Las diez noticias clave de la jornada
Golf

Augusta y Olazabal, un idilio infinito

El 10 de abril se cumplen treinta años de la primera victoria en el Masters del hondarribiarra y veinticinco de la segunda chaqueta verde. «Allí me siento en paz, es un lugar especial y mágico», dice

Álvaro Vicente

San Sebastián

Viernes, 29 de marzo 2024, 07:21

C

ada año es tan especial como el primero», confiesa José María Olazabal (Hondarribia, 1966), en alusión al Másters de Augusta. «El recorrido por Magnolia Lane - ... la calle que lleva a la casa club- es especial. Procuro hacerlo lo más lento posible, intento mirar los magnolios a izquierda y derecha, porque los recuerdos que me vienen siempre son buenísimos. Allí estoy en paz conmigo mismo, me siento feliz», rememora.

Publicidad

En esta ocasión, su trigésima quinta vez en Augusta, será distinto si cabe porque se cumplen treinta años de su primera chaqueta verde y veinticinco de la segunda. En 1994, Olazabal acabó con -9 y dos golpes de ventaja sobre Tom Lehman. En 1999, cinco años después, Olazabal volvió a lo más alto en otra gran actuación, terminando con -8 y dos golpes de ventaja sobre Davis Love III. «La primera vez no la pude apreciar todo lo que debía. Disfruté mucho más la segunda, porque ya era consciente de lo que tenía alrededor», resume.

El Masters fue la confirmación aquel año, 1994, de una gran temporada para Olazabal que también ganó el Volvo PGA Championship y el Turespaña Open de Mediterránea quedando segundo en el German masters y el Open de Andalucía y tercero en el Open de Francia y el Toyota World Match Play. La victoria de Olazabal en Augusta fue la última de una gran racha europea en el Masters que hizo que desde 1988 a 1994 ganaran seis europeos, una racha que sólo pudo romper Fred Couples, ganador en 1992.

Olazabal todavía recuerda cómo encadenó los 69 golpes de la cuarta ronda y tiene grabado aquel eagle del hoyo 15 con el que asaltó la cabeza o la nota que Severiano Ballesteros le dejó por la mañana en la taquilla arengándole: «Recuerdo que el domingo cuando llegué al campo y abrí mi taquilla, Seve me había dejado una nota pegada con celo. La leí y me quedé un buen rato ahí sentado, pensando en el detalle que tuvo y en lo que decía. Me escribió: 'Ten paciencia, juega tu juego, que tienes juego más que suficiente para ganar este torneo'.¡Vamos Fuenterrabía!».

Publicidad

Aquella última ronda con Lehman tuvo un momento decisivo. «La situación iba muy ajustada, con un golpe de ventaja, dos a veces. Hubo un momento fundamental, clave, en el hoyo 15. Los dos tiramos de dos a green. Me acuerdo que pegué el segundo golpe, estaba muy contento con un hierro cinco. Leeman pegó un golpe extraordinario, de segundo, y la dejó a dos metros del hoyo. En ese momento emboqué un putt de quince metros para hacer eagle mientras que él pegó otro golpe maravilloso, tocó el borde y no entró. Ahí es donde me puse con dos golpes de ventaja. Fue un momento crucial, importantísimo».

El hondarribiarra se quitó un peso de encima aquel día. «Yo, antes de ese Masters, soñaba que ganaba un grande y que ese iba a ser un momento de alegría y júbilo extremos, y a medida que van pasando los años te das cuenta de que cuesta mucho. Y me acuerdo perfectamente de que cuando metí el último putt en el 94, en vez de sentir esa explosión de alegría, tuve una sensación de alivio, de decir: 'Lo he conseguido, he roto el muro'».

Publicidad

Este contenido no puede visualizarse correctamente en este formato. Ver experiencia completa

Tras la tradicional cena con la directiva del Augusta National aquel 10 de abril de 1994, un coche le acercó a la casa que había alquilado a un kilómetro del campo. Se bajó de él y se apoyó en otro automóvil: «¿Sabes qué? Que la he ganado y ahora, ¿qué?», se sinceró con su mánager Sergio Gómez. «Que es para estar muy contento» le contestó este. «Hombre, yo esperaba que iba a estar más contento» confesó Olazabal.

El hondarribiarra pasó a formar parte de la estirpe de campeones de Augusta, a poder cambiarse en un vestuario solo para los ganadores. «El 'Champions room' es también especial porque te encuentras con antiguos ganadores. Puedes compartir momentos especiales en la mesa con Tom Watson, Nick Faldo, Jack Niklaus, Gary Player... surgen conversaciones íntimas, personales, historias vividas por todos».

