«Conviene tener protocolos para combatir la lacra de los abusos en la Iglesia»
«Hay que sanar de raíz todos los casos de delitos sexuales y ayudar a las víctimas», asegura en su primera entrevista al frente de la Diócesis donostiarra
Francisco Pérez (Burgos, 1947) tomó posesión de su cargo como administrador de la Diócesis de San Sebastián hace poco más de un mes. Desde entonces, ... se acerca cada lunes a la capital guipuzcoana, donde se reúne con los vicarios, delegados y arciprestes y analiza los últimos acontecimientos. Tras estas primeras semanas a cargo de la diócesis, asegura que «conviene tener protocolos para combatir la lacra de los abusos en la Iglesia» e insiste que le «preocupan y duelen mucho todos estos casos de delitos sexuales. Es importante procurar sanarlos de raíz y ayudar a las víctimas».
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–¿Qué se ha encontrado al llegar a la Diócesis de San Sebastián?
–Una acogida normal y afectuosa. Vengo a cubrir durante un tiempo la labor que ejerce el obispo en ausencia, hasta que haya uno nuevo. De ahí que los vicarios, delegados y arciprestes me informen y tratemos de dar luz a los acontecimientos que suceden en la Diócesis.
–Parte del clero se mostraba contrario al último obispo de Donostia, José Ignacio Munilla. ¿Usted se siente arropado?
–Somos distintos, pero complementarios. Esto ocurre en todas las instituciones humanas. Que haya diferencias es normal, otra cosa es la división y la confrontación. Jesucristo nos indicó que hemos de vivir unidos. Monseñor José Ignacio ha trabajado durante diez años tratando de ejercer su ministerio episcopal con honradez y entrega, sabiendo que no siempre se da el gusto a todos. Cuando uno llega nuevo a un lugar, lo normal es que se le acoja con fraternidad y afecto. Además, llego para cubrir un tiempo en el que no hay obispo titular. Espero que no se alargue.
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–¿Ha tenido la oportunidad de hablar con Munilla?
– He hablado con él muchas veces y desde hace diez años hemos compartido muchos momentos preciosos de fraternidad. Éramos de la misma Provincia Eclesiástica, compuesta por las diócesis de Pamplona-Tudela, San Sebastián, Jaca, Calahorra-La Calzada y Logroño. Incluso hemos escrito conjuntamente cartas pastorales. Somos buenos amigos.
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–¿Le ha dado algún consejo para su paso por Gipuzkoa?
–Cuando supo que el papa Francisco me nombraba administrador apostólico se alegró mucho. Nuestra amistad nos ayuda para vivir nuestro ministerio como servicio. Así me lo dijo y así trato de vivirlo.
–Usted es el administrador de la Diócesis, no el obispo. ¿En qué consiste su labor?
–En ocasiones, cuando hay una sede diocesana vacante, y en espera de la toma de posesión del nuevo titular, el Papa nombra un administrador apostólico. Cuando el Papa no dispone nada, es el Colegio de Consultores de la Diócesis el que elige un administrador diocesano. Mi labor consiste en que la Diócesis siga realizando sus labores pastorales, caritativas, celebrativas de la liturgia y administrativas. Suelo venir los lunes a San Sebastián y paso el día recibiendo y ayudando en aquello que me piden y presentan.
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«Que suenen nombres es normal, pero quién será y cuándo es un secreto pontificio. Deseo que os venga un buen obispo»
–¿Cómo se compagina este nuevo cargo con el de obispo de Tudela y arzobispo de Pamplona?
–Procurando tener buenos colaboradores y visitando los ámbitos propios de mi misión.
–Su labor como administrador puede alargarse desde un par de meses hasta varios años. ¿Es posible comprometerse con un cargo que sabe que es pasajero?
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–Todo depende de cómo se lo plantee uno. Recuerdo que una vez le dije al papa Juan Pablo II que, con la gracia de Dios, esperaba no pedir nada y que lo que me pida la Iglesia no lo rehusaría. Me ha venido muy bien pues cuando uno sirve con generosidad y no busca sus propios destinos, la serenidad mental, emotiva y espiritual se armonizan perfectamente. Para trabajar es muy importante tener buenos asesores y colaboradores. Lo único que deseo es que os venga un buen obispo.
«Las cuentas de la Diócesis están saneadas y muy bien. Mi reto es preparar la llegada del nuevo obispo lo mejor posible»
–¿Cuándo se elegirá al nuevo obispo de San Sebastián?
–No lo sé. Que suenen nombres es normal, pero es secreto pontificio.
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–¿Necesitaba renovarse este obispado?
–Monseñor José Ignacio llevaba ya diez años y cualquier día podía ser nombrado, como ha sucedido, para otra diócesis.
–¿Cómo es la situación financiera de la diócesis en la actualidad?
