Todos en Euskadi se envuelven ya en la bandera de los pactos

Ahora que ha muerto Ardanza y recibe el reconocimiento social por su compromiso, conviene recordar que entonces, durante su mandato, no eran muchos los que hablaban con su claridad ni esgrimían con coraje su oposición al proyecto totalitario de ETA. Eso costó mucho en el seno del propio nacionalismo vasco. Y, desde luego, le llevó a sufrir algunos disgustos, entre otros, por ese motivo.

La despedida de Ardanza en el Palacio de Ajuria, con todos los honores oficiales, y sus funerales este miércoles con cuatro obispos pondrán el colofón al homenaje a una de las figuras más relevantes de la historia contemporánea vasca, testigo de un tiempo de excepción e hijo de una generación que tuvo que hacer frente a una situación muy adversa desde un principio pero con unas convicciones sólidas a prueba de fuego.

Ardanza había conocido una época en la que los acercamientos entre nacionalistas y no nacionalistas estaban prohibidos por ETA y las acciones terroristas querían precisamente dinamitar cualquier entendimiento transversal.

Recuerdo en especial el tremendo impacto que sufrió Ardanza por el asesinato de su vicelehendakari socialista Fernando Buesa, el 22 de febrero de 2000, y el intento de acabar con la vida de su exconsejero del PSE de Educación José Ramón Recalde, en septiembre de mismo año. Ardanza –que había dejado de ser lehendakari– estaba desolado y muy triste.

La izquierda abertzale, la tradicional, le fustigó con dureza porque combatió el Pacto de Ajuria Enea con dureza. Se trataba de un instrumento que contribuyó decisivamente a la derrota política de ETA y a aislar políticamente a la violencia en seno del propio nacionalismo. Desaparecido el terrorismo hace más de diez años, el tablero ha pegado una notable sacudida. Hoy el candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, reconoce la aportación de Ardanza «a la historia contemporánea» y anuncia su voluntad de asistir a la capilla ardiente. Un giro copernicano que pone de manifiesto que el cambio vasco va más allá de las formas. Ahora que se dice que las nuevas generaciones van a decantarse, según las encuestas, en apoyo de la izquierda independentista convendría activar determinada moviola de la memoria para hacer pedagogía sobre el pacto entre diferentes que no fue posible hace 40 años, entre otras razones porque ETA había declarado la guerra abierta al sistema del Estatuto de Gernika.

Por eso poner valor a la cultura del pacto entre diferentes significa también recordar cómo se vivía en este país y rescatar la política democrática como la respuesta necesaria a buscar soluciones a los problemas de la gente y no enquistarlos desde posiciones dogmáticas.

Ahora que la campaña discurre en perfil bajo y sin demasiada tensión electoral conviene también recordar que hubo un tiempo distinto y muy amargo en este país. Y también recapacitar sobre la rapidez con la que todos hemos pasado página, a caballo entre la necesidad de olvidar un pasado tenebroso y la higiénica conveniencia de mirar el futuro sin odio, sin revancha y sin resentimiento.

La contienda, mientras tanto, gira en torno a lo que antes se llamaban temas 'sectoriales' y se han convertido en una verdadera prueba del algodón de proximidad para los aspirantes. Los partidos son conscientes de que la gestión de Osakidetza, el problema de la vivienda y la política de cuidados a los mayores se ha convertido en un arma arrojadiza por primera vez en la historia del modelo social vasco.

El primer episodio polémico saltó este martes con el anuncio de los Pradales y Otxandiano, de PNV y EH Bildu, respectivamente, de que no participarían a última hora de este martes en el primer debate televisivo previsto por Radiotelevisión Española. Tampoco participó la candidata de Elkarrekin Podemos Miren Gorrotxategi. El segundo debate con todos los candidatos tendrá lugar este miércoles en ETB1.

El argumento oficial de EH Bildu para justificar la ausencia de Otxandiano de que quieren «priorizar» los debates en los medios vascos puede resultar una explicación un tanto insuficiente. Parece difícil entender por qué se acepta ir a entrevistas en estas televisiones y rechazar otros formatos. A no ser que haya gato encerrado.