Los robots y el futurismo tecnopesimista
Martin Ford, ingeniero informático, plantea en un libro los efectos devastadores que puede tener el desarrollo de la tecnología en el empleo
Julio Arrieta
Viernes, 1 de julio 2016, 11:31
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Martin Ford es un ingeniero informático que se dedica desde hace 25 años al desarrollo de software. Sin embargo, es famoso por su faceta de escritor, sobre todo por su ensayo 'The lights in the tunnel', que plantea los efectos devastadores que puede tener el desarrollo de la tecnología en el empleo. 'El auge de los robots' es una extensión de los argumentos expuestos en aquel primer libro, que dio lugar a varios estudios académicos y a toda una corriente de investigación y debate.
En 'El auge de los robots' Ford defiende que «el avance de la tecnología de la información nos está llevando a una economía que depende menos de la mano de obra», lo que, como apunta el subtítulo, nos conduce a «un futuro sin empleo». La automatización y los robots ya no solo van a sustituir a los operarios en tareas no especializadas, peligrosas o rutinarias, sino que también se van a ocupar de los puestos que el autor describe como 'de cuello blanco': los de los especialistas cualificados, los directivos o aquellos cuyos trabajos suponen la toma de decisiones complejas. Como redactar una reseña como esta, sin ir más lejos. No es broma: como ejemplo el autor cita parte de la crónica de un partido de béisbol escrita por un programa informático y que fue publicada por un medio... que ya ha empezado a prescindir de sus periodistas en favor de un software que escribe por su cuenta (y que no cobra).
Los tecnooptimistas, término que usa el autor, defienden que todo esto no es un problema. En su opinión, aquellos que sean desplazados por las máquinas y los programas avanzados en sus labores tendrán la oportunidad de dedicarse a otras tareas o de trabajar en colaboración con la propia máquina: el obrero humano estará junto al robot. Los tecnopesimistas -entre los que Ford puede ser encuadrado aunque probablemente a él le disguste- creen que la primera situación se dio durante los primos años de la automatización, pero que ya no va a ser posible en un mundo de inteligencias artificiales capaces de aprender y decidir: el trabajador desplazado por la máquina no va a poder recurrir a otro desempeño alternativo porque ese puesto también va a estar cubierto por otra máquina inteligente. En cuanto al segundo escenario tecnooptimista, la feliz convivencia de robot y humano en la fábrica inteligente gracias a sistemas «orientados a las personas» que eviten la automatización completa, Ford le encuentra una pega bastante lógica: el ahorro de costes laborales. «Para cualquier empresa racional, la adopción de tecnología que ahorre trabajo humano será una tentación irresistible», escribe.
Así pues, el futuro que plantea el autor en este ensayo algo deslavazado y demasiado centrado en Estados Unidos es bastante descorazonador, sobre todo cuando añade que el gran desempleo creado por la tecnología va a coincidir con los desastres medioambientales causados por el cambio climático. La desazón aumenta cuando, en el capítulo 'Hacia un nuevo paradigma económico' parece proponer como única solución para toda esa gran masa de gente desplazada por la tecnología el establecimiento de una renta basíca garantizada universal que le sirva de colchón económico. Y el reconcomio crece todavía más cuando el lector se encuentra con que la conclusión final es, en realidad, la repetición del punto de partida sombrío de la introducción, repetido casi con las mismas palabras: «El mayor riesgo es que nos enfrentamos a una 'tormenta perfecta', una situación donde el desempleo creado por la tecnología y el impacto medioambiental se desarrollen en paralelo, se refuercen y quizá hasta se identifiquen mutuamente».
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