Antes de que este día fuera un pretexto para vender flores, joyas y perfumes. Antes incluso de Jesús, de Mahoma, de que las religiones monoteístas ... estuvieran encarnadas por hombres, las mujeres se veneraban en todas las culturas del mundo como diosas y madres. Desde la prehistoria, los pueblos sumerios, indios, aztecas, mayas, turcos, griegos, romanos, celtas o vascos han adorado a las mujeres por representar la energía femenina, la maternidad y la fertilidad.
Siglos después, en 1865, recién finalizada la Guerra de Secesión, un grupo de mujeres activistas y feministas norteamericanas creó el día de la madre tal y como lo conocemos. Con el recuerdo imborrable de miles de hijos destruidos por la guerra, una de ellas, Julia Ward Howe, escribió un poema, Proclama del día de las Madres, en el que exhortaba a las mujeres del mundo a unirse para impulsar la paz:
«No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que les hemos enseñado sobre la caridad, la compasión y la paciencia. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos».
Aquel grupo de madres solicitó al gobierno americano implantar en mayo un día dedicado a las madres del mundo. Hoy, de todos los «días de» me quedo con el día de la madre. Porque son las mujeres las que hacen posible la vida y, por ello, las más conscientes de que no debe malgastarse.
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