Belén Altuna: «Ceder el asiento a otra persona es una forma de mejorar el mundo»
«La imaginación puede ser un arma destructiva. No toda tiene una función moral», asegura
Acaba de publicar su nuevo libro 'En la piel del otro', en el que habla de la necesidad de adoptar la perspectiva de los demás ... y defiende la importancia de la imaginación moral, «más necesaria que nunca» en un mundo en el que «se buscan certezas y no verdades». «Si uno cree que cada uno tiene su verdad y no hay nada más allá, todo peligra», afirma Belén Altuna, profesora de Ética y Filosofía Política en la UPV/EHU.
- ¿La ética no está de moda?
- Según lo que entendamos por ética. Si se refiere a que la sociedad observa poca ejemplaridad en la clase política o que hay mucho conflicto y polarización, obviamente no. Pero si entendemos por ética el esfuerzo que tenemos los humanos de intentar mejorar, de buscar un mundo más justo, ese impulso sigue ahí y está muy vigente. No ha desaparecido ni desaparecerá.
- Su libro se titula 'En la piel del otro'. Me parece un título apropiado en un momento en el que todos nos estamos despellejando.
- Llevo muchos años dándole vueltas al meollo de qué es lo que nos hace ser personas morales que intentan ser buenas y justas. Empecé a pensar en la idea de que la ética tiene que ver con ponernos en la piel del otro, es decir, salir de nosotros mismos, de nuestro mundo egocéntrico habitual e intentar ver la realidad desde otros puntos de vista y sentir con los demás. Un ponerse en la piel del otro ético sería lo contrario de despellejarse. Si no nos gusta que nos despellejen o nos critiquen gratuitamente, nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Intento entender cómo nos ponemos en la piel de los otros y las dificultades que hay para hacerlo.
- ¿Las redes sociales fomentan las tribus y nos impiden ponernos en el lugar del otro?
- Vivimos en una época paradójica. Por una parte, nunca en la historia hemos estado tan expuestos a las voces, a las historias, a la comunicación con gente, con millones de personas distintas de nosotros, de otros lugares, de otros países y épocas. Gracias a la tecnología nunca hemos tenido tanto acceso a la polifonía de voces que hay en el mundo y, sin embargo, en lugar de hacernos más abiertos o más tolerables y pluralistas, los algoritmos que guían a las redes sociales nos llevan a hacer nuevos guetos y a buscar constantemente un sesgo de confirmación, a leer solo a aquellos que piensan como yo, que me dan la razón y retroalimentan mis prejuicios. Esto es contradictorio.
- ¿En un mundo en el que las fronteras entre lo verdadero y lo falso se están diluyendo, solo nos queda la imaginación?
- Depende de cómo la entendamos. Yo diferencio entre el concepto de fantasía y el de imaginación. La fantasía, como la de que somos triunfadores o más guapos, la utilizamos para alejarnos del mundo real. En cambio, la imaginación es la capacidad de representarnos lo que está ausente o de ponernos un momento a vivir en la vida de otros, no para escapar de nuestra vida, sino para entenderla mejor, como un gran instrumento de comprensión.
- ¿La imaginación puede ser un arma destructiva?
- Sí, por eso hay que ponerle un adjetivo.
- ¿Qué adjetivo?
- Yo le he puesto el adjetivo moral. En todas las guerras, cuando se quiere demonizar al enemigo, cuando se le presenta como una rata inmunda, como un ser asqueroso o infrahumano, hay una manipulación para deshumanizar al otro, hay un imaginario deshumanizador, por eso le he puesto el adjetivo moral. No toda imaginación tiene una función moral.
- ¿Qué es una imaginación moral?
- Yo lo entiendo como la imaginación utilizada para los fines morales, que son tres. Uno en primera persona para hacer de mi vida una vida mejor, que tenga sentido, que merezca ser vivida, una buena vida. En segunda persona, imaginación para ver cómo nos relacionamos con nuestra familia, amigos o conocidos. Es una imaginación en sentido de sensibilidad para responder con amabilidad y con dulzura a los otros. La tercera fuente es la imaginación en tercera persona, que son las instituciones, la justicia, todos los que no conocemos, y ver cómo podemos impulsar como ciudadanos comprometidos algún tipo de medidas de solidaridad y de exigencia de justicia para todos aquellos anónimos que sufren las grandes desigualdades y los grandes conflictos.
- ¿Estamos muy necesitados de imaginación moral?
- Es más necesaria que nunca.
- ¿Le preocupa una sociedad en la que no nos importe saber si algo es cierto o falso con tal de que coincida con lo que pensamos?
