Los miembros de la Peña Bidasotarra, acompañados de los jugadores del Bidasoa tras un partido.
Kirolean errespetuz

«La pasión no está reñida con el respeto en la grada»

Compromiso. Fernando Ramírez, presidente de la Peña Bidasotarra de Irun de balonmano, aboga por no perder las señas de identidad y promover la solidaridad en la pista

Enrique Echavarren

San Sebastián

Sábado, 9 de diciembre 2023, 01:00

Fernando Ramírez tiene 52 años. Nacido en Donostia, se considera irundarra de toda la vida. «En el carné de identidad pone que soy natural de ... Irun», proclama con orgullo. Trabaja en la construcción y es el actual presidente de la peña Bidasotarra de balonmano, fundada el 9 de febrero de 2020, en plena pandemia. Cuentan con 206 socios, de los que el 85% son también abonados del Bidasoa.

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«Viajamos a todos los desplazamientos posibles a animar al equipo. Lo hacemos en autobús. Ahora mismo estamos organizando un viaje a Sagunto. Hemos estado en Pamplona, Logroño, Torrelavega y Santander. También fuimos a la semifinal de la Euskal Kopa en Eibar. El año pasado nos desplazamos a Granollers, Huesca y Valladolid», enumera.

La relación con las aficiones rivales es cordial. «Nos llevamos bien con todos. Allá donde vamos dejamos bien alto el nombre del Bidasoa y también los de Irun y Euskadi. Nos limitamos a animar al equipo y siempre estamos en buena sintonía con los seguidores rivales. A la afición del Nava de la Asunción, una población segoviana de 3.500 habitantes, les invitamos en su día a comer en su visita a Artaleku hace tres o cuatro años. Cuando fuimos allí nos correspondieron con un almuerzo. Nos dieron de todo. Pusieron el partido a las once de la mañana para darlo en directo por televisión y las dos aficiones nos acercamos al pabellón juntas y en pijama».

«A la gente que insulta a los jugadores contrarios, al árbitro y a la afición rival no la queremos con nosotros nunca»

Ramírez destaca que «en Artaleku nunca hemos tenido ningún problema con los seguidores del equipo contrario. Es más, cada vez que vienen a Irun nos sacamos fotos con ellos todos juntos, y también con los jugadores. Siempre en buena onda. Nos llevamos bien con todo el mundo. Eso es lo que hay que promover, además del respeto al árbitro».

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«En cuatro años no ha habido ningún incidente en Artaleku, ni individual ni colectivo. Tocamos madera. Si vemos que alguien 'conflictivo' quiere entrar en la peña, no le permitimos hacerse socio. A alguno que ha querido apuntarse, conocido por sus malos comportamientos en la grada, insultando a los jugadores rivales, al árbitro y a la afición contraria, no se lo hemos permitido. A ese tipo de gente no la queremos con nosotros», se vanagloria.

A su juicio, «el balonmano es un deporte de contacto, pero muy noble, como el rugby. Es muy raro ver agresiones entre aficiones y jugadores. Esto no es fútbol. Antes de que empiece el partido, lo primero que hacen ambos equipos es darse la mano. El balonmano tiene sus propios valores, como el esfuerzo, la solidaridad. Es un deporte de constantes ayudas al compañero, muy activo. En el fútbol puedes esconderte un rato. Aquí, no. La transición defensa-ataque es constante».

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«El balonmano es un deporte duro, pero muy noble; tiene sus propios valores, como el esfuerzo y la solidaridad»

La afición bidasotarra se caracteriza por ser modélica. «Los clubes rivales nos dicen que somos un ejemplo por la fidelización a los colores, por la cantidad de aficionados y por nuestra manera de actuar. Animamos al equipo de principio a fin del partido y no nos metemos con las aficiones rivales. No es de ahora, sino desde cuando se fundó la peña».

Reconoce que «los comportamientos violentos son una mezcla de muchas cosas. La gente a veces se calienta, existe también el forofismo y los ultras utilizan los partidos para pegarse. Suelen quedar peñas para hacerlo. Además, los problemas personales que puedan tener en casa o en el trabajo los trasladan al deporte. Se ocultan entre la masa, están más tapados. Eso en el balonmano no sucede. A ese tipo de gente se la vería desde el principio».

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Problema de educación

Ramírez considera que «sin duda, se trata de un problema de educación. Es fundamental que los padres transmitan valores a sus hijos. Llevo 40 años en el club, primero como delegado de los equipos inferiores. También he radiado partidos, pero tengo claro que si en casa no te enseñan a comportarte no hay nada que hacer. Llevo muy dentro el cariño al Bidasoa, desde niño, y trato de inculcárselo a mi hijo Alex, que tiene 14 años y juega en el cadete. Ante todo, primero hay que ser compañero. Y después hay que respetar siempre al rival y al árbitro».

«La solución no es poner multas a los clubes cuando se producen insultos desde la grada –puntualiza–. A los ultras se les castiga y siguen haciendo de las suyas con el beneplácito de los clubes. La solución sería no dejarles entrar a los campos, pero hay clubes que no se atreven. No quieren involucrarse y luego pasa lo que pasa por ahí».

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Optimista por naturaleza, también es realista y ve complicado encontrar una solución a la violencia en los terrenos de juego. «La violencia no solo se da en el deporte, también en el resto de la sociedad. A los profesores no se les respeta en los colegios y encima los padres se encaran con ellos. Defienden que 'mi hijo es perfecto' sin darse cuenta de que con esas actitudes no les hacen ningún favor. La gente no se mira al ombligo, la culpa siempre es de los demás, y eso no es así. No hablo de adolescentes, sino en Primaria. Los profesores no pueden con ellos. Es un problema de base. La vida no es un camino de rosas, pero el deporte transmite unos valores que te animan a levantarte cuando estás abajo y a seguir luchando».

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