Un antropólogo inocente entre banqueros
El también periodista Loris Luyendijk se zambulle de lleno en el mundo de los agentes de bolsa, financieros y banqueros de la City londinense
Julio Arrieta
Viernes, 9 de septiembre 2016, 13:42
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Los antropólogos tienen dos modos básicos de orientar su trabajo, dos formas de observar las sociedades, etnias y culturas. Una, conocida como 'etic', consiste básicamente en 'mirar desde fuera', observar sin mantener contacto directo con el colectivo objeto de estudio. La otra, llamada 'emic', se basa en lo que podría definirse como la observación participante. El antropólogo entra en la cultura o grupo que quiere estudiar. Pues bien, el periodista Loris Luyendijk decidió aplicar este segundo enfoque no para estudiar el modo de vida de los esquimales de la tundra ártica del Norte de Alaska o el de los dogones de Malí, sino para tratar de entender y explicar a los lectores del periódico 'The Guardian' qué es lo que hacen y cómo son los agentes de bolsa, financieros y banqueros de la City de Londres.
Luyendijk emprendió esta tarea porque, según él mismo cuenta, no tenía ni idea de a qué se dedica toda esta gente realmente y le pareció interesante averiguarlo para contarlo de forma sencilla y comprensible. Como además de periodista es antropólogo, decidió aplicar los métodos propios de la antropología para realizar lo que empezó siendo un reportaje, pasó por materializarse en un centenar de entrevistas publicadas en la web de su periódico y acabó por convertirse en un libro magnífico, entretenido y revelador, 'Entre tiburones', cuyo subtítulo lo dice prácticamente todo: 'Una temporada en el infierno de las finanzas'.
En una línea que en más de una ocasión recuerda a las historias que Nigel Barley cuenta en su 'El antropólogo inocente', Luyendijk se lanzó al «infierno de las finanzas» desde la ignorancia total indisimulada y abierto a cualquier cosa que le quisieran contar. El lector sigue así todo su proceso de aprendizaje -desarrollado desde el verano de 2011 hasta otoño de 2013-, pero asimismo de asimilación. «Los antropólogos también tienen sus tabúes», explica el autor en un momento en el que empieza a mostrarse identificado con sus sujetos de estudio, los mismos a los que se ha acercado viéndolos como los responsables directos de la crisis, animado por los comentarios de los lectores de su blog. «El primero de la lista es la discriminación, pero seguido inmediatamente por su contrario: la aclimatación; es decir, la identificación con los nativos. Uno se pasa unos cuantos meses en la jungla de Papúa y, con el paso del tiempo, los sacrificios humanos empiezan a parecer algo razonable».
Quizá la mención a los sacrificios humanos en un capítulo en el que se habla de la crisis es un poco forzada, pero la cita describe a la perfección el tono del libro, basado en entrevistas con «doscientos profesionales de la banca» que «arriesgaron su trabajo o sus indemnizaciones de despido» al acceder a hablar con el autor. Si el lector espera una serie de testimonios de despiadados sociópatas anarcocapitalistas, devotos chiflados de Ayn Rand o algo por el estilo, se va a llevar un disgusto. Lo que se va a encontrar es la descripción, a menudo perpleja, incluso atolondrada, pero siempre basada en testimonios de primera mano, de un mundo complejísimo y muy compartimentado, deslumbrante, imponente y a veces intimidante, poblado por gente asombrosamente normal que maneja muchísimo dinero ajeno de una forma muy complicada.
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