El 'Aita Mari' auxilia a una patera a la deriva con dieciséis personas a la altura de Cartagena

El buque guipuzcoano inicia su misión en una temporada que está siendo devastadora para los buques de rescate que operan en la zona SAR (Save and Rescue), una de las más mortíferas para los migrantes.

«De partida la sensación es buena. Estamos animados y con muchas ganas de llegar a la zona de rescate», comentaba ayer por la tarde ya desde alta mar, la enfermera Izaskun Arriaran. Ella es una de las doce personas que forma parte del equipo del 'Aita Mari', entre rescatadores, sanitarios y prensa.

El buque 'Sea Watch 4' auxilió a 456 personas la semana pasada en seis embarcaciones; el 'Ocean Viking', a dos pateras con 236 personas. Esto es, cerca de 700 personas han sido rescatadas en el último mes. Por contra, desde enero más de 500 personas han muerto en su intento por alcanzar una tierra en la que vivir en paz, las últimas 130 en abril, tras naufragar el bote en el que escaparon de Libia.

Tras un descanso de la tripulación del 'Aita Mari' y una estancia breve en el puerto de Adra, en Almería, donde han tenido que subsanar «cuatro detalles leves» para superar la inspección técnica, el pesquero reconvertido en barco humanitario recibió el viernes por la tarde luz verde para reanudar su misión.

Ahora se dirige a Córcega, donde estima llegar el martes y donde deberá hacer otra parada por una inspección internacional rutinaria. «Lo que nos encontraremos allí es una incógnita, porque con las medidas anticovid no sabemos si subirán o no al barco ni cuánto tiempo nos llevará», señala la sanitaria, quien espera que, «si todo va bien», dentro de siete o diez días estarán operando en la zona SAR.

Mientras tanto, se dedicarán a poner a punto los preparativos y a hacer simulacros de rescate. «No podemos bajar la lancha para practicar ese momento, pero sí la organización, cómo garantizar el protocolo covid, y en función de los resultados, gestionar cómo poner a la gente en cubierta».

Los responsables del 'Aita Mari' destacan que ante el «enorme esfuerzo económico y logístico que supone fletar el buque», agradecen el apoyo de la ONG alemana Sea Watch, cuya donación de 120.000 euros les permitió zarpar en febrero, y destacan las ayudas de Hotz Oñati (kits de bienvenida) y la Asociación Pro DDHH de Málaga y Ubuntu (alimentación).