener que conocer a gente nueva». Lejos quedaron los «partidos de pádel den cuadrilla y los partidos de la Real Sociedad en Anoeta». Esos planes de toda la vida se han visto suplantados por «conversaciones en alemán en inglés con nuevos amigos y planes con algunos compañeros de trabajo». Fernández también echa de menos las tardes de verano en una terraza o las noches de cine con los de toda la vida. Sin embargo, «estoy muy contento con cómo se ha portado la gente conmigo desde que empecé en mi nuevo trabajo en Suiza», asegura, donde vive junto a su pareja. «Los compañeros y los jefes se han mostrado muy cercanos y predispuestos a ayudarme con lo que sea. Me acogieron muy bien, preocupándose por que estuviera a gusto desde mi llegada e invitándome a los planes. Me pusieron la integración realmente fácil y es de agradecer».

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«Algún día volveré a Donostia, pero a corto o medio plazo lo veo difícil»

Aun y todo, «es imposible no echar de menos Donostia, la familia y los amigos. Por suerte», comenta, «hoy en día hay muchas facilidades para mantener una comunicación regular con todos los seres queridos y también para volar». Fernández ya ha localizado vuelos diarios desde Suiza a España, «lo que hace que la distancia se lleve bastante bien». ¿Pero, entonces, le gustaría volver a Donostia algún día? «Sí, ahí es donde tengo a mi gente más cercana. No obstante, con mi situación personal y laboral, a corto o medio plazo lo veo bastante improbable. Eso sí, de visita seguiré yendo a menudo». Y, si tiene suerte, en alguno de esos viajes retomará sus planes antiguos, como «las cenas en la sociedad con los amigos y algún partido en Anoeta. Hasta las celebraciones familiares. Eso seguro que no me perdería si estuviera viviendo en San Sebastián», reconoce.

Daniel Lizarbe Bristol (Reino Unido)

«Tomar la decisión de salir de San Sebastián no fue nada fácil»

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Daniel Lizarbe es ya un vecino más de Bristol (Reino Unido), donde vive desde hace seis años. Tras terminar sus estudios en Donostia, ciudad que le vio nacer y crecer, se mudó a Inglaterra en busca de un «cambio». Para este joven de 31 años «no fue nada fácil» tomar la decisión de salir de San Sebastián. «Soy hijo único, tengo una familia muy pequeña y tenía una vida muy cómoda allí, pero gracias al apoyo de mis padres decidí dar el salto», admite ahora, cuando echa la vista atrás. Era 2016 cuando le surgió la oportunidad de crecer profesionalmente fuera de casa. Tras terminar la carrera de Administración de Empresas (ADE) en el campus de Deusto de Donostia, empezó a trabajar en la capital guipuzcoana. Al poco, se inscribió en las becas Global Training de prácticas en el extranjero. «Desde entonces, mi vida ha cambiado muchísimo tanto en lo profesional como en lo personal», asegura desde por teléfono Bristol, que se ha convertido ya en su domicilio habitual.

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Lizarbe hizo frente a ese miedo que le invadió cuando llegó el momento de tomar una decisión sobre su futuro y ahora no se arrepiente. «En el ámbito profesional, he descubierto la gestión de proyectos. Nunca antes había trabajado en esta área y me encanta», dice. ¿Y cómo le ha cambiado esta aventura en su vida personal? «He evolucionado muchísimo como persona. Cambiar de ciudad te hace salir de tu zona de confort, te tienes que buscar la vida y aprender a valorar mucho más las cosas, así como a abrir tu mente».

«En un futuro me gustaría volver a Gipuzkoa. He crecido mucho estos años, pero Donostia tiene una calidad de vida increíble»

Si en vez de volar a Bristol Lizarbe se hubiera quedado en Gipuzkoa «probablemente habría seguido trabajando en la banca o habría buscado otro trabajo relacionado con las finanzas», pero no cree que «hubiese tenido la posibilidad» de adentrarse en el mundo de la gestión de proyectos. «Me habría costado mucho salir de casa de los aitas porque la vida era muy cómoda, no tendría la mentalidad que tengo ahora, habría dejado de conocer gente maravillosa y no creo que hubiera valorado nuestra cultura y la vida en San Sebastián tanto como ahora», reflexiona.

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Es más, si a este donostiarra le preguntan si echa de menos Donostia, no duda en la respuesta: «¡Por supuesto! De hecho, suelo volver a menudo a casa para visitar a familia y amigos. Los comienzos en Bristol fueron duros, pero no cambio para nada la experiencia de vivir en el extranjero». Como dice el refranero, no hay mal que por bien no venga. Lizarbe conoció a su actual pareja en Bristol y ahora sueña con volver a afincarse en San Sebastián con ella. «Es de Cádiz, por lo que tendré que intentar convencerla, pero espero que no sea muy difícil», bromea. «Donostia tiene una calidad de vida increíble, una maravillosa gastronomía y un entorno espectacular para hacer actividades al aire». El único 'pero', sería el relacionado con el mercado laboral. En cualquier caso, tras la experiencia adquirida en el extranjero Lizarbe confía en que, si finalmente decide volver a casa, pueda conseguir un empleo digno, con las características similares a las que tiene en Inglaterra.

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