Publicidad

Los problemas de salud

Luego llegó una etapa «negra», marcada por problemas de salud que pusieron en peligro su carrera deportiva. «Pasé dos años muy duro. Empecé a notar molestias en la planta de mi pie derecho. Por desgracia los dolores no remitían y llegó un momento en el que pensé que mi carrera se había acabado», confiesa.

Así que siempre ha dicho que la segunda victoria fue más emotiva. «Volver a ponerme la chaqueta verde fue algo extraordinario que no me esperaba. Fue un momento, golfísticamente, el mejor de toda mi vida», resume. Olazabal hizo 71 golpes el domingo para un total de 280, ocho bajo par, y aventajó en dos golpes al norteamericano Davis Love y en tres al australiano Greg Norman, de 44 años. «Desde el momento en el que entré en Augusta National me pareció una fortuna poder volver al torneo. A lo largo de la semana me encontré bastante cómodo con mi juego. El último día disfruté cada paso que di como no lo había hecho en el 94. Disfruté de la luz, de los colores, del ambiente, del público, de todas las situaciones de tensión que hubo bastantes. Disfruté de ese día de una manera extraordinaria».

Publicidad

A la pregunta de su estaba destinado a ganar, Olazabal se lo piensa. «Posiblemente el destino tenga algo que ver. Al llegar a principio de semana no tenía mucha confianza en mí. Y ocurrió una cosa curiosa. En la cena de campeones del martes se me acercó Gary Player y me dijo que quería hablar conmigo cinco minutos. En los vestuarios me pilló y me preguntó qué tal mi juego. Le respondí que estaba jugando así así, no muy fino. Luego me preguntó qué tal mi confianza. Le dije que no tenía la moral muy alta. Entonces dijo «¡Great!» y se colocó en una posición curiosa: flexionó las rodillas casi hasta la cintura y extendió los brazos a la altura de los hombros. Y en esa posición me dijo: «Tienes un gran swing; no te diría esto si no tuvieras un gran swing. Si no ganas, no pasa nada, ya volverás a ganar. Si ves que no estás bien con tu juego, nada, a la cancha a practicar y al putting green a tirar muchos putts. Y a trabajar y trabajar». Y me dijo todo eso sin moverse de esa posición. ¡Más de dos minutos y con 63 años! Aquello me dio muchos ánimos. El tesón de Player y escuchar que con trabajo duro puedes conseguir cualquier cosa. Esa es la moraleja».

En 1999 también hubo un momento que no olvida en el transcurso del torneo. Un putt en el hoyo 16 en la última ronda. «Era un putt corto, no tenía ni un metro, pero no te lo puedes ni imaginar: cuesta abajo, con caída por todos los lados... Un putt endiablado, complicadísimo. Se puede decir que es un putt de los que te hacen ganar una chaqueta. Y entró».

Noticia Patrocinada

Este contenido no puede visualizarse correctamente en este formato. Ver experiencia completa

No olvida qué le dijo a Norman en el 18. «Le dije que fue un placer jugar estos 18 hoyos con él. Mi amistad con Greg es muy fuerte. Me llamó cuando supo de mis problemas físicos y yo le llamé cuando se sometió a la operación de hombro. Es una amistad que no se limita al golf. Por eso, cuando él metió el gran putt del 13 para eagle y yo el siguiente putt largo para birdie, nos miramos y nos saludamos con la mano. No por pura cortesía, sino porque los dos habíamos dado un gran golpe y nos alegramos el uno por el otro. Siento que no haya ganado. El quería esta chaqueta tanto o más que yo. Pero sólo puede ganar uno.

No le importó demasiado que el público apoyara a Norman: «Sabía que la gente iba a estar apoyándole a él. Sé que es un gran jugador y que yo iba a tener que jugar muy bien si quería ganar, pero gracias a Dios jugué muy bien».

Publicidad

Olazabal con Norman en 1999.

De la merluza con kokotxas al solomillo, en la cena de campeones

Olazabal optó por una merluza a la vasca en la cena que el campeón ofrece un año después de su victoria los ganadores del torneo. Juan Mari Arzak, buen amigo suyo, se ofreció para cocinar para los campeones del Masters. Sin embargo, desde el Augusta National contestaron que ellos solos se bastaban. La merluza con kokotxas no gustó a todos así que en la cena posterior a su triunfo de 1999 no se lío la manta: ensalada mixta, solomillo de buey y postre de chocolate. Todo ello regado con vino tinto. Jon Rahm ofrecerá este año una degustación de pintxos entre los que incluirá uno de queso de Idiazabal.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad