Los atuneros vascos varados en Senegal: «Después de once meses ya no sabemos qué hacer y estamos a punto de quedarnos sin barcos»
Con unos gastos mensuales de 50.000 euros, denuncian que la situación es «desesperante» y piden ayuda para poder ir a otros caladeros en Centroamérica
Han pasado once meses desde que cuatro atuneros vascos se vieran obligados a permanecer atracados en el puerto de Dakar, sin poder faenar, a causa ... del bloqueo derivado de los problemas entre la Unión Europea y Senegal. Desde entonces, la situación no solo no ha mejorado, sino que «ha ido a peor». «Nadie nos escucha. Hemos hecho mil gestiones y ya no sabemos qué más hacer», lamenta por teléfono Miguel Ángel Solana, presidente de Dakartuna, la sociedad que agrupa a las embarcaciones dedicadas a la pesca con caña de atún en aguas del Atlántico y armador del 'Pilar Torre', uno de los barcos retenidos. Junto a él, siguen parados el 'Corona del Mar', de Bermeo; el 'Iribar-Zulaika', de Getaria; y el 'Berriz San Francisco', de Hondarribia.
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El origen del problema está en la expiración del acuerdo pesquero entre Bruselas y Senegal. La perspectiva, por el momento, no se atisba esperanzadora ya que la Comisión Europea mantiene a Senegal bajo una «tarjeta amarilla» por prácticas de pesca ilegal, lo que bloquea cualquier avance en las negociaciones. Mientras tanto, los veinte tripulantes, en su mayoría senegaleses, siguen sin poder trabajar. Pese a ello, las embarcaciones deben afrontar gastos mensuales de unos «50.000 euros. Hay que pagar tasas portuarias, personal de mantenimiento y un sueldo mínimo a la tripulación», explica Solana. Ahora mismo hay dos o tres personas viviendo a bordo para »garantizar el mantenimiento y evitar que los barcos sean desvalijados, pero con tanto gasto esta situación ya es insostenible».
Los atuneros vascos faenan en aguas senegalesas desde 1996, pero los problemas comenzaron hace cinco años. «Desde 2020 hemos tenido dificultades. Ese año estuvimos cinco meses parados; en 2022, seis más, y ahora llevamos once meses», recuerda el armador. Durante este tiempo, no han estado parados. Han llamado a todas las puertas posibles, han enviado cartas al Consejo Consultivo de Bruselas y a la Dirección General de Asuntos Marítimos y Pesca, pero sin éxito. «Nos dijeron que no podían ayudarnos porque el Fondo Europeo Marítimo no contempla ayudas mientras el acuerdo no esté roto, y no lo está porque dicen que está dormido», apunta con frustración. Solano lamenta a su vez que el Gobierno central tampoco les haya tendido la mano ya que solo han recibido una carta mostrando su apoyo.
Para sobrevivir, las empresas armadoras han tenido que recurrir a créditos y ayudas institucionales. El Gobierno Vasco les ha concedido 40.000 euros, aunque «tienen las manos atadas mientras Bruselas no dé luz verde». El Gobierno de Cantabria también les ha prometido apoyo económico.
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Caladeros en Centroamérica
Buscar alternativas fuera de aguas africanas es una de las opciones que lleva tiempo sobre la mesa y que, sin embargo, cada vez parece más difícil. «No tenemos dinero. Hemos intentado localizar caladeros en Centroamérica, pero nos falta financiación», confiesa Solano. Tampoco pueden moverse a zonas cercanas, como Cabo Verde, Mauritania o Marruecos por las caracterísiticas de la embarcación.
«Nosotros pescamos con sardina viva, y el barco no está preparado para otro tipo de pesca. Ni siquiera podríamos volver al Cantábrico a capturar anchoa, porque necesitaríamos sistemas de refrigeración, hielo y sonar, y no los tenemos», explica.
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A la espera de una reunión clave en Bruselas que tendrá lugar dentro de quince días, la desesperación crece cada día. «Ya no sabemos qué hacer para salir de esta situación, nadie nos ayuda. Solo nos queda esa reunión. Si no se resuelve, se acabó. Nos quedaremos sin barcos», concluye el armador.
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