La enésima especialización de la fábrica que llevó la electricidad a zonas aisladas del Amazonas

En su más de 50 años de vida, Guascor ha pasado por distintas manos pero sin perder el arraigo que intenta volver a potenciar

A. ALGABA

Jueves, 18 de mayo 2017, 21:03

«La cosa podía haber sido de muy distinta forma». Habla un antiguo empleado de Guascor. Se refiere concretamente a 1994, a aquella crisis que nadie vislumbraba que podía regresar dos décadas después de una forma aún más cruda. En aquel arranque de la década de los 90 la recesión golpeaba de forma directa a la industria vasca y la fábrica que un día vio la luz gracias a la visión de negocio de un empresario vizcaíno, José María Gutiérrez Ascunce, se comenzaba a tambalear.

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Gutiérrez Ascunce Corporación, alias Guascor, fue fundada en 1966 con el objeto de distribuir motores marinos. El acuerdo del propietario con la empresa francesa Baudouin para colocar esos propulsores, principalmente, de los barcos pesqueros significó la primera piedra de un negocio que se presuponía próspero. Años después comenzaron a fabricarlos. Eran motores diésel de calidad, fiables y que se ganaron la confianza del sector pesquero.

En un artículo publicado por Innobasque con la colaboración de la UPV/EHU se apuntan los siguientes pasos que dio Guascor hasta ese punto de no retorno que alcanzó en 1994. En los ochenta se subió al carro de la cogeneración y en 1988 llegó a un acuerdo tecnológico con la firma estadounidense Waukesha para intercambiar la tecnología diésel por la del gas y así seguir perfeccionando sus productos y ganando cuota de mercado.

En los 90, Guascor empezó a internacionalizar su actividad, con filiales en Argentina o Marruecos para comercializar sus motores. Pero en el 94 la situación se torció y por diversas razones (producto, sobredimensionamiento...) la empresa entró en quiebra técnica, con unas pérdidas de cuatro millones de euros y una facturación de 15. Aun así, Guascor seguía siendo el único fabricante de motores diésel, de gas y de biogás, lo que no le pasó desapercibido a uno de los fundadores de Gamesa, el empresario alavés Joseba Grajales que, junto a un grupo de empresarios, adquirió la empresa, renegoció la deuda y con una plantilla redimensionada, siguió con el negocio.

Desde entonces, la compañía se sumió en un despegue hacia la excelencia tecnológica con el objetivo de que su producto estuviera siempre a la vanguardia. El primer paso en este sentido se dio en 1996, con la construcción en el Parque Tecnológico de Álava de un centro de investigación y desarrollo en el que invirtieron 18 millones. El mismo centro que ahora ha diseñado el nuevo motor de gas con el que Siemens quiere hacerse con el mercado.

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En el mismo año, Guascor da el paso de trabajar en otros ámbitos de energías renovables y decide también abrir una planta en Brasil, centro en el cual trabaja buena parte de los 1.300 empleados que tenía el grupo cuando fue adquirido por la estadounidense fabricante de grandes compresores industriales Dresser-Rand en 2011. La operación valoró en una cifra cercana a los 500 millones de euros, si bien 125 correspondieron a la asunción de deuda por parte de la multinacional. Fruto de esta operación, el empresario Joseba Grajales pasará a ser propietario del 4,07% de las acciones de Dresser-Rand.

Ya en 2014, la firma alemana Siemens lanzó un OPA para hacerse con la totalidad de los títulos de Dresser-Rand por un importe próximo a los 5.700 millones de euros. Y desde entonces la multinacional ha preparado el terreno para poder lanzar su nueva línea de motores de gas Made in Euskadi que este jueves vieron la luz.

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Así, la planta en la que trabajaban 80 empleados en 1994 ha pasado a tener activos a 170, y de fabricar motores para barcos se ha pasado a construir motores que funcionan con gas metano proveniente de vertederos o a producir soluciones para la generación de electricidad en zonas aisladas como la Amazonia de Brasil. Ahora con la enésima especialización buscaran abordar un nuevo reto desde Euskadi con tecnología punta.

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