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Su alma de showman, su habilidad histriónica y cómica era conocida en los círculos gastronómicos y en todos los concéntricos a niveles planetarios vinculados a la noche, pero el anuncio del cambio del definitivo del cucharón por el micrófono suponía una ruptura cargada de simbolismo, la primera rendición protagonizada nada más y nada menos que por uno de los tipos duros de la tribu, un marine del fuego vivo y la cocina de raíz, vocacional hasta las trancas, el tipo que antes del maldito Covid había cerrado más locales de hostelería desde el Nervión al Guadalete.
¿Había caído la gota que colmaba el vaso tras nueve meses agónicos y sin visos de futuro para todo un sector? ¿Era una decisión desesperada o la disculpa para cumplir, por fin, su anhelado sueño de llegar más alto que Michael Jordan habida cuenta que la Michelin le veía como músico de culto y club de jazz y no le permitía pasar de general una estrella? ¿Acaso formaba parte de una estrategia colectiva y al día siguiente anunciaría Pepe Solla la creación de The Cooks, la nueva banda de rock con Diego Guerrero a la guitarra rítmica y Ricard Camarena a la trompeta?
En aquellos años de 'fake-news' en los que las redes sociales le cerraban las cuentas al mismísimo presidente loco de los Estados Unidos, la información y la desinformación campaban a sus anchas. Corrían ríos de bits asegurando que el plan del Gobierno del presidente Sánchez era dejar que el mundo de los hosteleros se limpiara solo, sin gastar una bala ni un euro.
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Decían que a los gobernantes de aquellas izquierdas amalgamadas no les gustaban los dueños de los restaurantes finos ni tampoco los manolos de los bares, clase obrera, al fin y al cabo, pero con poca conciencia política y social, muchos de ellos liberales de facto que se habían buscado siempre sus propias castañas y ni sabían de asociacionismo ni sindicatos. No se podía saber si aquello era un bulo o era verdad.
Mayday, Mayday. Apenas quedaban fuerzas para resistir en las balsas... pero no quiero ser yo derrotista en un cuento. No olvidemos que la historia de aquellos músicos de Bremen terminaba bien. El burro, el perro, el gato y el gallo conseguían cambiar su destino trabajando juntos y haciendo felices a los demás con su música. Al lío.
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