Vinicius y Rodrygo acaban con Osasuna

106 segundos necesitó el Real Madrid para poner de cara la final. Fue el tiempo que necesitó Vinicius para entrar en contacto con el balón y dejar atrás a Moncayola y a Rubén Peña antes de ganar la línea de fondo y servirle un balón a Rodrygo, que remató entre las piernas de Juan Cruz para batir a Serigo Herrera. Vini, vidi, vinci.

Osasuna se topaba frente a frente con el escenario más temido, pero supo controlar sus impulsos e intentó ejecutar el plan elaborado por Arrasate sin importar la nueva realidad que tenía ante sí. En ese plan las bandas, con Rubén Peña y Abde, eran los pasillos por los que llegar al área, fundamentalmente con centros para aprovechar la superioridad aérea de Budimir sobre los centrales madridistas, pero los dos cabezazos del croata los atrapó Courtois sin dificultades.

Con el partido donde quería, al Real Madrid le bastó con jugar al ritmo que marcó un Vinicius stelar que una y otra vez dejó en evidencia a Moncayola, improvisado lateral derecho que sufrió lo que no está en los escritos con el brasileño, al que le bastaba un toque o simplemente dejar correr el balón para marcharse del navarro una y otra vez. En una de sus innumerables incursiones, Benzema acarició el segundo, pero su remate dentro del área lo sacó Sergio Herrera con una mano salvadora.

Y de lo que pudo ser la sentencia casi llega el empate porque acto seguido fue Abde quien aprovechó la indolencia de Militao para dejar atrás al brasileño y encarar a Courtois, al que superó con una tímida picadita que Carvajal sacó bajo palos.

El susto recordó al Real Madrid que en una final cualquier concesión puede costar cara y antes del descanso volvió a amagar con finiquitar el encuentro con una espectacular falta de Alaba repelida por el larguero y con un disparo colocado de Vinicius que se le fue ligeramente alto.

El problema de Vinicius es que es de mecha corta y bastó la simulación de un penalti y las recriminaciones de David García para que este entrara en ebullición y provocara un amago de trifulca que hizo que en el camino a los vestuarios ambos equipos cruzaran algo más que palabras.

Y quién sabe si espoleado por lo sucedido, lo cierto es que Osasuna salió a la segunda mitad con un par de marchas más que su rival y tras un centro de Abde despejado por la defensa, Lucas Torró, excanterano madridista para más señas, enganchó un disparo fenomenal desde la frontal que Courtois solo pudo seguir con la mirada.

Comenzaba una nueva final y a los de Ancelotti no se les veía cómodos. Dicen que en los momentos de dificultad conviene volver al inicio, a lo más básico y en el Real Madrid eso significa darle balones a Vinicius. El brasileño parecía haberse evaporado hasta que en el minuto 70 volvió a agarrar el balón para repetir prácticamente la misma jugada del primer gol con la diferencia de que esta vez solo necesitó irse de Rubén Peña antes de poner un balón atrás que David García no acertó a despejar y que de nuevo Rodrygo mandó al fondo de la red tras recoger un rechace.

Dicen que Osasuna nunca se rinde y este sábado volvió a quedar claro. Ni el pésimo inicio ni el segundo gol hicieron que se resintiera el ánimo de un equipo que no dejó de pelear hasta el pitido final.

Arrasate movió el banquillo, puso a toda la artillería sobre le césped de La Cartuja, exponiendo a su defensa ante la calidad del Real Madrid en sus transiciones.

Tuvo el empate Osasuna a dos de la conclusión en un centro del Chimy Ávila que Kike García no pudo rematar en boca de gol. Lo merecía Osasuna, pero el fútbol no entiende de merecimientos y sí de realidades y la realidad es que hoy el Real Madrid tiene en Vinicius y en Rodrygo a dos diamantes.