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El patriarca con Begoña, saliendo de los juzgados en 2012.

Esta familia es una ruina

Se pelean entre ellos, tienen 50 causas abiertas, deben 9.000 millones de euros y la salud del patriarca, «un esqueleto que no sabe ni dónde está», ha dividido aún más a los Ruiz-Mateos

daniel vidal

Sábado, 5 de julio 2014, 08:24

El artículo se titulaba "Ruiz-Mateos, una familia unida" y lo firmaban los 13 hijos del estrambótico empresario gaditano en una tribuna abierta que "Abc" publicó en una fecha tan señalada como el día de Nochebuena. Corría el año 1994 y Socorro, Zoilo, Begoña, Patricia, Almudena, Rocío, José María, Paloma, Alfonso, Pablo, Javier, Nuria y Álvaro Ruiz-Mateos Rivero, en estricto orden de nacimiento, quisieron juntar sus voces -y sus plumas- para volver a expresar su malestar sobre la injusticia cometida con la expropiación de Rumasa, once años antes. Y, de paso, exhibir su amor fraternal con frases más propias de un casamiento -«unidos en las alegrías, celebraciones, éxitos, desgracias...»-, o de un campamento de verano -«¡familia unida no será vencida! ¡No, no, no nos moverán!». Dice el bolero que 20 años no es nada, pero en el caso de la familia Ruiz-Mateos han supuesto que esa unión de la que hacían gala los hermanos, y que siempre les inculcaron su padre y su madre, Teresa Rivero, se haya disuelto como un azucarillo en un café humeante.

  • Un matrimonio de extraños

  • En plantas separadas

  • Según cuentan, Teresa Rivero, que llegó a ser presidenta del Rayo Vallecano durante varios años (gestión por la que también fueron juzgados y absueltos varios miembros de la familia), ya no hace vida junto a su marido. Ambos se mudaron a casa de uno de los hijos, Alfonso, pero el patriarca decidió volver a Somosaguas tras una aparatosa caída y un antológico enfado. En el chalé habitan plantas separadas, por supuesto no duermen juntos y la atención médica que necesita a diario el anciano y enfermo Ruiz-Mateos se la dispensa su hija Begoña porque la madre «está, pero no está», según el entorno.

  • Con gafas y peluca

  • Hasta hace poco, cuando la salud de José María Ruiz-Mateos no era tan delicada, el empresario salía a visitar a su hija Begoña (vecina en Somosaguas) con gafas y peluca, para que la gente no le reconociera. «Lo hacía cuando estaba aburrido o tenía hambre», reconocía la propia Begoña hace un par de años.

José María Ruiz-Mateos y Jiménez de Tejada (Rota, Cádiz, 1931), poderoso empresario del franquismo, amigo de Berlusconi y capaz de refundar -y hundir a los pocos meses- el holding de la abeja ayudado por sus seis hijos varones, es hoy «un esqueleto que no pasa de los 55 kilos, que ha perdido la cabeza y que está en las últimas», reconoce quien fue su abogado durante 27 años, Joaquín Yvancos. Al inmenso chalé del empresario en Somosaguas (Madrid), una de las pocas propiedades que no han sido embargadas, siguen llegando querellas día sí y día también. En 2012 fue detenido en su propia casa y el pasado mes de marzo un juzgado de Madrid le condenó a casi cuatro años de cárcel como autor de tres delitos fiscales. Pero el precario estado de salud -párkinson, demencia senil...- de quien un día se disfrazó de Supermán y propinó un puñetazo a Miguel Boyer al grito de «¡que te pego, leche!» le va a librar de volver a pisar una celda.

Así que toda la estrategia de los hijos, que también siguen acumulando denuncias por su temeraria gestión en las empresas familiares, se basa en inculpar de todos los "marrones" a su padre ante el juez y quedar ellos como meros títeres. De momento, la táctica no está surtiendo mucho efecto. Del medio centenar de causas que padre e hijos tienen abiertas por juzgados de toda España y por diferentes delitos, una de ellas ha cristalizado en un buen disgusto para los dos pequeños, Javier y Álvaro: un juez acaba de ratificar la sentencia que les condenaba a casi tres años de cárcel por evasión de impuestos tras la venta de un hotel en Peñíscola por algo más de seis millones de euros. El dinero se mandó entonces (año 2003) a unas cuentas en Suiza que ahora han salido a la luz por estar relacionadas con la investigación judicial en torno a los fondos que amasó el ex tesorero del PP Luis Bárcenas, según reveló la televisión pública Suiza citando al fiscal de Ginebra Jean-Bernard Schmid. En las cuentas, eso sí, no hay ahora ni un euro.

