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Trabajadora de un banco suiza coloca un fajo de billetes de 500 euros en una máquina contadora. Reuters

Suiza, a un paso de 'reinventar' el sistema bancario internacional

El 10 de junio sus ciudadanos decidirán en referéndum si la creación de dinero, ahora sobre todo en manos de entidades privadas, para a ser exclusiva de su Banco Nacional

Sábado, 2 de junio 2018

«Revolucionario» o «dañino». Calificativos tan dispares son los que ha recibido en las últimas semanas la nueva Iniciativa por la Soberanía Financiera, también conocida como 'solución Vollgeld' (cuyo origen está en un movimiento social alemán), de carácter aparentemente innovador y vocación global. Pretende devolver el negocio bancario a sus orígenes y lo cierto es que a pocos entre quienes la conocen les ha dejado impertérritos, bien sea por el vértigo del cambio notable que puede avecinarse en el sistema bancario, bien por la elevada expectativa que tienen sus defensores de estar prácticamente ante el 'bálsamo de Fierabrás' que puede terminar reduciendo al mínimo el riesgo de crisis financieras y, sobre todo, su impacto económico en las finanzas públicas y los bolsillos de los ciudadanos.

Pero, ¿en qué consiste este movimiento que por ahora parece haber pasado más o menos desapercibido en la primera línea del debate público? Pues, fundamentalmente, en que las entidades financieras privadas dejen de crear dinero. Maticemos. Los bancos centrales de cada país son los encargados de acuñar las monedas y billetes -en la zona euro ese papel se reserva al BCE, apoyado en los supervisores nacionales de cada Estado miembro-, aunque luego son las entidades privadas las que multiplican esa oferta monetaria para crear un negocio en el que, en teoría, habrían de ganar el banco y el cliente.

Un ejemplo práctico puede ilustrarlo mejor. Si tenemos 500 euros en nuestra cuenta corriente del banco, éste puede crear un dinero electrónico por un valor hasta diez veces mayor para dar créditos. Y es así como comenzaría una cadena de préstamos sucesivos a cientos, miles y decenas de miles de personas, donde el rédito para la entidad sería el interés que iría cobrando de forma sucesiva a cada uno de ellos y eso apoyándose en un capital físico inicial mucho más pequeño. La normativa financiera, de hecho, solo les obliga a mantener un nivel mínimo de reservas en sus cajas (esto es, dinero en efectivo) con las que hacer frente a los depósitos de sus clientes.

En la zona euro, y a raíz de las consecuencias nefastas del estallido de la crisis financiera internacional hace poco más de una década, desde 2012 las entidades están obligadas a que el volumen de ese capital liquido alcance, al menos, el 2% de los depósitos. Se le conoce como reserva fraccionaria y supone que, de nuestros 500 euros mencionados arriba, el banco debería tener a disposición nuestra en cualquier momento un mínimo de 10 euros.

Conceptos como ese son los que deben tener claros los suizos antes del próximo 10 de junio, pues ese día están llamados a un referéndum tan singular en esta época como importante, aunque a primera vista pueda no parecerlo. Los promotores de la 'solución Vollgeld' han logrado que puedan decidir si el Banco Nacional de Suiza recupera, como en sus orígenes, la exclusividad de crear dinero y eso se extiende al electrónico, es decir, de las sucesivas operaciones de crédito referidas a capitales anteriores y que, en realidad, solo una parte pequeña están a plena disposición con el consiguiente riesgo en caso de una grave crisis de una entidad.

¿Vuelve el 'dinero soberano'?

Ese cambio supondría acabar con la centenaria banca fraccionaria, que hoy controla casi el 90% del suministro financiero en muchos países, como la propia Suiza, dejando el otro 10% en manos de su banco central. La consecuencia es que el dinero de las cuentas corrientes se guardaría en el banco central del país y estaría plenamente disponible en todo momento, pero no generaría intereses al estar ya completamente libre de riesgos. Asimismo, los depósitos a plazo pasarían a ser considerados activos de riesgo y sí podrían ser usados para dar crédito, lo que permitiría que las entidades les pagasen un rendimiento -también generarían costes, que habría que ver quién los asume finalmente-. No obstante, también los propios bancos podrían dar crédito usando sus recursos propios y beneficios anuales.

