Los bulos sobre el autismo, de las vacunas de un estudio 'fake' al paracetamol de Donald Trump

Más allá del mito de las vacunas, bulos como la relación con las pantallas o el paracetamol son desmentidos por la evidencia científica y por las propias personas autistas, que reclaman apoyos basados en el conocimiento y no en prejuicios

Jesús Falcón

San Sebastián

Miércoles, 1 de octubre 2025, 13:11

El peligro de los bulos crece exponencialmente cuando los difunden personas con cargos tan importantes como el de presidente de Estados Unidos. Donald Trump y la desinformación van a menudo de la mano, incluso en temas científicos validados por datos neutros y comprobados o sanitarios con los que no se puede jugar. Esta vez, durante una rueda de prensa, usó su habitual tono de rotundidad solemne para lanzar una advertencia contra el consumo de paracetamol (comercializado en Estados Unidos como Tylenol): «No lo tomen. Si pueden evitarlo, luchen con todas sus fuerzas por no tomarlo».

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Con estas palabras, Trump volvió a generar polémica al vincular el medicamento con supuestos riesgos para la salud, relacionándolo con un supuesto mayor riesgo de autismo durante el embarazo, además sugirió que su administración cambiaría la etiqueta de productos como Tylenol para reflejar posibles riesgos neurológicos, incluyendo autismo, si se usa prenatalmente.

Numerosos organismos médicos y expertos científicos de todo el mundo han salido al paso para desmentir lo que consideran una falsedad. Y es que el fenómeno de las 'fake news' propaga a diario contenidos falsos sobre el autismo, alimentando mitos y creencias erróneas que impactan de forma negativa en la vida de las personas autistas y sus familias, tal y como señala el Centro Español sobre trastorno del espectro del autismo. Esta situación de desinformación descontrolada puede provocar que se encuentren desorientadas, desarrollen falsas expectativas y sean vulnerables a situaciones de potencial abuso, por ello desde dicha entidad consideran que «es crucial acudir a la evidencia científica para desmentir los bulos más extendidos».

El origen del engaño: vacunas y autismo

Uno de los bulos más dañinos y persistentes tiene su origen en 1998, cuando Andrew Wakefield publicó un estudio fraudulento en la prestigiosa revista 'The Lancet'. En dicho artículo se implicaba a la vacuna del sarampión, componente de la triple vírica, en el origen de trastornos como el autismo, según explican desde el Comité Asesor de Vacunas de la AEP. La publicación, acompañada de una intensa campaña mediática, provocó un gran interés y llenó los titulares de prensa con afirmaciones que hablaban de un supuesto vínculo.

Sin embargo, la historia detrás del estudio era un fraude, como recuerda en su web la AEP. El periodista Bryan Deer fue clave en destapar la verdad a través de sus investigaciones en 'The Sunday Times' y el 'British Medical Journal' al revelar que Wakefield había sido contratado por cuantiosas sumas de dinero para desprestigiar la vacuna del sarampión. Además, Wakefield había solicitado la patente de una «vacuna propia» y una parte importante de los datos presentados en su estudio eran simplemente inventados.

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Doce años después de su publicación, en 2010, 'The Lancet' se retractó por completo del artículo, aludiendo al comportamiento poco ético de los autores y a la falsedad de los datos. Ese mismo año, el General Medical Council de Reino Unido le retiró a Wakefield la licencia para ejercer la medicina.

A pesar de que el estudio fue desacreditado y de que existe una abrumadora evidencia científica que demuestra que no hay relación causal entre la vacunación infantil y el autismo, el legado del fraude perdura como reconoce la Confederación Autismo España. Numerosos trabajos de investigación a gran escala, como un estudio de cohorte con más de 1,2 millones de niños, no han encontrado ninguna relación entre la vacunación y el autismo, según datos de la Asociación Española de Vacunología. Una investigación danesa que siguió a más de 650.000 niños también concluyó que la vacuna triple vírica no aumenta el riesgo de TEA. A pesar de ello, las dudas creadas por Wakefield siguen ancladas en el subconsciente de millones de personas, lo que ha provocado una disminución de las tasas de vacunación y ha aumentado el riesgo de brotes de enfermedades prevenibles.

