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Iñigo Fernández, técnico de piscinas, en el polideportivo de Intxaurrondo. Lobo Altuna

«El clorado de una piscina se controla dos veces al día; es difícil que haya fallos»

Once intoxicados en las piscinas públicas guipuzcoanas en cinco días ponen el foco en el mantenimiento de estas instalaciones

Naroa Ascunce y Malena Cortizo

Viernes, 18 de julio 2025

Once intoxicados en las piscinas públicas de Gipuzkoa en tan solo cinco días han puesto el foco en el funcionamiento de estos centros, muy concurridos ... en estas fechas. DV acompaña a un técnico en su labor de mantenimiento en el polideportivo donostiarra de Intxaurrondo.

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«Los accidentes pueden deberse a fallos humanos o técnicos», explica Iñigo Fernández, gerente de la empresa de construcción y mantenimiento Piscinas Txukun. El técnico trabaja con más de cincuenta vasos en el País Vasco, tanto públicos como privados. Baja las escaleras hasta la parte oculta de la instalación. Mientras arriba los usuarios nadan y se refrescan, las máquinas zumban limpiando, calentando y clorificando el agua. El habitáculo subterráneo es oscuro, con paredes en gris y marrón. Se trata de un sótano encima del cual flotan litros y litros de líquido mezclado a las sustancias que lo regulan.

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Al ser el polideportivo un establecimiento de uso público, está sometido a todas las obligaciones técnico-sanitarias que recoge el Real Decreto 742/2013, la normativa estatal para este tipo de instalaciones. La norma divide las piletas públicas en dos tipos: el primero, donde el agua es la actividad principal, como las piscinas municipales o los parques acuáticos, y el segundo, donde funcionan como servicio complementario, por ejemplo en hoteles y campings. En Gipuzkoa hay 107 vasos públicos, según recoge el censo de instalaciones deportivas de Euskadi.

La ley también menciona a las piscinas privadas bajo dos modalidades: las de comunidades de vecinos, urbanizaciones, casas rurales y colegios mayores, y las de uso exclusivo para sus propietarios. En función de su tipo, cada instalación cumple normas sanitarias menos o más severas: mientras las públicas están sujetas a controles diarios y requisitos estrictos, las de comunidades tienen obligaciones mínimas y las unifamiliares solo deben notificar accidentes graves.

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Un analisis exhaustivo

Agua clorada circula por las tuberías finas y transparentes conectadas a un panel de control azul pegado a las paredes de hormigón. Abriendo un pequeño grifo, el técnico deja caer unas gotas en un tubo de muestreo del tamaño de una falange. «Estos sistemas analíticos nos dicen la cantidad de cloro que contiene el agua y su pH, pero cuando venimos, tenemos que tomar una muestra para ver si los valores corresponden», comenta por encima del rugido de los motores. Fernández vierte en el componente un líquido rojo y lo coloca en una maquina que transporta en un maletín. «Según el color que detecte este fotómetro una vez introducida la muestra, se calculan los niveles químicos. Todo está conectado por wifi y, si algo se sale de los parámetros, nos llega una alerta al móvil y venimos corriendo».

El personal de los centros lleva a cabo un control similar «dos veces al día, uno por la mañana y otro a media tarde, para cumplir las obligaciones de la normativa», detalla Mikel Arteaga, responsable del área de obras e instalaciones técnicas del Patronato de Deportes de Donostia. Los trabajadores recogen un muestreo del agua directamente en el vaso. Luego, copian los niveles químicos detectados en una tabla de Excel y los comparten todas las semanas con Donostia Kirola, que almacena y controla los datos.

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«Además del cloro que la desinfecta, al agua se le añaden ácidos como el sulfúrico para regular su pH», comenta Arteaga. «Se inyectan a los vasos de forma totalmente independiente, por lo que no deberían entrar en contacto el uno con el otro». Fernández afirma que una mezcla provocaría «una reacción química que genera un gas contaminante, que quema al respirarlo».

En las piscinas, los cubos que contienen ambos líquidos se encuentran a varios metros de separación para evitar los accidentes como el que ocurrió este miércoles en el polideportivo de Elgoibar, cuando una nube de gas mandó a seis personas al hospital.

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Además, el cloro «se añade de forma automática, es decir que el sistema controla por sí mismo si la piscina necesita más o menos químicos», indica el responsable. Haciendo referencia al escape de cloro que ocurrió el domingo en sus instalaciones y dejó cinco intoxicados, la piscina municipal de Azkoitia nombra como causa un fallo mecánico. Según Fernández, «es muy poco común que ocurran accidentes de este tipo, pero puede pasar».

Múltiples dispositivos

El agua también se limpia pasando por filtros enormes, redondos y azules, compuestos por tres capas de arena (gruesa, media y fina), en las que en algunos casos se añade carbón activo. «Las bombas aspiran el agua, la filtran, la limpian y la vuelven a meter en la piscina. A este sistema se suma una máquina con cuerpo de tubería y por dentro tiene unas lámparas ultravioletas, que eliminan los residuos del cloro denominadas cloraminas y pueden ser nocivos. «Eliminan el 99,9% de las bacterias. Algunos no lo creían posible pero lo comprobamos», cuenta entusiasmado el técnico. «Estas máquinas no son obligatorias, pero funcionan muy bien y es una gran ayuda para que se mantenga todo limpio y controlado», señala.

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Además de todos los dispositivos e inspecciones diarias, se efectúan un control de microorganismos mensual y operaciones de mantenimiento anuales, que se juntan con las normativas propias de cada centro: su plan de autocontrol. «El tipo de piscina obliga o no a cumplir con ciertos criterios de higiene escritos palabra por palabra en la ley, pero en función de parámetros como su tamaño o su frecuentación, seguir medidas y protocolos propios en caso de problema», matiza Arteaga.

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