El rey del Po

Plaza de Gipuzkoa ·

Hace 128 días que no llueve. Bajo los Apeninos en bici siguiendo el esqueleto de un río, el cauce de guijarros blancos del Baganza, donde ... un grupo de voluntarios ha capturado los peces de la última charca para soltarlos en el Po. Me lo cuentan en un bar de Brescello, el pueblo de don Camillo y Peppone, el cura y el alcalde comunista de las películas de la posguerra, que en uno de los episodios salvan a sus paisanos a punto de ahogarse por la crecida del Po. Hasta que construyeron diques de tierra en las orillas durante cientos de kilómetros, el río a veces se desparramaba por esta región inmensa, verde y plana como una mesa de billar. Ahora parece una meada de oveja en un desierto agrietado. «Si quieres, puedes cruzar el Po en bici», me dicen.

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En la orilla me encuentro con una asombrosa estructura de troncos y ramas claveteados durante cuarenta metros de largo y cinco o seis de alto, formando escaleras, plataformas, mástiles, cubiertas, pasarelas, mesas, columpios, cabañas, miradores. La obra la firma, con grandes letras, 'el rey del Po'. En su versión civil, el rey se llama Alberto Manotti, es carpintero jubilado, tiene 79 años y cuenta que lleva medio siglo construyendo su obra con las maderas que le trae el Po en cada crecida. Dice que la estructura es un barco y se llama 'Jolanda'. Hacia dónde navega un barco clavado en la orilla de un río seco, le pregunto. Al mismo sitio, me responde, al que navegamos todos.

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