Aquel miedo

Valgan estas líneas de recuerdo a Santi y su familia, para honrar a todos los demás asesinados por ETA. Y también a los miles de ... personas de las que nunca conoceremos sus nombres ni sus caras, pero que durante demasiados años vivieron bajo el pánico que genera convivir con una corriente subterránea interna de constante intranquilidad. No puedo borrar de mi cabeza qué fue de la mujer que un comando secuestró en la puerta de su garaje para robarle el coche y huir de la Policía. La amordazaron, la metieron en el maletero y fue localizada muchas horas después, presa del pánico, en un camino abandonado. Siempre me ha angustiado el temor de que aquella mujer, de la que nunca supimos su nombre, no hubiera superado aquel trauma. El mismo trauma que seguro que pervive en los más próximos a los asesinados, extorsionados, amenazados y agredidos. Y cómo no, entre mis compañeros de DV y sus familias, que sintieron tan cerca las siete balas que mataron a Santi. El miedo puede ser tan letal como las bombas. Y muchas de sus víctimas siguen ahí, en silencio. Nunca tendrán un monumento, pero es de justicia, que además de a Santi y al resto de víctimas, recordemos también a esas miles de personas anónimas que fueron heridas por la daga terrorista. Seguro que Santi lo agradece.

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