No mezclar deporte y política
Ha muerto Henry Kissinger, premio Nobel de la Paz, amigo de dictadores, aficionado al deporte y fino observador del fútbol
Cuántas veces se oye que no hay que mezclar deporte y política. Es no saber de deporte ni de política. Ha muerto a los 100 ... años Henry Kissinger, premio Nobel de la Paz, amigo de dictadores, acusado de la lista completa de crímenes contra la humanidad, diplomático, aficionado al deporte y buen conocedor del fútbol. Seguidor del Greuther Fürth y socio del Bayern de Múnich.
Hijo de una familia judía alemana, Kissinger escapó de los nazis a Estados Unidos en 1938. Tras la II Guerra Mundial se graduó en Harvard e inició su carrera política en el Partido Republicano. Figura prominente de la Guerra Fría, su mano estuvo detrás de muchas catástrofes del siglo XX y de otros tantos éxitos políticos como el acercamiento entre Estados Unidos y China en 1971, gracias a la diplomacia del ping-pong. Kissinger interpretó el espíritu de los tiempos, el 'zeitgeist' con su leve acento bávaro, y entendía la sociedad del espectáculo. El deporte, como expresión conservadora de la cultura popular, le interesó mucho. Sabía el valor de ser famoso. De ideología muy derechista, nunca estuvo incómodo cerca de las dictaduras lejanas. Sus buenas relaciones con los militares brasileños le permitieron fichar a Pelé para el Cosmos de Nueva York en 1975. El general Ernesto Geisel le había declarado 'monumento nacional', pero Kissinger logró su salida en aras a las buenas relaciones Estados Unidos-Brasil.
En 1978, estar ya fuera del Gobierno no le impidió desembarcar en Argentina para desplegar sus habilidades en el Mundial de fútbol. No tuvo empacho en sentarse junto a Videla en la final y declarar a la prensa internacional lo bien que iba todo en el país y lo injustas que eran las críticas. Conocía bien el terreno, ya que es considerado el cerebro tras el golpe de estado contra Salvador Allende en la vecina Chile tres años antes.
Su única misión en este mundo era preservar la condición de Estados Unidos como gran potencia mundial, sin tener en cuenta los 'daños colaterales'. «Lo ilegal lo hacemos inmediatamente. Lo inconstitucional lleva un poco más de tiempo», le gustaba repetir. Mimó la cultura popular y en 1976 fue nombrado miembro honorario de los Harlem Globetrotters. El primero de la historia, antes incluso que Kareem Abdul-Jabbar.
Siempre medró con la FIFA, donde encontraba en Joao Avelange a otro de su estirpe. Entendía de fútbol y había racionalizado esa afición. Se lo explicó a los medios del Bayern de Múnich este mismo año: «El fútbol al más alto nivel es una complejidad disfrazada de simplicidad. Es muy diferente de los deportes con los que la gente de Estados Unidos está más familiarizada, el fútbol americano y el béisbol. Los once jugadores deben poseer las mismas habilidades, sobre todo en el fútbol moderno, donde la diferencia entre jugadores ofensivos y defensivos se ha difuminado. Al ser un juego continuo, no puede dividirse en una serie de jugadas que puedan practicarse, como en el fútbol americano o el béisbol. El fútbol americano y el béisbol se deleitan en la perfección de sus repeticiones, el fútbol en la improvisación de soluciones a imperativos estratégicos en constante cambio». Brillante. Peligroso. Muy peligroso. No hay que mezclar deporte y política...
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