«Por mucho que presenten recurso de amparo, Javier y Álvaro van a tener que ingresar en prisión antes de que acabe el mes de julio. Y enseguida empezarán a cantar la Traviata», ironiza Yvancos, que desde hace unos años se ha pasado al otro lado, el de los miles de inversores afectados tras el hundimiento de Nueva Rumasa. Los benjamines de la familia empezarán a rellenar así un historial penitenciario que, sin embargo, difícilmente podría emular al de su padre.

Gürtel y los ERE

El patriarca no ha dejado de coquetear con los banquillos de los juzgados y el rancho de la cárcel desde los años 80. Los seis vástagos, que siempre han moldeado sus vidas a imagen y semejanza de las de sus padres, parecen empeñados en no apartarse del mismo camino: no solo aparecen en la Gürtel y en la presunta estafa de los pagarés de Nueva Rumasa. También están imputados en el caso de los ERE, por no hablar de los juicios abiertos por evasión fiscal, blanqueo de capitales...

¿Y las siete hermanas Ruiz-Mateos? Representan la cara menos visible de la familia, pero porque han estado siempre en casa. Su propio padre reconocía hace años que habían sido educadas «para ser madres de familia». Vamos, procrear y criar. De media, cada una tiene cinco hijos. Una alegría para el Opus Dei, de quien el empresario siempre se ha sentido «un entusiasta y un admirador», a pesar de algunas trifulcas entre miembros de la Iglesia y el exeurodiputado (escaño que logró con su propio partido, la Agrupación Ruiz-Mateos). Los hijos le han salido igual a la hora de entender la fe. Cinco de los seis varones pertenecen a los Legionarios de Cristo y seis de las siete chicas comulgan con la Obra. Begoña, la "díscola", es la única que, según cuentan, cuida ahora de su padre. La que le hace unos huevos fritos con bacon a las siete de la tarde porque «tenía mucha hambre», según contaba el periodista Juan Luis Galiacho en un confidencial. Parece que ni siquiera su mujer, Teresa Rivero, que habita la planta baja del chalé, apenas sube a verle.

Todo estalló por los aires definitivamente en la familia cuando Begoña denunció a sus hermanos y esa «unión pétrea, compacta, granítica», como la definió en una entrevista el propio Ruiz Mateos, se terminó por ir al garete.

El conflicto, en el que no han entrado las otras seis hermanas, empieza a cocinarse el día de 2004 en el que todas las hijas, sin excepción, renuncian a sus derechos sobre la herencia en beneficio de los varones y las empresas del grupo a cambio de pagos en efectivo y propiedades libres de cargas. Todo con el visto bueno del adre. En la casa familiar se solía recurrir a una frase muy gráfica para ilustrar la situación: «solo hay seis bocadillos». Para los varones, se entiende. Las siete hermanas aceptaron. Con el tiempo, el compromiso se quedó en agua de borrajas, las hermanas comenzaron a tener problemas económicos -según contaban- y hasta dejaron de pagar sus hipotecas. Después llegó la quiebra de Nueva Rumasa y el embargo por orden del juez Ruz de ¡220 inmuebles! de la familia. Begoña Ruiz-Mateos ha reclamado 260 millones a sus hermanos, que juzgaron la iniciativa de la "rebelde" como «triste, dolorosa y lamentable». Pero eso fue hace un par de años. La familia ya no hace declaraciones.

Begoña tendrá que ponerse a la cola, porque entre acreedores, Hacienda y estafados, «los Ruiz-Mateos deben alrededor de 9.000 millones de euros», detalla Yvancos. Y a pesar de que el clan de la abeja mantiene que las deudas y los juicios se han comido su patrimonio, el abogado sostiene que «fuera de España tienen entre 600 y 900 millones. Ese dinero lo he mandado yo mismo». También son elocuentes ciertos detalles: «El día que presentaron el concurso de acreedores de Nueva Rumasa, Álvaro se compró un Cherokee que costaba 150.000 euros».

Ahora, los hijos han pegado sus tentáculos empresariales en bodegas de vinos en La Rioja y en cadenas de restaurantes. Parece que están demasiado ocupados para visitar a su padre que, a pesar de todo, les sigue defendiendo a capa y espada: «Aquí todos somos buenos. El menos bueno soy yo, y soy buenísimo... ¡Cómo serán los demás!». O, al menos, lo hacía cuando tenía la cabeza en su sitio. Cuando existía esa unión. «Cuando hay dinero, todo va bien», observa Joaquín Yvancos. Era aquella época en la que José María Ruiz-Mateos juraba que iba a devolver todo el dinero, en la que dijo haber perdonado a Boyer -«si entra por la puerta le doy un abrazo»- y en la que aún se autojuzgaba, con permiso de todos los jueces que le esperaban: «No soy nada, no tengo nada, no valgo nada, soy la nada». Y añadía, en la misma entrevista: «Seguramente me muero y no pasa nada». O sí.

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