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Los chicos se morían por las calles por culpa de la heroína. «Eran momentos muy complicados, había mucha violencia en la calle y también muchísima crispación ante la situación que se estaba dando con todo el tema del tráfico y el consumo de drogas, con muchísima impunidad. Había una presión y una alarma social en la calle impresionante, sobre todo por parte de las familias para que se hiciera algo, hacían falta alternativas terapéuticas». El relato de Esteban Pérez, exterapeuta y exdirector durante 28 años de Proyecto Hombre en Gipuzkoa, viaja a los años 80, cuando la epidemia de esta droga deshizo a familias enteras en el territorio. «Hubo muchas muertes por sobredosis. Y luego vino el sida. También murieron muchas personas, tanto usuarias como compañeras», recuerda junto a la actual directora, Izaskun Sasieta.
La historia de Proyecto Hombre, desarrollado por Fundación Izan, y de las 9.548 personas que han pasado hasta hoy por sus diferentes estancias ha evolucionado a la par que la sociedad guipuzcoana y este año cumple 40 años desde que la primera sede abriera sus puertas en la calzada vieja de Ategorrieta, en Donostia. En mayo organizan un acto para sensibilizar sobre las adicciones y celebrar que se puede salir de ellas.
En estos momentos, Proyecto Hombre atiende a 500 personas y, según han ido pasando los años, el perfil de usuarios se ha diversificado: desde chavales jóvenes enganchados al juego; madres de familia que han caído en las garras del alcohol o empresarios con adicciones que acuden al programa de rehabilitación después de salir de la oficina. «En aquella época (años 80), la mayoría eran heroinómanos, que se inyectaban sin ningún tipo de cuidado además, en situaciones totalmente insalubres. Era heroína muy adulterada», cuenta «Esteban Pérez, que recuerda «perfectamente» la primera sesión «con un chico donostiarra, de 23 años», enganchado a esta droga. «Vino con su madre, además me chocó porque pensaba que sería una persona sin trabajo pero no, lo que era un poco atípico. Tenía un buen trabajo, era funcionario. Hicimos la primera entrevista, yo estaba nervioso perdido. Y fue bien. Volvió al día siguiente, se quedó y terminó» el programa.
6 personas
acudieron el primer día que abrió sus puertas Proyecto Hombre en Gipuzkoa
Después de dos años en tratamiento, este joven consiguió dejar la heroína y «está bien, a veces le suelo ver por Donostia», dice Esteban, uno de los nueve terapeutas que empezaron a trabajar en Proyecto Hombre desde su fundación el 4 de febrero de 1985 con el apoyo de «Iñaki Aldabalde y el obispo José María Setién» tras un tiempo de formación en Roma. Ese día, 6 personas iniciaron su proceso de rehabilitación en el centro Ulia-Enea, antes antigua clínica que tuvieron que desmantelar por completo, «camas y quirófanos» incluidos.
Esteban y sus compañeros tuvieron que aprender a marchas forzadas. La oleada de personas adictas a la heroína –en su mayoría hombres y entre los 23-26 años–, no hacía más que aumentar. «Aquello fue terrible. Había grupos que iban a robar los primeros días del mes las pagas que llegaban a las cajas de ahorro y hasta gente que vendía las muelas de oro de la dentadura de sus padres para meterse», comenta Pérez, sin olvidar los años posteriores «entre el 88 y el 93 más o menos», cuando el sida segó otras tantas vidas. «Además había un desencanto muy grande porque mucha gente había realizado tratamientos de dudosa eficacia y volvía a recaer. Por desgracia nos ha tocado ver a muchas familias que han venido aquí arruinadas, que se dejaron prácticamente sus ahorros y estamos hablando de millones de pesetas, que en aquel tiempo era el sueldo de años. Por eso había mucho escepticismo hacia nosotros».
Programas
Tradicional: Atiende a personas que presentan un bajo o nulo nivel de integración social. Ha habido 191 ingresos, y 285 personas atendidas. 21 altas terapéuticas.