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La 'cura' del autismo y falsas terapias

Otro mito muy extendido es la idea de que el autismo es una enfermedad que se puede «curar» o «revertir». La realidad es que el autismo no es una enfermedad, sino una condición del neurodesarrollo de origen neurobiológico que acompaña a la persona a lo largo de toda su vida, por lo tanto, no existe una «curación del autismo» como tal.

Esta idea errónea ha impulsado la proliferación de metodologías de intervención y «tratamientos» no contrastados que se promocionan con atractivas promesas de curación o mejora inmediata. Estas pseudoterapias o falsas terapias, que se basan en testimonios o anécdotas en lugar de en evidencia científica, «suponen un riesgo para las personas autistas y sus familias», según el Centro Español sobre Trastorno del Espectro del Autismo. Además pueden generar falsas expectativas, frustración, situaciones de estafa y perjuicios para la salud física y mental.

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Organizaciones como Autismo España y la Asociación Española de Profesionales del Autismo (AETAPI) han alertado sobre estas prácticas. Para ayudar a las familias a identificar estas propuestas fraudulentas, existen algunos signos de alarma. Entre ellos se encuentran «las promesas de un éxito grande, rápido y fácilmente alcanzable para todos; el basarse únicamente en anécdotas testimoniales sin aportar datos objetivos de investigación; y la existencia de un fuerte interés económico para sus promotores», según explica AETAPI.

Estereotipos y otros bulos

La desinformación también ha creado numerosos estereotipos sobre las personas en el espectro del autismo (Autismo España). La campaña 'Fake Autismo' del Centro Español sobre trastorno del espectro del autismo busca derribar estos falsos mitos con la ayuda de las propias personas autistas. Uno de los bulos más comunes es que las personas con autismo prefieren estar aisladas, sin embargo la realidad es que tienen interés y necesidad de relacionarse con los demás, aunque sus diferencias en la comprensión de las situaciones sociales pueden dificultar estas interacciones. Tampoco es cierto que no se comuniquen; todas lo hacen, aunque no siempre sea a través del lenguaje verbal, pudiendo emplear sistemas alternativos de comunicación.

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Otros mitos extendidos incluyen que el autismo lleva asociados rasgos físicos diferenciadores, lo cual es falso, ya que solo se manifiesta a nivel de las competencias cognitivas y del comportamiento. Tampoco es cierto que siempre se asocie a una discapacidad intelectual o, por el contrario, a «habilidades especiales»; la capacidad intelectual es muy variable en cada individuo. Asimismo, es falso que las pantallas provoquen autismo o que su origen esté en el consumo de paracetamol durante el embarazo, afirmación que carece de toda evidencia científica pese a las recientes palabras de Donald Trump.

La evidencia científica

Ante la proliferación de bulos, la comunidad científica y las asociaciones especializadas insisten en que cualquier intervención o apoyo dirigido a personas autistas «debe estar basado en la evidencia científica». Los únicos abordajes recomendados a nivel nacional e internacional son de carácter psicoeducativo, personalizados y orientados a potenciar los puntos fuertes de la persona para mejorar su calidad de vida y su inclusión social.

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Las personas con autismo y sus familias tienen derecho a recibir información veraz y contrastada, tal y como defienden estas organizaciones, esto incluye conocer en qué consiste un tratamiento, en qué conocimiento científico se basa, cuáles son sus beneficios y posibles efectos secundarios, y qué cualificación tienen los profesionales que lo aplican. «Es fundamental que la sociedad, como consumidora de información, se cuestione lo que cree saber sobre esta condición y acuda a fuentes fiables para no perpetuar bulos que tanto daño hacen a este colectivo», explican desde el Centro Español sobre trastorno del espectro del autismo.

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