El broche de gilda, souvenir de moda
SABROSO RECUERDO PARA La solapa ·
Bimba y Lola elige el pintxo donostiarra por excelencia para su nueva colección y en el bar Vallés, donde se creó, los visitantes se llevan de recuerdo pines de la clásica banderillaAl ser era verde, salada y algo picante, como la película en la que Rita Hayworth se marcaba uno de los bailes más sensuales de la gran pantalla mientras se quitaba un guante, lo bautizaron Gilda. La idea surgió en el bar Vallés de Donostia, un establecimiento fundado en 1942 como local de venta de vino por un bodeguero de Olite, Blas Vallés, y que posteriormente se transformó en taberna. Uno de los asiduos, Joaquín Aramburu 'Txepetxa', empezó a juntar en un palillo los encurtidos que sacaban para acompañar el vino y, sin pretenderlo, en aquel bar crearon el pintxo donostiarra, y guipuzcoano, por excelencia.
Desde entonces, la gilda nunca ha pasado de moda. Y ahora, este clásico de las barras, desde las más sencillas hasta las más refinadas, lo está más que nunca... en el mundo de la moda. La marca Bimba y Lola, con dos establecimientos en San Sebastián, acaba de lanzar su nueva colección primavera-verano, en la que ha sorprendido con su broche que reproduce la banderilla y llamado, cómo no, Gilda.
Cuentan desde Vigo, donde está la sede de esta empresa puntera en el sector de la moda y complementos, que los nuevos diseños se inspiran en el turismo y el concepto souvenir, siempre desde un enfoque «optimista y divertido», llenos de «humor y joi de vivre». El equipo de diseño barajó distintas opciones y a uno de sus integrantes le deben encantar las gildas. No desvelan si tiene alguna relación con Donostia, pero al final eligieron la popular banderilla donostiarra «como elemento representativo de las tapas y pintxos».
Además, destacan que esta brocheta de encurtidos «está alineado» con los conceptos que inspiran la marca, «como la frescura, la diversión, la originalidad y la reconexión con la naturaleza». La nueva colección incluye también unos pendientes con una gamba, un collar con una paella o un llavero coctail con un pepinillo.
El broche, que cuesta 55 euros, está fabricado en vidrio, lleva el logo de la marca en la parte posterior, y ya ha empezado a llamar la atención nada más ser puesto a la venta en la web. «Sí, varias personas lo han visto y han venido preguntando por él», comenta la responsable de uno de los dos locales que tienen en el centro de Donostia, a cinco minutos del bar donde nació la reina de las barras vascas.
«No lo había visto, qué idea más bonita», dice Nagore Vallés tras ver por primera vez la imagen del broche. La hija del recordado Antxon, fallecido hace casi dos años, representa la cuarta generación de la saga familiar que en los años 40 inventó la gilda, aunque no exactamente la misma del complemento de Bimba y Lola. «La que hacemos nosotros lleva una aceituna con hueso. Ese detalle es importante , porque nos hemos mantenido fieles al original. Luego se ensartan cinco guindillas, intercalando las que miran a un lado y otro, y al final se remata con la anchoa», explica Nagore.
De hecho, ellos mismo venden un pin con 'su' gilda. Es obra de 'Pin-txo', proyecto del donostiarra Ibai Briega y su pareja Amparo, que antes de la pandemia empezaron a comercializar una serie de pines con la forma de los «típicos pintxos donostiarras» para que los visitantes se llevasen un recuerdo y se fueran «con un buen sabor de boca» de la capital guipuzcoana.
Uno de los primeros pines-souvenir fue el de la gilda, pero no exactamente la del Vallés. «Les pedimos que nos la hicieran para nosotros. Se venden mucho, sobre todo a turistas«, que ahora vuelven tras la pandemia. »En ocasiones también las regalamos como detalle de la casa», comenta Nagore. Este pin, que reproduce fielmente la banderilla original, cuesta 2 euros.
En la web de 'Pin-txo', que tiene su sede en el barrio donostiarra de Egia, se pueden encontrar más de una veintena de diseños. Así que además del sabor de la gilda, en la solapa se puede llevar el de la croqueta, la sidra, la tortilla de patatas, el torrezno, la bota de vino, o la txistorra. «Se venden en establecimientos de aquí pero nos las piden online, desde Cataluña o Estados Unidos», comenta Briega. Ahora estos guipuzcoanos están trabajando en el próximo pin de su colección: el de patatas bravas.