Intensivo: Dirigido a personas que, a pesar de su adicción, mantienen cierto grado de integración familiar y social. 142 ingresos, 237 personas antendidas y 25 altas terapéuticas
Abierto: Atiende a personas que, atravesando una etapa conflictiva con el consumo de sustancias, son capaces de mantener su vida familiar, laboral y social. 71 ingresos y 20 altas terapéuticas.
Alcoholismo: Para personas con problemas derivados del consumo de alcohol. 63 ingresos y 8 altas terapéuticas.
Eraiki: Atiende a personas que presentan una importante adicción a sustancias, trastorno mental. 32 ingresos y 9 altas terapéuticas.
Arrimu: Atiende a jóvenes de 18 a 25 años con consumos activos de sustancias y enfermedad mental. 63 ingresos y 3 altas terapéuticas.
Adicciones comportamentales: Personas con adicción al juego (ludopatía), compras compulsivas, videojuegos... No hay datos disponibles.
Sin embargo, Proyecto Hombre se convirtió en «un referente» dentro de todos los programas de rehabilitación de todo el Estado, lo que llegó a colapsar sus servicios. «Venían hasta dos autobuses enteros cada día desde Pamplona con usuarios. Hubo un efecto llamada porque este programa estaba funcionando», añade Pérez, que destaca la gratuidad del programa. «Nosotros nunca hemos cobrado nada», insiste.
Una década después «se empezó a notar que el perfil estaba cambiando. Y vinieron otro tipo de drogas, cocaína, speed... Ya no es heroína inyectada, el sida hizo frenar un poco este consumo. Es cuando abrimos una segunda comunidad terapéutica más abierta para un perfil diferente, más integrado dentro de la sociedad y con familia, que tienen su trabajo o su negocio», explica Izaskun Sasieta, al frente de Proyecto Hombre desde hace 23 años.
De esta forma, las drogas pasaron de estar reducidas a comportamientos marginales a normalizarse en la vida cotidiana, en sectores integrados en la sociedad. «Empezamos a realizar otro tipo de alternativas terapéuticas a través de las distintas puertas de entrada y programas específicos diferentes», detalla Sasieta.
Desde su fundación, siguen atendiendo a personas enganchadas a las drogas en cifras que se mantienen a lo largo de los años. Lo que sí les revuelve es la falta de respuesta social. «No hay alarma social. Vemos borrachos por la calle, a cualquiera haciéndose un porro.... pero está todo muy normalizado», afirman, destacando las consecuencias que está teniendo el consumo de drogas y los casos de personas con patologías mentales. «Antes la gente moría de sida o de sobredosis, y fueron años muy duros pero también lo es el daño que hace la enfermedad mental. Es complejo. A la familia que viene le es más fácil entender que tiene un hijo o una hija o una pareja con un problema de alcoholismo o de drogodependencia, que decir que tienes un hijo o una pareja con enfermedad mental y es a lo que nos están llevando un poco todas estas drogas».
En este sentido, Sasieta destaca la «colaboración estrecha de trabajo que tenemos con los centros de salud mental. Llevamos más de tres años derivando a la persona directamente a estos centros con nuestra valoración, sin tener que pasar por el médico de cabecera. Eso antes era impensable».
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Sobre el perfil de personas con problemas de adicción, «habitualmente son policonsumidores, sobre todo alcohol, cocaína, cannabis y anfetaminas, unas les suelen llevar a las otras», explican. El alcohol representa el 39,1% de los casos que atienden y «cada vez vemos a más mujeres, casi al mismo nivel que los hombres». Le sigue el consumo de cocaína (28,8%), el cannabis (10,9%), las anfeta-metaanfetaminas (6,1), el speed (4,3%), el hachís (3%) y la heroína (1%) según los últimos datos, pertenecientes a la memoria de 2023. Sobre las adicciones sin sustancias (comportamentales), «son sobre todo el juego y las compras compulsivas que aumentaron con la pandemia», añade Sasieta, que detalla que «el 50% se rehabilita».
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