Una Liga cutre y extemporánea
La revolución en el estamento arbitral no evita escándalos como el de Mendizorroza, fallos tecnológicos y humanos como el de Vallecas y las recurrentes quejas de un madridismo desmemoriado
Da igual que cambien a sus dirigentes, que a los trencillas se les deba llamar ahora por su nombre y primer apellido o que sus ... designaciones se conozcan a última hora para evitar presiones añadidas en Real Madrid Televisión. Los árbitros se equivocarán toda la vida y España es un país de forofos, polémicas, excusas, blancos, negros o azulgranas, no grises. Parafraseando a Julio Iglesias, a la sazón exportero madridista, han trascurrido apenas tres jornadas de Liga antes del parón motivado por los partidos de las selecciones en el camino hacia el Mundial 2026, pero la vida sigue igual.
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Rafael Louzán, presidente de la FEF, cedió ante Florentino Pérez y acometió la revolución en los despachos del estamento arbitral, pero nada cambia. Fulminó a Medina Cantalejo y Clos Gómez, máximos responsables del Comité Técnico de Árbitros y del VAR, respectivamente, y llegaron Francisco Soto y Prieto Iglesias, además de Fernández Borbalán como director técnico, pero siguen los líos. Vaya por delante que es una maravilla la exigencia de que el VAR intervenga menos, solo para errores flagrantes, pero el caos reinante y los agravios comparativos no remiten ni por asomo.
Javier Tebas, mandamás de los clubes profesionales, se quejó siempre de que la Superliga era un invento de barra de BAR a altas horas de la madrugada, pero resulta peligroso ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, un refrán de origen bíblico que advierte sobre la tendencia humana a criticar o notar fácilmente los defectos de los demás, mientras se ignoran los propios, que suelen ser mucho mayores.
La imagen de LaLiga es cutre, a años luz de lo que ofrecen en cuanto a organización y espectáculo visual la Premier League y también la Bundesliga. Pobre por esos estadios viejos como el de Vallecas, esos pastos en estado lamentable, empezando por un Metropolitano más acostumbrado en los últimos tiempos a los grandes conciertos que al buen fútbol, esas realizaciones televisivas cada vez más al dictado de los que mandan, empeñados en ocultar más que enseñar, o esos errores de principiantes de los jueces.
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Piscinazo de Lamine Yamal
Es anacrónico que en el fútbol de la tecnología el Barça sume un punto en Vallecas por un piscinazo de Lamine Yamal que engañó al colegiado balear Mateo Busquets Ferrer y que no se pudo corregir desde el VAR porque, sencillamente, la herramienta no funcionaba. Le perdieron las formas pero no el fondo a Iñigo Pérez, técnico del Rayo, al quejarse al cuarto árbitro de que era una «vergüenza» y amenazar incluso con ordenar a sus jugadores que abandonasen el campo. Y todo ello mientras el presidente del CTA compartía e palco de honor junto a Joan Laporta y su junta directiva.
Como sostiene el notable técnico pamplonés de los franjirrojos, jugar unos minutos con VAR y otros sin él supone adulterar la competición porque los arbitrajes cambian, sobre todo el de los asistentes a la hora de levantar el banderín en los fueras de juego, y hasta los comportamientos de los jugadores son diferentes si saben que todo se revisa, o no. Vaya por delante que hay que preservar siempre la salud, pero el aficionado no entiende muy bien el fútbol moderno. Que se pare un partido durante un cuarto de hora porque a un seguidor le ha dado un golpe de calor o le ha sentado mal alguna copa de mçás, y, en cambio, se permita jugar cuando no hay conexión entre Vallecas y la Ciudad del Fútbol de Las Rozas y el VAR no funciona.
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En otros casos, la herramienta está, pero los encargados de utilizarla están en las musarañas. Rizó el rizo lo que ocurrió el sábado en Mendizorroza con ese gol de Giuliano Simeone que nunca subió al marcador si desde el VAR se hubiese advertido la posición adelantada del hijo del Cholo. Fue una acción rápida, difícil de ver en primera instancia, pero imperdonable para pasarla por alto desde la sala VOR. Ni el asturiano González Fuertes, ni sus colegas, advirtieron la acción antirreglamentaria.
Todos miraron si había mano del colchonero, lo que reclamaron los vitorianos, pero no el fuera de juego. fue tan pésima la realización y la repetición que tampoco los periodistas advirtieron enseguida de esa circunstancia ni el televisión, ni en radio, ni en los directos que copan las webs. Luego llegaría el penaltito pitado a Sorloth porque el noruego estuvo torpe y Tenaglia listo, pero eso es harina de otro costal. Lamentable.
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Luego están esas recurrentes quejas del Real Madrid sobre los arbitrajes, incluida la de Xabi Alonso sobre lo ocurrido en el Alavés-Atlético, chirrían. Al menos para los más viejos del lugar, para los han mamado el fútbol desde tiempos de José Plaza. El Barça merece castigo por el escándalo del 'casio Negreira', quizá la mayor vergüenza en la historia del fútbol patrio que tiene toda la pinta de quedar impune, pero que el Madrid se queje de los árbitros es como si los pájaros disparasen a las escopetas.
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