–Está saneada y muy bien.
–¿Qué retos se ha propuesto abordar durante su estancia en la Diócesis donostiarra?
–Mi reto es vivir día a día y ayudar lo mejor posible para preparar la llegada del nuevo obispo.
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–¿Le preocupan los casos de abusos sexuales a menores en la Iglesia que están saliendo a la luz?
–Me preocupa y me duelen mucho todos los abusos sexuales que tienen lugar en la sociedad. A mí, de manera especial como a todos los cristianos, los que afectan a la Iglesia, pero sin olvidar ni excluir a ninguna víctima. Es un delito grave que hace daño. Basta con que hubiera existido solo un caso. Por eso, es importante procurar sanar de raíz y ayudar a las víctimas, con todo lo que esto implica.
–La Diócesis de San Sebastián ha trasladado a la Ertzaintza cuatro casos. ¿Cómo influye este escándalo en la imagen de la Iglesia guipuzcoana?
–Dentro de la trasparencia, es bueno que se sepa cuántos casos hay y que se traten según las indicaciones que establecen las autoridades civiles y eclesiásticas, cada una según su ámbito de competencia. En Gipuzkoa hay esos casos que se han investigado, pero al mismo tiempo hay cientos de sacerdotes y religiosos, y muchas más religiosas, que están haciendo un gran servicio pastoral, asistencial, educativo y social que no puede ser oscurecido. Junto a ellos trabajan miles de laicos y laicas comprometidos con la misión de la Iglesia, con una aportación muy notable al bien común de toda la sociedad. Todos sentimos el dolor que causan quienes no han sido fieles, pero esto no puede frenar nuestro servicio a la sociedad. Al contrario, nos empeña en hacer mejor las cosas.
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–¿Cómo hay que combatir el problema de los abusos?
–Conviene tener protocolos para combatir este problema o esta lacra. En la Iglesia se trabaja en este campo desde las modificaciones que introdujo Juan Pablo II en 2001. En todas las diócesis tenemos oficinas de protección de menores y prevención de abusos. Representan un instrumento concreto de prevención, que garantiza la rapidez, la transparencia y la rendición de cuentas en el tratamiento de las denuncias sobre abusos sexuales. Todas las diócesis españolas cuentan con un lugar para la presentación de denuncias y se han abierto más de 140 oficinas en las congregaciones religiosas.
–¿Apoya la recién aprobada comisión del Defensor del Pueblo para investigar la pederastia en las instituciones católicas?
– Todas las iniciativas que tengan como fin acabar con la lacra de los abusos en la sociedad son bien recibidas. Sin privilegios, pero también sin discriminaciones. La Conferencia Episcopal Española lleva años trabajando en esta dirección. En los últimos años se han abierto más de doscientas oficinas para la acogida a las víctimas, que están haciendo un trabajo muy valioso. Además, hace un mes, antes de la comisión del Defensor del Pueblo, la Conferencia Episcopal encargó una auditoría independiente de todo el trabajo efectuado por la Iglesia y sus organizaciones. Esta investigación durará doce meses y deberá tener toda la amplitud necesaria para clarificar los casos acontecidos en el pasado y para incorporar los más exigentes niveles de responsabilidad que impidan la repetición de los abusos del futuro. Su principal objetivo es la ayuda y reparación de las víctimas estableciendo nuevos cauces de colaboración y denuncia. También se trata de establecer un puente que facilite el trabajo de las autoridades.
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–El papa Francisco cerró la puerta a la ordenación de hombres casados en el Amazonas pese a la carencia de sacerdotes. ¿Cuál es su postura al respecto?
–El Papa lo ha dicho con claridad al exhortar a todos los obispos, en especial a los de América Latina, no solo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonía. Esta es la solución que da el papa Francisco y estoy de acuerdo con él.
–¿La Iglesia se plantea que el celibato sea una opción?
–En el rito latino, que es el que conocemos más, el celibato es necesario para acceder a la ordenación sacerdotal. Después de muchos siglos de experiencia, son muchas más las experiencias positivas que los errores. Bien se puede decir que la tradición tiene un peso y una validez. Ya lo decía el papa Benedicto XVI y el papa Francisco así lo cita: «El celibato sacerdotal se mantiene a pesar de la escasez de vocaciones. No estoy seguro de que su supresión vaya a provocar un aumento de vocaciones».
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–¿Puede que el celibato sea uno de los mayores escollos para consolidar nuevas vocaciones?
–La Iglesia anglicana se abrió a esta opción libre, pero eso no quiere decir que tenga más vocaciones. La crisis la sufre tanto o más que la Iglesia católica.
–¿Y qué piensa la Iglesia de abrir el sacerdocio a las mujeres?
–El magisterio constante de la Iglesia declara que en modo alguno esta tiene la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres. Este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.
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