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Arkaitz Ortiz, en la estación de tren de Ordizia.

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Arkaitz Ortiz, en la estación de tren de Ordizia. josetxo marin
25 años de la tragedia de Uharte Arakil

«Cuando salí del boquete del vagón volcado me dolía más la oreja que el brazo»

El ordiziarra Arkaitz Ortiz, uno de los supervivientes, rememora el accidente ferroviario que se cobró 18 vidas, entre ellos 10 guipuzcoanos

Ane Urdangarin

San Sebastián

Viernes, 1 de abril 2022, 06:40

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Era la tarde del Lunes del Pascua y Arkaitz Ortiz regresaba a casa, a Legazpi, tras haber disfrutado con unos amigos de las vacaciones de Semana Santa en la localidad navarra de Artajona. Su madre le estaba esperando en la estación de Zumarraga, ajena a lo que estaba sucediendo en Uharte Arakil. Aunque las noticias malas suelen volar, entonces, hoy hace 25 años, no había móviles para informar de una de las mayores tragedias ferroviarias que se recuerdan. Un tren acababa de descarrilar segando la vida de 18 personas, 10 de ellas guipuzcoanas. 115 viajeros resultaron heridos.

Entre ellos está Arkaitz, un legazpiarra que entonces estudiaba en Fraisoro, Zizurkil. Ahora tiene 42 años, vive en Ordizia, trabaja en la gasolinera de Gureak en Aginaga y es padre de Aetz, que a sus diez años explica sin tapujos por qué su padre no tiene brazo derecho. «Cuando alguien pregunta, empieza a hablar del accidente. Quizás es por mi forma de ser, pero yo siempre he contado abiertamente lo que sucedió. Cada uno lleva su proceso y procesión por dentro. A mí hablarlo me ayuda, desde el principio ya me dijeron que soltara lo que sentía».

Este domingo volverá al lugar de los hechos. A la iglesia parroquial San Juan Bautista de Uharte Arakil, que suele acoger una misa de recuerdo por los fallecidos en el accidente, y al monolito que se erigió junto a las vías, donde otro año más depositará flores. A buen seguro, como en ocasiones anteriores, algún que otro superviviente le recordará y agradecerá su ayuda a la hora de escapar del amasijo de hierros en los que se convirtió el tren. «Me cuenta cómo le saqué de los vagones, pero es algo de lo que no me acuerdo tanto. Del resto sí».

Y empieza a rememorar aquel 31 de marzo de 1997. Eran las 19.40 horas y el intercity 'Miguel de Unamuno' que cubría el trayecto entre Barcelona e Irun circulaba por Navarra con 248 pasajeros a bordo. Arkaitz viajaba en el segundo de los vagones. Se había subido al tren en Tafalla. Él no tiene la sensación de que el convoy fuera especialmente rápido, aunque posteriormente se supo que circulaba a 137 kilómetros por hora en un tramo por el que debía transitar a 30. El maquinista, que fue condenado a dos años y seis meses de prisión, se vio deslumbrado por el sol e interpretó de manera errónea una señal. También fue sentenciado a una multa el ayudante del maquinista.

Al llegar a Uharte Arakil, los viajeros escucharon un fuerte traqueteo. El tren había descarrilado y el tercer vagón se montó encima del segundo. Una rueda del tren le desgarró el brazo. «Se me quedó colgando». Dentro del vagón volcado, entre gritos y hierros retorcidos, «me eché al hombro el brazo y con otros supervivientes intentamos salir». Lo hicieron a través de un boquete que se había formado en el vagón. No sabía si estaba en el suelo o en el techo.

En Uharte Arakil

Este domingo habrá una misa en recuerdo de los fallecidos y una ofrenda floral en el monolito

Ya fuera de aquel infierno, «estuve unos quince minutos esperando» hasta que llegaron las primeras asistencias. La solidaridad de los vecinos de Uharte Arakil fue clave para socorrer y consolar a los heridos ante la magnitud del accidente. También rescataron los cadáveres. Las crónicas que recogen lo sucedido aquel fatídico día relatan cómo Pilar Sesma llamó a Sos-Navarra para dar cuenta de lo acontecido. Para entonces, su marido ya se encontraba en las vías.

El sacerdote Peio Orbegozo, párroco del municipio de La Barranca y oftalmólogo, estableció las prioridades entre los heridos hasta que llegaron las asistencias. Mariano Andueza, secretario del Ayuntamiento, pidió autorización a los agentes de la Guardia Civil para que los particulares pudieran trasladar a los heridos más leves en sus vehículos a los hospitales.

En Pamplona, la Policía Municipal habilitó varios carriles para facilitar el acceso y asegurar la entrada directa a los centros médicos. Arkaitz fue trasladado a la Clínica Universitaria de Navarra a bordo de una unidad de DYA. Casualmente, una prima era colaboraba de la asociación, «y durante el trayecto, en el que fuimos hablando, les pregunté a los sanitarios si la conocían. Dijeron que sí, y fue así como esta prima pudo hacer llegar la noticia de lo que había pasado a mi madre», que seguía esperando en la estación de Zumarraga. «Le habían dicho que había descarrilado un mercancías».

En la Clínica pamplonesa Arkaitz fue intervenido para reimplartarle el brazo, pero a pesar las esperanzas iniciales, la operación resultó finalmente fallida. «Cuando los médicos que dijeron que no iba bien, les dije que si había que amputar, que lo hicieran». Entonces empezó una nueva vida para el guipuzcoano, que asimiló con soprendente entereza lo sucedido. «Lo pasado pasado está, he procurado tirar para adelante».

Familiares junto al monolito en recuerdo a las víctimas. peñalba

Diez víctimas mortales guipuzcoanas

De las dieciocho personas que perdieron la vida en el accidente, diez eran guipuzcoanas. El mutrikuarra Igotz Aizpurua, de 19 años; la pareja de novios donostiarra Estefanía Nanclares y Ángel Díez, de 19 y 22 años; Igor Elgarresta, de 16 años y vecino de Zumarraga; Amagoia Rey, pasaitarra de 16 años; María Eugenia Olasagasti, de 36 años y de Hondarribia; el legazpiarra de 13 años Xabier Segade; los irundarras Pilar López y Xabier Herrán, de 17 y 39 años e Inés Velasco, de 39 años, de Beasain. Los nombres de todos ellos se encuentran inscritos en el monolito que se erigió en el lugar del suceso, en las cercanías de los andenes de la estación de Uharte Arakil, donde todos los años los familiares depositan flores en su recuerdo

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