La Behobia - San Sebastián cambió la vida del atleta pastelero
Ganador en 2019. Orgulloso de trabajar en el obrador de Ogitxu, en Irun, Chakib Lachgar lleva una vida familiar; el domingo no podrá correr, pero volverá
La Behobia cambia vidas. Y no solo porque a algunos les obligue a dejar el sedentarismo a un lado para ponerse manos a la obra ... y llevar un estilo de vida más saludable. A Chakib Lachgar, ganador en 2019, se la cambió por completo. Su historia de superación se viralizó e incluso llegó a Marruecos, su país. Pasó del anonimato a ser reconocido prácticamente en cualquier sitio e incluso solicitado para poder tener una foto junto a él. Llegó a Gipuzkoa en 2008 tras abandonar el lugar en el que creció en los bajos de un camión. Se jugó la vida en busca de una vida mejor.
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Se podría decir que ahora la tiene, aunque también haya vivido momentos duros aquí. A él, el sorprendente triunfo de hace dos años no le ha cambiado. «Sigo siendo el mismo. Y estoy contento por ser así», asegura. «Sobre todo las semanas siguientes a la carrera, la gente me felicitaba y me preguntaba a ver si era yo de verdad». Y sí, lo era. Aunque no fardara de ello.
LOS DATOS
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Deporte. Es un excelente atleta de 1.500 metros (3.40.46). Su potencial en ruta es tremendo, con capacidad para esprintar.
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Trabajo Desde mayo es pastelero en Ogitxu, en Irun. Está «muy contento». Entra a trabajar a las 4.00 y sale a las 12.00.
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Familia El atleta marroquí, de 32 años, vive junto a su mujer Aicha. Tuvieron a su primer hijo, Luqman, hace un año.
Ni más ni menos que Chakib Lachgar, ese hombre que, a pesar de perder el contacto con la cabeza de carrera en un par de ocasiones, no se rindió y consiguió contactar con el trío que tiraba –Iraitz Arrospide, Jesús Olmos e Iván Fernández– en busca de la txapela. El por aquel entonces atleta de 30 años afincado en Errenteria, tiró de garra y demostró sus cualidades en 1.500 con un poderoso final.
«Incluso me ayudó a nivel familiar porque todos vieron para qué entrenaba, para qué me sacrificaba». Aquel primer puesto en la Behobia le abrió puertas.
«A nivel deportivo, me empezaron a llamar de carreras. Me metí en ese mundillo de atletas con nombre. Y a algunas pruebas incluso iba con un fijo de dinero que a mí me venía muy bien. En los Países Bajos llegué a ganar una de 25 kilómetros. Además, creo que mi victoria ayudó a mejorar la imagen que se tiene de los marroquís aquí. Me convertí en un ejemplo. Tuvo muchísima repercusión», explica quien vive y trabaja en Irun.
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«Creo que mi victoria en 2019 ayudó a mejorar la imagen que se tiene de los marroquís aquí»
«Hubo gente que se interesó por mí y me ayudó. Yo me sentí muy agradecido. Quiero aprovechar para darle las gracias a Antxon, de la empresa Adarra de Usurbil. Le gusta el mundo del atletismo y se ha portado siempre genial conmigo. Me dio apoyo material y económico», destaca.
Pero llegó la pandemia...
Justo antes de la llegada del coronavirus a nuestras vidas, a Lachgar no le iba nada mal. Las carreras, incluso haciendo de liebre en alguna, eran su fuente de ingresos. Se mudó en febrero de 2020 a Irun con su «maravillosa» mujer Aicha. «Ella es de Nicaragua. Su nombre es Lionela, pero cambió al pasar a ser musulmana». Poco después llegó la pandemia... Las carreras, como todos los eventos masivos, desaparecieron casi de la noche a la mañana. «Se acabaron las oportunidades». Pasaron momentos de dificultad.
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«Fue complicado». Su mujer, que ahora justo hace un año dio a luz a Luqman, y él tiraron como pudieron, con la ayuda de la familia, amigos... «Realmente no necesitamos mucho para vivir. Fue como cuando estaba en Marruecos: si no tienes nada, pues no lo tienes y listo. Te apañas con eso. Lo último que quiero hacer es quejarme, dar pena. Lo importante es que ahora, con mi trabajo, estamos bien. Ya ha pasado». Él prefiere mirar al futuro. Y lo hace con optimismo.
Su primera y actual profesión
En mayo, Lachgar le pidió ayuda a un viejo conocido. En Marruecos había ejercido como pastelero desde los 16 y hasta los 18 años. Ya aquí, hizo un curso de seis meses para tener una titulación que demostrara sus conocimientos. Antes de ganar la Behobia en 2019, había estado seis meses de prácticas en la pastelería Ogitxu de Irun.
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«Volví a Ogitxu en mayo de este año. Le expliqué la situación a Roberto Del Val, el dueño. Nos conocíamos bien. Y aquí estoy, trabajando desde entonces». Hace «brioches, napolitanas, hojaldres... Desde cero, desde la masa. Menos pan, de todo. Yo soy pastelero; no panadero», insiste desde el obrador, donde atiende a este periódico.
A las 4.00 de la mañana abre el local de la calle Fuenterrabia y comienza su faena. «Hora y pico después llego yo», confirma Del Val. «Es un fiera. Yo tengo 1h12 en la Behobia. Y me costó. Y él ronda la hora. ¡Cómo ganó! ¡Después de descolgarse!».
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A Lachgar le molesta la zona del tendón de Aquiles, impidiéndole correr este domingo
«Me tratan bien, con cariño y respeto. Estoy encantado. Confían en mí», confirma Lachgar, que incluso ve algo positivo de los momentos de dificultad atravesados. «Dedicarme a la pastelería, que me gusta, era como un plan B que tenía a las carreras. Quería darme una oportunidad en el atletismo». Con todo lo sucedido tuvo que modificar su hoja de ruta. «Ahora podré hacer las dos cosas».
Cuando sale a las 12.00, aprovecha para entrenar. «Nada de siestas». En la Behobia, «con mucha pena», no estará. Tiene problemas n el tendón de Aquiles. «¡Que gane el mejor! Pero yo volveré. Me gustó. Algún día también seguro que corro maratones. Me veo bien en carreras largas». Capacidad de sufrimiento, de resistir, tiene. Lo ha demostrado a lo largo de su vida.
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