- Es difícil hablar de valores morales sin hablar de valores epistémicos, que son los que tienen que ver con la verdad, el conocimiento, la transparencia y la coherencia. Si uno cree que todo es relativo, subjetivo, que cada uno tiene su verdad y no hay nada más allá, todo peligra. Claro que me preocupa, porque la ética siempre tiene que ver con buscar espacios en común. Los humanos somos, por una parte, semejantes en muchas cosas y, por otra, muy diferentes. Podemos fijarnos en las diferencias, que es lo que hacen casi todas las políticas identitarias, o en las semejanzas. En gran medida, la ética se fija en las semejanzas y piensa en un mundo común. Es preocupante que, habiendo tenido más años de educación científica y humanística que nuestros antepasados, haya una cantidad impresionante de gente que solo busca certezas, no verdad, que es diferente. La gente puede vivir sin buscar la verdad, pero necesita certezas fáciles. Si estás tan abierto a dejarte engañar o a dejarte llevar por las modas o por las últimas teorías de la conspiración, es muy difícil el mundo común. Es un problema epistémico de conocimiento, pero también es un problema moral porque eso destruye las raíces morales que tenemos en común.
- ¿Nos quedan referentes éticos?
- Siempre hay referentes éticos, es que si no sería terrible.
- ¿Qué referentes hay en el mundo de la política?
- Seguramente no tenemos el mejor sistema para elegir a los mejores, pero sí a los más competitivos, a los que están dispuestos a jugar duro en el lodazal político. La propia dinámica de competencia electoral y partidista, y la propia lupa de las redes sociales, hace difícil que los políticos puedan ser ejemplares. Normalmente no lo son, pero precisamente porque están bajo esa presión de ser fieros competidores acaban por no respetar el prestigio de las instituciones. Las desprestigian con sus modos poco ejemplares de denigrar al adversario, de motivar los sentimientos más partidistas en lugar de buscar los espacios de entendimiento.
- ¿Dónde podemos buscar modelos éticos?
- Desde luego, fuera de la clase política y de los 'influencers'. Muchas veces es mucho más fácil buscar un modelo ético en la propia madre que en figuras públicas que buscan otros fines.
- ¿Se puede encontrar un modelo ético en una persona que cede el asiento a otra en un autobús?
- Claro. Se encuentra en todos los que nos enseñan a ponernos en la piel del otro y hacen eso de manera inteligente, sensible y ética, no con fines instrumentales, sino para intentar comprender mejor a los demás y responderles mejor. Ejemplos éticos son todas aquellas personas que saben responder bien a lo que le pide el rostro del otro.
- ¿Ceder el asiento en el bus es una forma de mejorar el mundo?
- Sí. Por eso me apasiona la ética, porque tiene que ver con ese pequeño gesto de ceder el asiento o dar los buenos días al conductor, y también con las grandes cuestiones de qué hacer ante la emergencia climática o las grandes desigualdades sociales. Va desde lo más cercano hasta lo más lejano y grande, porque el impulso por hacer un mundo mejor puede empezar por ceder el asiento, por estar pendiente de las personas que entran en el autobús, hasta preocuparte por intentar entender los grandes problemas mundiales y ver qué podemos hacer frente a las pequeñas y las grandes injusticias. Esa sensibilidad que es ponerse en la piel del otro, en pequeño y en grande, es el gran reto de la ética.
«Los profesionales sanitarios tienen muchas dudas éticas»
«En Medicina nos piden cursos de cómo deliberar ante los problemas bioéticos», dice.
- Usted forma parte del Comité de Ética Asistencial del Hospital Donostia. ¿Con qué tipo de casos se encuentran?
- Lo que hacemos son deliberaciones en común porque somos un órgano asesor. Nos piden consejo sobre todo profesionales sanitarios y también usuarios de Sanidad, pero normalmente es un médico. Tienen dudas éticas de muchos tipos. Por ejemplo, un paciente necesita ser ingresado en el hospital para ser tratado, pero rechaza ese tratamiento porque no quiere salir de casa, lo que quiere es que le dejen en paz. El médico de cabecera sabe que se le debería tratar porque de lo contrario va a empeorar su enfermedad y pregunta qué debería hacer. Por una parte está la idea del valor de la autonomía del paciente, de que tiene derecho a rechazar el tratamiento y puede preferir que se le deje sin tratar, y por otro lado está el valor de la prescripción médica, porque sabemos que estaría mejor siendo tratado. En estos casos nos preguntamos qué hacer y qué solución intermedia podría encontrarse, de forma que no se fuerce la hospitalización del paciente en contra de su voluntad y que no se le deje abandonado. Pensamos en las medidas intermedias que podría haber para respetar su autonomía y buscar a la vez la mejor práctica médica para ese tratamiento.
- ¿Han surgido dudas con la eutanasia?
- Hay muchas dudas, lo que pasa es que cuando hay una petición de eutanasia, la solicitud tiene que pasar por una comisión de garantías y son ellos los que con suma confidencialidad tienen que hacer los informes de cada caso. No nos encargamos nosotros directamente.
- ¿Los médicos tienen muchos muchas dudas éticas?
- Claro que sí. Tienen en sus manos la salud de las personas. En Medicina nos piden muchas veces cursos de cómo deliberar ante los problemas bioéticos.
- ¿Tienen miedo a equivocarse?
- Es normal.
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