Los defensores de una modificación tan sustancial lo han definido como la «reintroducción del dinero soberano» y tachan de «aberración» que las entidades privadas puedan crear dinero de manera casi «ilimitada» como hasta ahora. Entre ellos aparecen colectivos sociales de distintos países, sobre todo en Europa, aunque también profesionales del sector como algunos investigadores del Fondo Monetario Internacional (FMI) y todo un exgobernador de banco central, en este caso el español Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

En noviembre pasado señaló en el Congreso, dentro de la comisión que investiga las causas de la crisis financiera en España, que el cambio referido de un tipo de banca a otro «tendría consecuencias positivas no sólo para la estabilidad del sistema, sino también para reducir e incluso suprimir la ingente regulación prudencial que hoy está perjudicando la innovación financiera», y con ello el desarrollo de las llamadas 'fintech' llamadas a incrementar la oferta y hacer crecer la competencia. En abril pasado, no obstante, matizó en una tribuna de opinión en El País que tampoco habría que esperar que con ello desaparezcan las crisis financieras, aunque sí que sus pérdidas «no sean pagadas por los contribuyentes».

En cualquier caso, abogó por un cambio tranquilo, no de golpe. «Hay que diseñar una transición que permita a los bancos actuales transformarse y adaptarse a la nueva situación» -defendió- porque en caso de acelerarse los ritmos y que «se pasara bruscamente de uno a otro» se producirían «unos costes muy importantes, no solo para los accionistas y el personal de los bancos, sino también para los usuarios y toda la economía». Y Fernández Ordoñez ya apuntaba entonces que, amén del caso de Suiza, los Bancos Centrales de Inglaterra y Suecia están estudiando la posibilidad de reformar su sistema, aunque el Banco Internacional de Pagos de Basilea -que actúa como coordinador de los bancos centrales- ha aconsejado que, antes de cualquier cambio, se elabore «un cuidadoso y concienzudo estudio».

El mal precedente del 'Brexit'

Como era previsible, las principales autoridades suizas se han opuesto a la posibilidad de acabar en ese país con la banca fraccionaria, desde el Consejo Federal hasta los parlamentos de sus cantones, amén de la poderosa Asociación de Banqueros Suizos y el propio Banco Nacional Suizo (BNS). Para su presidente, Thomas Jordan, la llamada 'solución Vollgeld' «crea unas expectativas irreales» y, además, su aplicación tendría «serias consecuencias» para el país.

También los grandes bancos de otros países miran con atención lo que pueda ocurrir en la confederación helvética. Uno de ellos es el holandés ING, que en un informe reciente ha advertido de que «se está subestimando el impacto» de lo que está pasando, acaso porque no se está considerando la posibilidad de que gane el 'Sí' en el referéndum -las últimas encuestas sitúan el 'No' cerca de un 49%, con un 35% de votos afirmativos y otro 16% de dudosos o que bien no tienen una opinión formada- y, advierte al respecto, «esto último podría ser un error».

Recuerdan desde ING que el referéndum del 'Brexit', celebrado hace ahora dos años «nos ha enseñado que cuanto más nos recomiendan los expertos alejarnos de una postura, más personas se inclinan a favor de la misma». Señala que iniciativas como la de recuperar la creación de dinero por parte de los bancos centrales no son nuevas, «pero nunca se han puesto en marcha… por lo que la transición sería como recorrer un camino inexplorado».

En cualquier caso, estiman que el nuevo sistema no acabaría con las crisis bancarias, pues las necesidades de financiación de la economía se cubrirían con otros activos a corto plazo del mercado que pueden generar problemas similares. Aumentaría, eso sí, el papel del banco central en una economía -ya no intervendría a través de los precios (subiendo o bajando los tipos) sino emitiendo o retirando reservas como en el pasado-, pero cree que alejaría al país (en este caso, Suiza) «del funcionamiento típico de una economía de mercado y la restricción de la oferta de crédito deprimiría la actividad».

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