Pogacar y después, la música
La Milán-San Remo se disputa hoy con el esloveno como favorito en un recorrido que no le favorece en nada
La primavera comienza cuando el pelotón de la Milán-San Remo corona el Turchino y desciende hacia el mar. Allí, en el balcón sobre ... Génova, arrancó Coppi en su famosa victoria del 46 cuando la radio dijo aquello de «en espera del segundo transmitimos música». El campionissimo de esta época, Tadej Pogacar (UAE), se presenta como el gran favorito para la victoria en una carrera que no le favorece en nada. No tiene dureza suficiente para explotar su superioridad ni el exuberante momento de forma que le ha llevado a arrasar en el principio de temporada, con nueve victorias, incluido un dominio de punta a punta de una carrera de primera categoría como la París-Niza, donde machacó al último ganador del Tour, Jonas Vingegaard (Jumbo).
La Milán-San Remo no plantea más que problemas a Pogacar y eso no reduce en nada su favoritismo. La Classicissima siempre ha sido un reto para los grandes, porque nada es obvio en esta carrera. El recorrido no le ofrece ninguna ventaja y le pone en manos de su talento. Las figuras siempre encontraron a lo largo de la historia la forma de ganar en San Remo y Pogacar no quiere ser una excepción.
La versatilidad de Pogacar le abre un abanico de opciones, sin descartar incluso el sprint. Así ganó la Lieja-Bastogne-Lieja, batiendo a Alaphilippe. En la via Roma de San Remo, sin embargo, ese es un recurso más arriesgado porque la nómina de velocistas tiene empaque. Encabezada por la principal alternativa a Pogacar, la que compone el dúo Van Aert-Van der Poel.
Tras sus exhibiciones en la temporada de ciclo-cross (en la que logran un 30% de sus ingresos, que se pueden ir hasta los 4,5 millones anuales, por los seis de Pogacar), ninguno ha ganado aún en la temporada de carretera, pero eso no reduce lo más mínimo su favoritismo. El factor Alaphilippe (ganador en via Roma en 2019) es una incógnita. Ha ganado la clásica de Ardeche, después de un 2022 maldito con solo dos victorias y duras caídas y en un clima de tensión con su equipo aireado en público.
300 kilómetros
La Milán-San Remo tiene 300 kilómetros y todo se juega en los treinta últimos, desde la Cipressa. Es una subida de 5,6 kilómetros y una pendiente del 4,1%. Se encadena con la ascensión al Poggio, que comienza a nueve kilómetros para la meta. Son 3,7 kilómetros con una pendiente media inferior al 4% y una rampa máxima del 8%. Apenas supera la categoría de repecho, pero en el kilómetro 295 todo es distinto. La carretera es estrecha, con curvas de herradura en las que los ciclistas llegan a tocar el freno por la alocada velocidad de ascensión. Cuando acaba lo más duro de la subida, en el falso llano que lleva al pueblo, es donde los favoritos sacan a pasear su último cambio de ritmo.
Son ingredientes modestos, de pizza Margarita: tomate, mozzarella, albahaca, sal y aceite. Con ellos tendrá que arreglarse Pogacar para seguir construyendo su leyenda, que le señala como el único candidato posible a ganar los cinco monumentos. Ya ha ganado en Lieja y en Lombardía y ha rozado el triunfo en Flandes, donde el año pasado fue batido por Van der Poel en un soberbio mano a mano. Roubaix debería de ser la victoria más improbable para él.
Sus rivales esperan que Pogacar se apoye en su equipo para endurecer al límite la carrera desde la Cipressa para jugársela a una carta en el Poggio. Con Tim Wellens, Matteo Trentin, Alessandro Covi y Diego Ulissi, tiene compañeros que en otras circunstancias podrían meterse en la lucha por los primeros puestos.
Pero la Milán-San Remo es una carrera abierta. Hay muchos ciclistas con aspiraciones de dar la sorpresa, como hizo Mohoric (Bahrain) el año pasado. En esa lista sobresale el excampeón del mundo Mads Pedersen (Trek). Otros como Philipsen (Soudal), Girmay (Intermarché), Ewan (Lotto), Alex Aranburu (Movistar) o los italianos Ganna (Ineos) y Milan (Bahrain). Todos tratarán de que no suene la música por Pogacar.
Grandes triunfos de la Historia
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1961
Raymond PoulidorCon Rik Van Looy en los talones
Tras una serie de ataques en el Turchino y una sucesión de maniobras tácticas de los equipos, Raymond Poulidor se presenta al pie del Poggio con Albert Geldermans. Poupou suelta al holandés en la subida y en el grupo asume la responsabilidad Rik van Looy, que le va comiendo la ventaja. A dos kilómetros del final, el francés aún conserva una renta de 400 metros y en via Roma se le echan encima pero gana por delante de Van Looy y Benedetti.
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1973
Eddy MerckxLa quinta de sus siete victorias en San Remo
Ya había ganado al sprint en 1966, en un grupo reducido en 1967, atacando en la bajada del Poggio en 1969 y en la subida en 1971. En 1972 repitió jugada y se volvió a ir en solitario en la ascensión para llegar a San Remo con la palma de la mano abierta señalando sus cinco victorias. Volvería a ganar al sprint en 1975 y en solitario en 1976, para establecer el récord inalcanzable de siete victorias. Ningún corredor en activo tiene más de una.
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1983
Giuseppe SaronniAtaque largo en la subida del Poggio
Beppe Saronni no esconde sus cartas y ataca de cara. Se mueve hacia la mitad del Poggio, con un ataque largo al que no puede responder nadie. Con el maillot arcoíris y una bici Colnago, la misma marca que usa Pogacar, se va en solitario y abre un hueco muy grande con el grupo de los velocistas, que llega a meta a 44 segundos encabezado por Guido Bontempi y Jan Raas. Saronni es el último campeón del mundo en ejercicio en ganar en San Remo.
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1984
Francesco MoserEn la cumbre de su carrera, a los 32 años, Francesco Moser ganó en San Remo gracias a un descenso prodigioso del Poggio. Había coronado tercero tras Roche y Madiot, pero asumió enormes riesgos y alcanzó la meta con 20 segundos sobre el pelotón perseguidor, encabezado por Sean Kelly. Moser, que venía de batir el récord de la hora y antes de la Classicissima solo había corrido en carretera la Milán-Turín, ganaría ese mismo año el Giro.
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2018
Vincenzo NibaliLa obra maestra de la carrera del 'Tiburón'
Ganador de Giro, Tour y Vuelta, la gran victoria de Vincenzo Nibali fue la Milán-San Remo de 2018, con un movimiento táctico magistral en la subida al Poggio. Eligió el momento, ni muy pronto ni muy tarde, abrió un hueco mínimo, giró la curva de la cabina de teléfonos en la cima con el grupo a pocos metros, pero hizo magia en la bajada y mantuvo el hueco necesario para cruzar la meta con los brazos en alto y el pelotón encima.
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