Un susto terrible y el arte del amago

Tras unos segundos de espera que se hicieron eternos, Ezkurdia se levantó por su propio pie para dirigirse fuera del frontón. Quería tomar aire. Volvió y el público le acogió con una de las ovaciones de la tarde, liberadora. Respiraron hondo todos. Pudo acabar el partido.

«Hemos tratado de combatir el hematoma con hielo y un antiinflamatorio», señaló el doctor Urrutia. «En la exploración hemos comprobado que no había ni pérdida de conciencia, ni alteración ocular. Tampoco herida. El protocolo recomienda despertarse a media noche y, si no se observa nada extraño, conciliar de nuevo el sueño. Si sufre náuseas o vómitos, se someterá a un escáner. Confío en que no sea necesario». Si todo discurre con normalidad, estará listo para jugar el próximo lunes en Ziordia.

No tuvo una tarde afortunada el campeón del Cuatro y Medio. Sobre todo por el golpe. Tampoco le acompañó el juego. Cometió más errores de la cuenta, le costó mucho tomar la iniciativa del peloteo y no encontró la manera de sujetar los efectos y las diabluras de Oinatz Bengoetxea.

El de Leitza, jaleado por sus vecinos, y Martija, garantía absoluta que además hace daño cuando encuentra pelota a placer, sumaron su séptimo punto al ganar 22-14. Empatan a siete con Olaizola II-Zabaleta y Altuna III-Imaz, con quienes comparten las posiciones del segundo al cuarto en la tabla. Superan a Ezkurdia y Aranguren en el averaje particular y enfilan las tres últimas jornadas de la liguilla con ventaja.

En un Amazabal que conoce como las palmas de sus dos manos, lo bordó Bengoetxea VI. En ataque y en defensa. Lucieron sus remates y además ofreció un curso de cómo manejar el arte del amago. Amenaza de tal manera con la parada al txoko y el gancho, que cuando deja la pelota a su zaguero el encargado del marcador empieza a aproximar el dedo al botón correspondiente a su color, en este caso el rojo. Si además Martija aprovecha al cien por cien esas ventajas, la conclusión es clara.

Ezkurdia, notable al inicio y víctima mediado el encuentro de una pájara anterior al pelotazo en la cabeza, no alcanzó ni de lejos el excelente nivel de seis días antes en Elgoibar. Su compañero, Aranguren, cubrió cancha con sentido de la anticipación, se gustó en una dejada de zurda al ancho desde el txoko y defendió bien. Sin embargo, entregó demasiada pelota. La derecha de Martija funcionó mejor que la suya.