Adrien Niyonshuti llega pedaleando a nuestra cita en la ciudad italiana donde vive. Dice que si pasa varios días sin hacer una salida larga en ... bici, le acosan los recuerdos. En 1994, durante el genocidio de Ruanda, tenía 7 años. En la granja de su abuela mataron a cuarenta personas que se refugiaban allí, incluidos seis hermanos y hermanas de Adrien, también abuelos, tíos, primos. El pequeño Adrien y sus padres no llegaron a la granja y esa fue su salvación.
Publicidad
También sobrevivió su tío Emmanuel Turatsinze, ganador de las principales carreras ruandesas, quien descubrió que alguien vendía la vieja bici Benotto que le habían robado durante las masacres. La recuperó y en 2003 se la regaló a Adrien para que corriera el Tour de Ruanda con apenas 16 años. Terminó quinto con esa bici que había atravesado un genocidio. En el campeonato africano de 2010, cuando estaba a punto de conseguir una plaza olímpica, a Adrien se le rompió la cadena. Llegó su compañero Gasore Hategeka y le cedió su bici. Pareció un símbolo, porque era un hutu cediendo su bici a un tutsi. «Pero no nos lo planteábamos así», dice Adrien, «simplemente éramos compañeros ruandeses y el éxito de uno era el éxito de todos». Fue olímpico en Londres y Río, compitió en la élite con el equipo Dimension Data y ahora es seleccionador de Benín. «La bici transforma un montón de vidas en África», dice, y me propone una segunda cita en los próximos días para mostrármelo: en su pueblo natal, en Ruanda.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión