Festivaleros

La última película

Viernes, 26 de septiembre 2025, 07:32

Empecé en esto del cine, cuando los ayudantes de dirección Benito Rabal y Mischa Muller se acercaron al local del 'Kolektibo Karraka', grupo de teatro ... que ensayaba en una nave industrial de Bilbao, y nos señalaron como posible participantes en 'La fuga de Segovia' a Alex Angulo y a mí. Era el año 81. Me produjo una alegría inmensa y a la vez, cierto miedo, concretamente lo que luego he aprendido que se llama: el síndrome del impostor.

Publicidad

Éramos teatreros, no habíamos hecho nunca cine. No sabíamos cómo se hacía cine. El primer día que nos presentamos ante Imanol Uribe y Xabier Agirresarobe, en Aiete, para hacer una prueba de un posible personaje, el mundo se me vino encima. Era muy fácil la cosa: «tú formas parte de un comando que está en Iparralde y desde tu casa oyes una noticia que te hace levantar del sofá para ir al teléfono y marcar un número». Bien, pues no fui capaz de realizar una actividad tan sencilla sin que me temblara el pulso ni dejara de parpadear en ese trayecto de apenas 3 metros del sofá al teléfono. Yo notaba la cara seria del director que me animaba a repetirlo, una y otra vez, intentando no parpadear. Imposible, me faltaba el aire, absolutamente imposible. No valgo para esto.

Aquello estaba basado en un libro de Angel Amigo, el productor/promotor, y hablaba de algo que no se había tocado en el cine. ETA. Un tema serio. Importante. Se iba a hacer algo grande.

La sorpresa fue que inmediatamente Andrés Santana, jefe de Producción, llamaba para contratarnos para hacer otro papel de preso de la fuga. Nos dieron la oportunidad a un grupo de actores de teatro, unidos a ex-presos reales que había intervenido en una de las fugas de Segovia. Aquella fue la vivencia más intensa para un actor debutando en cine.

Yo estaba seguro de que era, simplemente, fruto del azar o que necesitaban gente con cara de vascos, para hacer bulto, pero estaba seguro de que iba a ser mi primera y última película. Para mayor bajón de la autoestima, nos dijeron que íbamos a ser doblados por «dobladores profesionales de Madrid» porque nosotros no sabíamos hacerlo. Verdad. Nos iban a poner una voz. Eso fue en 'La Fuga de Segovia' y también en 'La conquista de Albania'. A mí me tocó que me doblara Daniel Dicenta, un lujo. Y en el fondo, una demostración más de que el cine era eso que hacían los «otros actores». Estaba convencido de que 'La Conquista de Albania', o 'La muerte de Mikel' o 'Fuego Eterno', iban a ser mil últimas películas. Llegué a pensar que hacer un Cine Vasco era una utopía, algo absolutamente irrealizable.

Publicidad

Resulta que mi vida profesional se ha convertido en una carrera de cerca de 200 títulos de largometrajes, series, y cortometrajes, en los que ya me fui deshaciendo del síndrome del impostor.

En el camino me he encontrado con directores y directoras que me llamaban para su primera película, y que en el fondo creían también que iba ser la primera y la última que hacían. Con actores que pensaban que estaban por casualidad. Debe ser un sentimiento perenne. Nuestra botella medio vacía.

Ahora ya no parpadeo, he estado entrenándome 45 años de profesión ante las cámaras, he cometido errores y me han ayudado a salir de ellos y a conseguir no parpadear, a respirar la interpretación, a estimar la mirada del otro actor, del otro personaje. A ser cómplice de los directores y directoras, a ofrecer lo mejor de mí en cada proyecto. Ahora me gustaría volver a empezar en el cine, y poder interpretar a aquel «miembro del comando en Iparralde que va hacia el teléfono con los ojos muy abiertos» porque lo hubiera bordado.

Publicidad

Pero la vida son oportunidades inesperadas, trayectorias imprevisibles y a veces reconocimientos sorpresa. ¡Qué oficios, qué oficios! Pero te digo una cosa: aún en activo, sobrepasada la edad de jubilación pero sin parar de trabajar en lo que me gusta, no puedo dejar de pensar que esta peli en la que estoy ahora va a ser la última, porque el cine es eso que hacen «los otros».

Gracias por aquella primera oportunidad. Démonos la enhorabuena por el cine que estamos haciendo en este momento, en euskera, en castellano, con proyección nacional e internacional. Y sin parpadear.

Como el poeta bilbaino creo que: «A pesar de mis errores, acerté en el camino». Me siento profundamente feliz con mi humilde trayectoria. Seguimos, seguimos. Queda mucho cine pendiente.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad