Personal sanitario saluda a la familia de Alana. Arizmendi

«Este equipo lo ha dado todo y no lo vamos a olvidar»

Dos familias que tuvieron que pasar tiempo en la UCI pediátrica cuenta a DV su experiencia y ponen en el valor el trabajo del equipo que les atendió

Domingo, 28 de septiembre 2025, 07:04

L

a pequeña Alana estuvo durante 23 días en coma inducido, en combate abierto entre la vida y la muerte después de que un coche la ... atropellara cruzando la acera. Era 21 de julio de 2021, cuatro días antes de que cumpliera dos años. Conectada a un enjambre de cables y máquinas, comenzó una rigurosa carrera de fondo por salir adelante. Cada día, un escuadrón de intensivistas, enfermeras y auxiliares trataban de recuperar un pulmón extenuado. A su lado, sus padres, Katherine Ruiz y José Acosta, vivieron los peores días de sus vidas en la UCIP del Hospital Donostia, un lugar fronterizo entre la hostilidad y la esperanza.

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Después de muchas semanas con las miradas clavadas en los monitores, Alana consiguió salir adelante y hoy es una niña «sana» que regala sonrisas entre el personal de la UCI pediátrica cada vez que se asoma por la puerta para traerles un dibujo. Es la primera vez que sus padres vuelven a pisar el box para posar para las fotos que acompañan estas páginas y las emociones salen a borbotones. Para ellos es difícil olvidar aquel mal sueño. José Acosta relata el día en el que recibió la llamada de la Policía. «Me comunicaron que a Alana le había atropellado un coche cruzando la acera pero que aparentemente no era nada grave. Subimos a urgencias y ahí estaba, inconsciente, rodeada de médicos y cables. Le estaban pinchando el pecho para poder sacarle el aire que estaba ahogándola, pero no podían. Le pasaron a la UCI y cuando consiguieron estabilizarla nos dijeron que adicionalmente tenía dos hombros rotos y cinco costillas fisuradas», cuenta, reviviendo toda la angustia que a día de hoy cuesta borrar. «Fue una pesadilla», añade.

Katherine Ruiz y José Acosta, con sus hijos Alana y Abraham.

Una enfermera sostiene un dibujo,

Katherine, con Cristina.

Dibujos de los niños

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En la misma sala en la que relatan su historia para este periódico recibieron la peor de las noticias. «Fue justo aquí», señalan y a ambos les recorre un escalofrío. «Nos dijeron que la niña estaba muy delicada, el accidente fue muy grave. Lo que más afectado tenía era el pulmón, el problema era la fuga de aire y ahí es cuando se quedó 28 días en la UCI». Casi un mes. Podía no despertar nunca, pero «dio la vuelta» y «lo primero que hizo cuando abrió los ojos fue preguntar por su hermano Abraham», cuenta su madre.

Después de cuatro años de aquel terrible episodio, a Katherine todavía le cuesta aceptar lo que pasó. «Me parecía demasiado doloroso para vivirlo, era un dolor demasiado grande. Horas antes había estado peinándole las coletitas y de repente...».

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Afortunadamente, la pequeña salió adelante y a día de hoy no tiene secuelas salvo una enorme cicatriz que surca todo su brazo. «La rueda le pasó por encima, no había piel», enseñan sus padres mientras Alana se entretiene con sus juguetes, ajena al abismo al que se asomaron sus padres hace cuatro años.

«Cuidado y cariño»

Esta pareja, oriunda de Colombia y vecinos de Donostia desde hace ocho años, se deshacen en halagos a la hora de hablar del equipo de profesionales que atendieron a Alana y que le trajeron de vuelta a la vida. «Recuerdo cómo sudaban la bata, los veía correr de un lado a otro, estudiando nuevos métodos para poder salvar a mi hija, lo dieron todo. Recuerdo que me dijeron que iban a probar a tumbarla boca abajo, como con los pacientes con covid. El cuidado y el cariño han sido impresionantes, no tenemos cómo agradecerlo, fue un compromiso total. Cuidaron a nuestra hija y cuidaron de nosotros también. Era como llegar a un sitio donde todos eran cercarnos, con mucha empatía». Además poder entrar «en todo momento al box» rebajaba la «incertidumbre» cuando los días se hacían cuesta arriba. «Entre todos hicieron que el proceso fuera más fácil», agradecen. José no puede evitar las lágrimas cuando recuerda el día que su hija cumplió los dos años en la UCI. «Me emociono porque las enfermeras me hicieron salir, y cuando pasé de nuevo al box habían decorado todo de cumpleaños para Alana. A todo el equipo no lo olvidaremos jamás».

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«Poder estar juntos con nuestro hijo Kian nos dio la vida»

Luna y Liam conocieron a su hermano Kian en el hospital, después de tres meses de ingreso.

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uando Kian nació apenas ocupaba un par de palmos en la camilla de la UCI pediátrica. Pasó sus primeros tres meses de vida rodeado de aparataje, tubos y vías diminutas que le cruzaban por todo el cuerpo por una malformación en el intestino que se complicó y derivó en una infección de la sangre. «Fue horrible, muy traumático», recuerda la irundarra Estibaliz Sánchez, con su bebé de 17 meses ya en casa. «No me atrevía ni a bajar a verlo. Quería hacerlo, por supuesto, pero no sabía si iba a ser capaz. Y ya cuando le vi no me despegué ni un segundo, al igual que mi marido». Como expresan muchos progenitores, valoran el haber podido estar los dos juntos con su hijo durante el tiempo de ingreso. «A nosotros nos salvó eso, nos dio la vida. Era como nuestra burbuja. Si llego a estar sola...», dice. Aún le cuesta asimilar todo lo que ha pasado. ¿Pero es que cómo reaccionan unos padres cuando te dicen que tu hijo se muere?

Las complicaciones llegaron justo el día antes de dar a luz a Kian, el 13 de marzo de 2024. El embarazo transcurrió sin ningún contratiempo pero la noche antes de dar a luz los médicos vieron que algo no iba bien y tendrían que operar a su hijo nada más nacer por una malformación en el intestino. «El momento de la cesárea de urgencia fue muy dramático. Recuerdo escuchar 'código rojo, código rojo'. Le pasaron primero a la UCI de neonatos donde estuvo cerca de un mes y diez días, pero tuvo un bajón». Su evolución no era buena y volvieron a intervenirle, «no sé cuántas operaciones tuvo en un mes, fue horrible. Y cogió una sepsis, una infección de la sangre, nada que ver con el intestino pero derivado de las operaciones, entonces es cuando le pasaron a la UCI pediátrica. El niño no respondía, se estaba hinchando cada vez más, no echaba los líquidos. Fue el peor momento de todos, pensábamos que se nos iba. Mi madre y mis suegros vinieron a despedirse del niño», recuerda Estibaliz. «Nos dijeron que la única opción era tratarle con una máquina de hemofiltro, como la de diálisis, que no veían más opciones. Estuvo veintipico días intubado».

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Erik Diez y Estibaliz, con Kian.

Sentimiento de culpa

Mientras su hijo peleaba por sobrevivir, al estrés y la ansiedad de estos padres se sumó la «culpabilidad». «Tenemos dos hijos más, Luna de 8 años y Liam, de 5, y ellos estaban en casa. Me sentía mal por no estar con ellos y cuando bajaba, también me sentía culpable por dejar solo a Kian». El equipo humano que les acompañó y se «desvivió» por curar a su hijo amortiguaron esta angustia.

«Ha sido una maravilla, cómo han cuidado al niño y cómo nos han cuidado a nosotros, poder estar juntos todo el tiempo», agradece esta mujer, que no tiene duda de que «si nos llega a pasar esto en otro sitio, mi hijo no está aquí». Después de mucho sufrimiento e incertidumbre, Kian fue mejorando y a los tres meses le subieron a planta. «Nos dejaron que sus hermanos pudieran entrar y conocerle. Fue un momento muy bonito».

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